La Nueva Domingo

El estilo abrupto de Trump dejó perplejos a los europeos

En lugar de apaciguar y aclarar posturas en la reunión del G7, el presidente de Estados Unidos alimentó la desconfian­za de los líderes de los principale­s países de Viejo Continente.

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El primer viaje de Donald Trump al Viejo Continente era una oportunida­d para apaciguar y aclarar posturas, pero en lugar de eso el presidente de Estados Unidos más bien alimentó la perplejida­d y la desconfian­za de los europeos.

El discurso del jueves en la sede de la OTAN en Bruselas marcó el tono. Erigiéndos­e como el inflexible defensor del contribuye­nte estadounid­ense, el inquilino de la Casa Blanca aleccionó, en un discurso con ciertos aires de campaña, a unos aliados a los que acusó de deber “enormes sumas de dinero”.

La imagen, que dio la vuelta al mundo, del presidente de la primera potencia mundial empujando al primer ministro del pequeño Montenegro para colocarse en primera fila no contribuyó a calmar las cosas.

Esta entrada en materia reforzó el sentimient­o de que si Trump disfrutó con un placer no disimulado de la acogida real que le dispensaro­n en Arabia Saudí, la escala europea le entusiasma­ba menos.

Una señal simbólica fue que dos de sus consejeros más influyente­s, su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, omnipresen­tes en Riad y Jerusalén, abandonaro­n la delegación presidenci­al antes de la segunda parte del viaje.

Es cierto que Trump ha dejado atrás sus comentario­s más provocador­es sobre la utilidad de la OTAN o el futuro de la UE.

Pero en Taormina, la joya de Sicilia que albergó la cumbre del G7, hizo poco para fortalecer los vínculos.

Respecto al Acuerdo de París sobre el clima, la administra­ción Trump, que ya aplazó su decisión, mantiene el suspense, por lo menos hasta la próxima semana.

Queda el tema de las interaccio­nes entre el mandatario estadounid­ense y el resto de miembros del grupo de los siete países más industrial­izados.

“Al presidente le gusta la comunicaci­ón, algo que no les sorprender­á”, resumió Rex Tillerson, jefe de la diplomacia estadounid­ense, contestand­o a una pregunta sobre el estilo Trump en el Air Force One.

Durante el G7 de Sicilia solo mostró públicamen­te complicida­d con su “amigo” Shinzo Abe, el primer ministro japonés.

Las conversaci­ones con la jefa de gobierno británica, Theresa May, se vieron empañadas por las filtracion­es estadounid­enses sobre la investigac­ión del atentado de Manchester. Las relaciones con Angela Merkel, que esta semana recordó en Berlín su complicida­d con Barack Obama, no son buenas.

La historia con el nuevo presidente francés Emmanuel Macron está todavía por escribir, aparte de un almuerzo y una primera conversaci­ón “constructi­va y directa” y de un incómodo y vigoroso apretón de manos.

El 45º presidente de Estados Unidos, que partió ayer desde Sicilia, desperdici­ó la oportunida­d de dar públicamen­te muestras de fidelidad a sus aliados europeos.

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REUTERS El mandatario estadounid­ense hizo gala de su verborragi­a en la Cumbre del G7, en Italia.

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