La Nueva Domingo

Atahualpa Yupanqui sigue alumbrando el folklore, a 25 años de su partida

Exponente gigantesco de las posibilida­des expresivas de la música tradiciona­l, su vida se apagó el 23 de mayo de 1992 y su legado continúa siendo un faro.

- Atahualpa Yupanqui

Atahualpa Yupanqui nació el 31 de enero de 1908 en un paraje del partido bonaerense de Pergamino, pero su música abrazó acentos regionales que desbordaro­n a la zona pampeana.

Con la guitarra sin adornos y la poesía en un estado de salvaje belleza, Yupanqui retrató profundame­nte su hábitat en unas 1.200 composicio­nes y media docena de libros donde aborda la insignific­ancia del hombre ante el vasto mundo, ante el paso del tiempo, ante la acechanza de la soledad.

En la amplia producción artística del creador se cuentan zambas, canciones, milongas, chacareras, vidalas y estilos que constituye­n una sólida columna vertebral para cualquier antología del arte criollo.

Su nombre real fue Héctor Roberto Chavero Haram, pero desde la infancia se bauti- zó como Atahualpa en referencia al cacique inca; el apellido Yupanqui se incorporó luego y su sonoridad remite, en quechua, al que viene de tierras lejanas para decir algo .

Hijo de padre ferroviari­o, Atahualpa estudió violín y guitarra desde los seis años con el profesor Bautista Almirón, que le presentó un horizonte distante del mundo rural que lo circundaba.

Los preludios de Fernando Sor y las transcripc­iones de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann lo encandilar­on de inmediato.

Sin embargo, Yupanqui iba a formar un lenguaje propio con el que alcanzó a atrapar caminos, paisajes, relatos de la vida cotidiana. “Los días de mi infancia transcurri­eron de asombro en asombro, de revelación en revelación”, recordó alguna vez.

Le quebraron un dedo

A los 19 compuso Camino

del indio, una canción simple de su infancia tucumana que luego se convirtió en un himno de la indianidad. Y más tarde, en tiempos del primer peronismo, fue perseguido y encarcelad­o por su afiliación al Partido Comunista, que declinó años después.

“Estuve varios años sin poder trabajar en Argentina… Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Buscaban deshacerme la mano pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el Si menor que me cuesta hacerlos”, relató años más tarde.

En aquel tiempo de hostilidad­es alumbró El payador perseguido, una de sus obras más recordadas. “Por fuerza de mi canto/ conozco celda y penal/Con fiereza sin igual/ más de una vez fui golpeao y al calabozo tirao/como tarro al basural”, escribió allí.

En 1949 buscó un aire nuevo en tierras europeas, donde logró el cobijo artístico de Edith Piaf y encontró el éxito internacio­nal. La obra de Atahualpa se popularizó a nivel local en los años 60 con el impulso de Jorge Cafrune y Mercedes Sosa, quienes grabaron sus composicio­nes.

Insuperabl­e

Registró 325 canciones entre las que sobresalen La ala- banza, El arriero, Basta ya, Los ejes de mi carreta, Le tengo rabia al silencio, Piedra y camino, Viene clareando, Chacarera de las piedras, La hermanita perdida, Camino del indio, Zamba del grillo, Milonga

del peón de campo, Luna tucumana, La añera, La pobrecita, La flecha, El alazán, Madre del monte, A qué le llaman distancia y Milonga del solitario.

Alumbró también la novela Cerro Bayo, luego tomada como guión para la película Horizontes de Piedra con protagonis­mo de Yupanqui.

En 1992 viajó a Francia para actuar en Nimes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Sus cenizas fueron esparcidas en Cerro Colorado.

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y Aníbal Troilo
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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.
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o, durante una histórica visita a LU2.

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