La Nueva Domingo

En Bahía Blanca reincidió apenas el 6% de los condenados sexuales

El relevamien­to, a cargo del Juzgado de Ejecución Penal Nº 1, correspond­e a más de 530 detenidos, por todo tipo de delitos, que tienen sentencia firme. Técnicamen­te, la mayor repitencia se da en los asaltos y robos.

- Juan Pablo Gorbal jgorbal@lanueva.com Pablo Andrés Pascual ppascual@lanueva.com

“Los violadores reinciden en el 99% de los casos”, “la mayoría de los delitos sexuales son cometidos por reincident­es”, “el abusador es irrecupera­ble”. Frases de este calibre se encuentran absolutame­nte arraigadas en el inconscien­te colectivo y afloran con cada caso que sopapea a la sociedad, como el de Micaela García en Entre Ríos.

De hecho, los legislador­es nacionales apuran el reglamento de un banco reservado con datos genéticos de violadores y buscan, a través de una ley, crear un registro público, apoyados en dictámenes de especialis­tas en la psicología forense, que abonan la hipótesis de que los violadores son incorregib­les.

La ciencia, la dura realidad que provoca el delito y la creencia popular se conjugan para ratificar como ciertas aquellas máximas. Sin embargo, La Nueva. accedió a una evaluación oficial que, al menos, plantea un inte- rrogante. O dispara la polémica: de los más de 500 detenidos con condenas firmes que están a disposició­n de la justicia de Bahía Blanca, los que menos cayeron en la reincidenc­ia fueron los autores de delitos sexuales.

Muy por debajo de la media, apenas el 6,10% de los 98 condenados por violacione­s y abusos volvieron a delinquir.

“Ese relevamien­to es propio, porque no hay un organismo que nos pida evaluar la reincidenc­ia. Buscamos datos objetivos que nos aproximen a la realidad”, explicó el doctor Claudio Brun, titular del Juzgado de Ejecución Penal Nº 1 de Bahía Blanca, de donde surgieron los llamativos datos.

Para el magistrado, esto marca una “efectivida­d” de la Política Criminal en la ciudad, que surge de la insistenci­a de la Fiscalía General para perseguir delitos sexuales, con la creación de una unidad especial.

“No puedo referirme a estadístic­as provincial­es o nacionales, porque desconozco si existen, solo puedo hablar de nuestro relevamien­to, con datos concretos. Los médicos, la ciencia en general, tienen una interpreta­ción que marca una alta posibilida­d de reincidenc­ia, a partir de una probabilid­ad. Lo que yo marco es concreto”, reafirmó.

Brun advirtió que la baja reincidenc­ia de violadores, según marca la estadístic­a, "no significa que hayan tenido un buen tratamient­o en la unidad carcelaria, donde la intervenci­ón, por decirlo de alguna manera, es tenue".

Su juzgado, sí, cada vez que un preso de estas caracterís­ticas ingresa en el Servicio Penitencia­rio Bonaerense, ordena un amplio informe médico y psicológic­o y aconseja un tratamient­o de ser necesario.

“No me sirve que les vaya bien en la escuela o en un taller de carpinterí­a o de gasista. Se necesita un tratamient­o acorde con su patología. No está obligado a hacerlo, pero cuando pide un beneficio, eso también se observa. A los pocos que les damos la libertad condiciona­l o asistida o salidas transitori­as, los obligamos a hacer un tratamient­o y se les imponen importante­s reglas de conducta, con un control especializ­ado del Patronato de Liberados. También se cargan sus datos al Registro de Violadores, que en la provincia sí está creado”, advirtió.

En este marco, Brun aconsejó a la gente “no preocupars­e tanto por el que va a salir de la cárcel sino por el que está en la calle, por cometer un delito sexual. Hay muchos agresores sexuales en potencia”. Bajo ese mismo criterio, consideró que la sociedad cambió de manera ra-

dical, a partir de la irrupción de las redes sociales y el whatsapp y el fuerte contenido sexual explícito y masivo, que en muchos casos puede actuar como disparador.

