La Nueva Domingo

29 de mayo de 1852, el recordado Acuerdo de San Nicolás

López y Planes era un porteño que se definía como “ni unitario ni federal”. Al momento de plantearse la organizaci­ón constituci­onal del país ha desplegado una extensa y multifacét­ica carrera política. Tras Caseros, retorna a los primeros planos… pero el d

- Ricardo de Titto Especial para “La Nueva.”

Tras derrotar a Rosas en la batalla de Caseros el entrerrian­o Justo José de Urquiza se establece en la casona del Restaurado­r de Palermo. El 4 de febrero de 1852 recibe a una comisión integrada por diplomátic­os y personajes destacados. Vicente López y Planes, uno de los visitantes, es designado gobernador de Buenos Aires. Desde los tiempos previos a la Revolución de Mayo es un respetado hombre público: ha sido afín a la Logia Lautaro de Alvear, secretario de Pueyrredón, presidente provisorio cuando renunció Rivadavia en los años ‘20 y presidente del Superior Tribunal de Justicia bajo Rosas. También, en 1837, integró el Salón Literario de Marcos Sastre, Juan María Gutiérrez, Esteban Echeverría y Juan B. Alberdi. Como persona ajena a la guerra civil, es un hombre potable y respetado para dirigir un período de transición.

Urquiza y el rojo punzó

Estaba previsto que el 19 de febrero ingresaran a Buenos Aires las tropas del Ejército Grande, pero una lluvia torrencial postergó el desfile para el día siguiente, casualment­e el día de aniversari­o de la batalla de Ituzaingó. Urquiza se pasea por la calle Perú al mando de su caballería. Un escozor recorre a la multitud cuando aprecia que el general, en lugar de llevar un bicornio plumado, calza un sombrero de copa con un visible cintillo punzó. ¿Es que sólo se ha cambiado de dictador? es la pregunta.

Una eclosión periodísti­ca anuncia que los nuevos tiempos no serán sencillos. El padre Castañeda, La Avispa, La Camelia y El Torito, que promete “palos de ciego a quien no camine derecho”, azuzan a los provincian­os que están en el Ejército y los convocan a la rebeldía; Los Debates de Mitre y El Nacional de Vélez Sarsfield llaman a Buenos Aires a jugar su papel de “hermana mayor”. Los Debates es heredero de El Agente Comercial que anunció: “ha caído el tirano más ominoso de los siglos”. El gobierno encabezado por López, desde las páginas de El Progreso, intenta defender una propuesta de unificació­n.

Se reúnen los firmantes

El 6 de abril se reúnen las provincias signataria­s del Pacto Federal, en vigencia desde 1831. Urquiza y Benjamín Virasoro, representa­ntes de Entre Ríos y Corrientes, Manuel Leiva de Santa Fe y López de Buenos Aires, firman el Protocolo de Palermo. Acuerdan delegar las relaciones exteriores en Urquiza hasta que se reúna un congreso general.

La convocator­ia a elecciones para la Legislatur­a calienta el ambiente político. Entre acusacione­s de fraude, triunfan el obispo Manuel Escalada y el coronel Bartolomé Mitre. Las aspiracion­es de Valentín Alsina fueron cortadas de raíz por Urquiza que sostuvo a López como gobernador. El entrerrian­o tuvo un momentáneo éxito: el 1 de mayo de 1852 la Sala de Representa­ntes eligió a López por 33 votos sobre 38.

Pero la Legislatur­a bonaerense se distancia de Urquiza. El diputado Francisco Pico propone otorgar a Urquiza “un voto de gracias al Libertador” que se trocó en un mero “voto de gracias”. El 5 de mayo, Urquiza logró acuerdos para sentar las bases de un pacto interprovi­ncial.

El acuerdo

El texto sirvió como punto de partida para la reunión de gobernador­es que se celebra en San Nicolás de los Arroyos, desde el 29 de mayo. La participac­ión de Vicente López provoca una crisis en el gobierno bonaerense. López designa gobernador sustituto al general Manuel G. Pinto lo que provoca el alejamient­o de Alsina.

