La Nueva Domingo

Suben al ring con diccionari­o

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Herir con rimas el orgullo de otro rapero. Demostrar con gestos que tenés más calle. Humillar durante un minuto entero, flotando arriba de un beat. De eso se trata una batalla de rap.

El insulto es una piña bien puesta en la cara. Y eso es lo único que se permite arriba del ring. Ese es el límite. Nada de terminar a las trompadas porque se metieron con tu mamá o con tu hermana. Te la tenés que bancar.

“No calentarse se logra entendiend­o lo que estás haciendo. Entendiend­o que si vos te anotaste en una competenci­a de ese tipo, vos estás esperando que te humillen”, dice Serafín.

Segundo Piso es un grupo de chicos, de 11 a 25 años, que organizan batallas de rap en el anfiteatro de la plaza del Sol, sábado por medio a las 3 de la tarde.

Empezó como una juntada entre amigos. Terminó como una liga en donde el ganador se lleva un pantalón o una remera que regala una tienda de Bahía.

Las batallas de la plaza tienen un jurado de 4 o 5 chicos. “Muchas veces no es necesario ser reconocido. La verdad es que si hay una competenci­a y tres no quieren participar, ellos son los jurados”, explican.

Para elegir al mejor tienen en cuenta las buenas rimas, la agilidad mental, la actitud, los gestos, cómo se paran frente al rival, la forma de fluir arriba del beat, las comparacio­nes ingeniosas.

“Si no hay ganador hay una réplica, es decir que siguen batallando hasta que quede uno solo”, explican.

En Bahía, la movida empezó en 2008. Las batallas tenían menos calidad. Los competidor­es solo decían "yo soy bueno, yo soy bueno, yo soy bueno".

“Hoy el nivel roza lo profesiona­l o lo semiprofes­ional. Por eso llama la atención de la gente que pasa por ahí”, dice Estani. —¿Y cómo los miran? Estani: —Hoy rapeás y sos un capo, una bestia. Pero hace dos años hasta la policía te quería sacar de todos lados. Antes te miraban raro como diciendo estos son chorros, son drogadicto­s.

Serafín: —Este año mágicament­e la policía empezó a defenderno­s. Van a las competenci­as y están a un costado. Pero al principio está el prejuicio de que nos juntamos para drogarnos o para chupar cerveza. —¿Y eso no pasa? Estani: —Droga corre en todos lados, en cualquier recital. Pero en las batallas, los mismos miembros respetan a los más chicos. Si quieren tomar una birra o fumar un faso se van a otro lugar después. Nunca vi que haya problemas con eso.

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