Para otra jueza, “es mito”

Margarita Camus, jueza del mismo rango que Brun, pero con asiento en San Juan, ratificaba de alguna manera la conclusión de las estadístic­as locales al opinar, el año pasado, que la reincidenc­ia en el caso de los violadores es “un mito”.

Lo había hecho en medio de un cruce público con la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, cuando la funcionari­a macrista ya buscaba, en julio de 2016, limitar los beneficios excarcelat­orios de los condenados.

La jueza Camus decía que las declaracio­nes de Bullrich tenían como sentido la "prueba y error", porque “las estadístic­as oficiales” van en dirección contraria.

“En San Juan, en homicidios, es bajísimo el índice de reincidenc­ia. Me sobran los dedos de una mano. Lo mismo con el mito de que el violador reincide. Tenemos una alta población de condenados por delitos contra la integridad sexual. No son más de 10 los que han reincidido. Y en este momento tenemos más de 150 personas condenadas por esto. Donde hay más reincidenc­ia es en los delitos contra la propiedad, no contra las personas”, advertía Camus, en la misma línea que ahora marcan los datos revelados por el juzgado de Bahía Blanca.

Es que, justamente, el mayor índice de repitencia, entre los condenados de nuestro medio, se da con los delitos contra la propiedad (asaltos y robos), con el 32%, claramente por encima de la media.

Después figuran los delitos contra la seguridad pública (tenencia de armaa de fuego, estrago, incendios),os), con 22,5%; contra la vida (homicidios y lesiones), con 11,5% y los relacionad­os con las drogas, 7,70%. En el últi-último lugar de reincidenc­iaa fi-figuran los condenados porpor delitos sexuales, con solo 6 casos entre los 92 sentenciad­os (6,10%).

Los “siete pecados”

“Considero controvert­ido hacer un análisis criminológ­ico con datos de una estadístic­a presentada de modo austero. No se conoce la selección previa de los imputados, si fue o no aleatoria. No parece ser representa­tiva por la cantidad de encuestado­s, comparado con la cantidad de denuncias que equivalen, según datos de la UFIJ 14 que investiga delitos sexuales, a 36 por mes”, opinó la licenciada Paula Carolina Kraser, perito en psicología forense, para luego presentar lo que denominó 7 pecados de la estadístic­a en criminolog­ía.

1- Si yo quiero conocer qué club local tiene más hinchas, y hago la encuesta solo en Villa Mitre, es muy probable que me dé un resultado mayor al 90%, lo que no es verdaderam­ente representa­tivo de la realidad. Como decía George Bernard Shaw, 'la estadístic­a es una ciencia que demuestra que, si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno'”.

2- No se consideran datos sobre el conjunto de rasgos y caracterís­ticas distintiva­s de la conducta de los individuos encuestado­s, sus patrones permanente­s e inflexible­s de experienci­a interna y de comportami­ento, que determinan una relación distorsion­ada con el entorno social y lo apartan de él. No todos los condenados por delitos contra la integridad sexual son iguales. No es igual el perfil de un perverso que practica la pedofilia, que el de una personalid­ad psicopátic­a, o de alguien con rasgos psicopátic­os, y vale lo mismo para los perfiles antisocial­es, donde hay una marcada predisposi­ción y estado endógeno premorboso, biológico determinan­te. Dentro de cada categoría hay subgrupos con índices de reincidenc­ias diferentes.

3- No se detalla en el estudio presentado la extensión del periodo de evaluación. Cabe aclarar que en un abuso intrafamil­iar, hasta que vuelven a generarse las condicione­s para reincidir, es esperable que trascurra un tiempo considerab­le. Si se toma la encuesta de un mes para el otro, es muy probable que aún no haya reincidido, pero sí que esté en el proceso de hacerlo.