Diez gobernador­es llegaron a la reunión. Catamarca delegó su representa­ción en Urquiza y Córdoba, Salta y Jujuy no participar­on. Entre los personajes estuvieron Domingo Crespo, gobernador de Santa Fe, Nazario Benavides, de San Juan, Pedro S. Segura, de Mendoza, y Bernardo de Irigoyen, inspirador del federalism­o. Vicente López y Planes concurrió sin el apoyo pleno de su legislatur­a y sin mandato. Por su lado Urquiza se negó a participar en los debates.

En sólo dos días el documento de acuerdo estuvo lis- to. Redactado por López, Pujol, Pico y Leiva se firmó el 31 de mayo y estableció las condicione­s para convocar a un Congreso General Constituye­nte con arreglo a los pactos preexisten­tes y el voto de las provincias. El texto declara la vigencia del Pacto Federal, al que se le da jerarquía de Ley de la nación, subraya las necesidade­s de subordinar los intereses provincial­es a los de la nación y de construir un Ejército integrando las fuerzas locales. Por su texto son abolidos los derechos de tránsito.

Se determina que el encargado de las relaciones exteriores debía organizar la Asamblea magna -que se instalará en Santa Fe-, pagar las dietas de los diputados, inaugurar las sesiones y pro- mulgar la Ley Fundamenta­l y las leyes orgánicas que reglamenta­ran su práctica. El cuerpo quedaría disuelto luego de elegir a las autoridade­s nacionales. Así, Urquiza es investido del cargo de “director provisorio de la Confederac­ión Argentina”, con facultades para garantizar la paz, asegurar las fronteras, defender la República de “cualquier pretensión extranjera”, comandar al ejército, administra­r correos y caminos públicos y nombrar un Consejo de Estado.

El 14 de junio Vicente López reasume la gobernació­n y envía el texto a la legislatur­a y solicita su pronunciam­iento.

La representa­ción igualitari­a en el futuro Congreso y la determinac­ión de que cada provincia pagaría los gastos de la administra­ción nacional de acuerdo al producto de sus aduanas son temas que Vicente López sabe que serán resistidos. No se equivoca.

Rechazo de Buenos Aires

En el nuevo hervidero político que era Buenos Aires, diversos sectores que habían conformand­o un bloque bajo el régimen rosista, encuentran oportunida­d de expresarse como grupos independie­ntes. Detrás de Rosas se habían encolumnad­o tanto quienes lo veían como un representa­nte nacional como los que por medio de la dictadura afirmaban la hegemonía porteña y se daba la extraña situación de que apoyaran a la Confederac­ión grupos ideológica­mente enfrentado­s. Tampoco los “unitarios” tenían una política en común: había entre ellos “rivadavian­os” , otros decididame­nte liberales y también honestos federales enfrentado­s a los métodos dictatoria­les que se habían sentido traicionad­os por Rosas. Éstos conforman una tendencia que, ante el Acuerdo de San Nicolás, sostiene la incorporac­ión de Buenos Aires a la Confederac­ión y entre ellos están López y Planes y su hijo Vicente Fidel López, Hilario Lagos, Juan María Gutiérrez, Francisco Pico y Marcos Paz.

La oposición a Urquiza encuentra dos canales de opinión. Uno lo lidera Bartolomé Mitre y es de tendencia “nacionalis­ta”.

La otra corriente, antiurquic­ista, tiene como líder a Valentín Alsina y derivará en la formación del “Partido Autonomist­a”.

Estos dos últimos grupos confluirán en el partido “liberal”. El acuerdo es rechazado el 6 de junio y el 23, López renuncia. Mitre desde las páginas de Los Debates denuncia que el país puede volver a ser “víctima de una nueva tiranía” y restringe los problemas argentinos a “los excesos de los caudillos sanguinari­os que han oprimido y ensangrent­ado la República”.

Habrá meses de forcejeos políticos hasta que, el 11 de septiembre, fuerzas militares bonaerense­s ocupan la Plaza Mayor. Diez días después Buenos Aires desconoce al Congreso Constituye­nte y retira los poderes otorgados a Urquiza para iniciar un camino distinto y autónomo del resto del país. Poco después Valentín Alsina es designado gobernador de Buenos Aires y Mitre es su ministro de Gobierno y jefe de las Fuerzas Armadas.

El 4 de febrero de 1852, tras vencer a Rosas, Urquiza recibe a una comisión integrada por diplomátic­os y personajes destacados. El documento del Acuerdo, que se cerró a fines de mayo de 1852 , estuvo listo en solo dos días. Después hubo mucha lucha de poder.

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