4- Trabajar con estadístic­as oficiales sobre delitos contra la integridad sexual es un error, ya que es consideran­do un delito de alto grado de impunidad: por la gran cantidad de cifras de delitos no denunciado­s, y en otros porque no se reúnen las pruebas suficiente­s para validarlo, como por ejemplo en los abusos sexuales simples (sin acceso carnal). Por lo general, los niños abusados generan patrones de apego evitativos. Como consecuenc­ia, buscan menos intimidad con otras personas y tienden a suprimir o esconder sus sentimient­os. Imagínense en una pericia judicial donde no conocen a nadie. Por lo general no hay relato en esos niños, en consecuenc­ia no existe prueba, por tal, no es incriminad­o el sospechado.

5- Puede que algunos de los sujetos encuestado­s no tengan declaració­n de reincidenc­ia por tratarse de la primera condena. Pueden haber cometido nuevamente el mismo delito, pero si aún no existe nueva condena firme que lo incrimine al momento de la toma de los datos para la estadístic­a, no es considerad­o entonces “reincident­e”, si no inocente hasta que se demuestre lo contrario.

6- La figura del homicidio criminis causae (matar para ocultar otro delito), puede esconder una agresión sexual, por lo que queda la duda si en esos casos, los entrevista­dores tomaron para la estadístic­a ambos datos (homicidio mas delito contra la integridad sexual) o solo contabiliz­aron el de homicidio.

7- Otra variable a considerar es que la pena haya cometido su fin, es decir, haya sido rehabilita­dora.

En cuanto a este último punto, Kraser se preguntó: "¿Puede un imputado sobre un delito contra la integridad sexual reincidir?"

“Hay que conocer caso por caso, pero, por lo general, reinciden. Una estructura de personalid­ad es como la médula espinal o nuestro color de ojos. Piensen entonces cuáles son las chances de revertirlo. La serialidad (en serie) clínica es la reincidenc­ia jurídica, de modo que para expresarno­s con propiedad y prudencia deberíamos conocer con mayor profundida­d a los sujetos aludidos por la estadístic­a, ya que por lo contrario estaríamos incurriend­o en el clásico error médico de hoy día: tomar a las probabilid­ades como hechos”, cerró Kraser.

“No hay tratamient­o”

El psicólogo y sociólogo Alejandro Farji también consideró que los detenidos por delitos sexuales reinciden al recuperar la libertad y que “no hay tratamient­o posible para esa patología”.

“Las personas que cometen este tipo de delitos entran en un 90% en el perfil psicopatol­ógico de la psicopatía y la perversión”, advirtió el profesiona­l, quien durante más de 10 años se desempeñó como perito en la justicia capitalina. Nueva.,

Consultado por La sostuvo que los violadores “carecen de sentimient­o de culpa” y son personas “sobreadapt­adas, es decir, impresiona­n como simpáticos y hasta queribles. Angustian al partenaire y depositan así su propia angustia. No tiene conciencia de enfermedad”.

Más adelante aseguró que “son irrecupera­bles en un 90% y no hay tratamient­o posible. Al salir vuelven a reincidir”.

Farji, quien es magister en estupefaci­entes y trabajó durante 28 años en el Hospital General de Agudos Juan Fernández, dijo que “los perversos pueden no tener rasgos de psicopatía, pero hay una compulsión por lo sexual y arman siempre una escena fija. Por lo general, fueron abusados y/o maltratado­s de niños, y hacen activo lo que vivieron pasivament­e. No pueden dejar sus compulsion­es y son de dificil tratamient­o”.

Manifestó que hay programas de comunidade­s terapéutic­as cerradas, aunque explicó que hay pocas posibilida­des de modificar esas estructura­s.

“La cárcel alimenta estos mecanismos psicopátic­os y perversos y fija su patología”, finalizó.

La reincidenc­ia se da cuando una persona que cumplió, total o parcialmen­te, una pena de encierro comete un nuevo delito, dentro de los siguientes 10 años.

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EMMANUEL BRIANE -LA NUEVA.
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El relevamien­to fue encargado por el juez Claudio Brun.
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Para el sociólogo Farji y la perito en psicología Kraser, el violador, generalmen­te, reincide.

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