“No me gusta mirar atrás”
GUSTAVO SANTAOLALLA NO SE CANSA DE CRECER. ESTRENÓ UN MUSICAL EN LOS ESTADOS UNIDOS, TRABAJA CON ERIC CLAPTON Y COMPONE PARA LA BANDA DE SONIDO DE UN VIDEOJUEGO Y UNA SERIE TELEVISIVA. AQUÍ ADELANTA LA GIRA QUE LO TRAERÁ DE VUELTA AL PAÍS.
Del otro lado del teléfono, la voz se oye nítida. El acento intacto, como si nunca se hubiera ido de Buenos Aires. Es media mañana allá en Los Ángeles, donde reside, y a Gustavo Santaolalla se lo escucha esco, con unas ganas auténticas de hablar sobre su obra musical. Su propia vida. El dos veces ganador del Óscar (por Secreto en la montaña en 2006 y por Babel en 2007) tiene mucho para contar. Puede arrancar por sus proyectos con Café Tacvba o con Eric Clapton, seguir con sus composiciones para la serie Making A Murderer o para la segunda entrega del videojuego The Last Of Us (después de su exitosa participación en la primera parte), y concluir con el tour que lo hará regresar al país. Es que tiene múltiples facetas, aunque nunca se aparte de su esencia: la música, el origen de sus ideas. “A mí no me gusta mucho mirar hacia atrás. No construí mi carrera a partir de la nostalgia, sino más bien tratando siempre de innovar, incluso desafiando hasta las cosas que ya había hecho. Pasé por diversos rubros: de artista a productor, de productor a músico de cine, de músico de cine a músico de videos… Lo último que hice fue un musical, bautizado Arrabal. Y estoy con otro que Guillermo del Toro está preparando con Cirque du Soleil. Siempre me mantuve inquieto, buscando algo distinto que me pudiera sacar de mi zona de confort”, confiesa el cantante, productor, compositor e instrumentista, en pareja con la fotógrafa Alejandra Palacios.
Sin embargo, su flamante disco Raconto y la gira Desandando el camino, que dio su puntapié inicial en diciembre pasado en el teatro Colón (nada más y nada menos), y con la que desembarcará en diferentes rincones de Latinoamérica y la Argentina, sabe un poco a revisión –allí repasará su vastísima obra, desde los temas de Arco Iris y Bajofondo hasta los de la banda de sonido de las películas hollywoodenses–. Y él lo sabe. “Muy de vez en cuando me paro para darme vuelta y analizar todo lo que recorrí. Son excepciones y esta es una de ellas –admite–. No sé si será por mis sesenta y cinco años, pero empecé a reflexionar y caí en la cuenta de lo lindo e interesante que sería, precisamente, desandar el camino a través de mis canciones. Intenté que estuviesen reflejadas distintas épocas, aunque debo confesar que puse un acento bastante fuerte en etapas muy tempranas, ya que coincide con la reedición del primer álbum de Arco Iris”.
–¿Qué te pasa por dentro cuando escuchás e interpretás tus primeras creaciones?
–Me reconforta mucho ya que tienen algo atemporal. De hecho, muchas de ellas son sumamente modernas.
–Y vigentes…
–Sí, y eso pasa tanto con la música como con la lírica. Creo que todos los artistas buscan eso: hacer algo que no responda solo a una moda, a un momento.
–¿Por qué esa alianza indisoluble con Café Tacvba?
–Para mí es una de las mejores bandas del mundo. Es enormemente placentero trabajar con ellos, ya que tienen una capacidad de reinvención increíble. Nunca dejan de ser Café Tacvba, pero siempre aparecen con algo novedoso, sorpresivo. Pero más allá del vínculo artístico, nos une una amistad muy profunda. Todos sus discos de estudio los hicimos juntos. Esa combinación que logramos nos da una comunión alucinante. Mientras eso continúe pasando, seguiremos. Estoy muy orgulloso de ser, de alguna manera, una especie de integrante más del grupo.
–Cuando llega un proyecto a tus manos, ¿qué tenés en cuenta para decidir si lo hacés o no?
–En este momento, más allá de lo de Café Tacvba, me tomé unas vacaciones para abocarme más a los proyectos personales. Pero lo que busco encontrar es una persona o un grupo con una gran visión artística y estética. Y que tanto en su música como en su lírica aporte algo innovador, de peso. Eso es lo primero que me fijo. Luego, obviamente, tengo que saber si el otro es compatible con mi forma de trabajar, y si tiene la capacidad de seleccionar, de entender que no todo lo que grabó es increíble, que hay cosas excelentes, muy buenas, regulares y, otras, ancamente desechables. Hay que tener esa “apertura” de mente: no todo es maravilloso. Allí suelen generarse problemas, pero si congenian con mi metodología, está todo dado.
–¿Cómo aparece la posibilidad de trabajar con Eric Clapton? ¿Es cierto que él pidió exclusivamente por vos?
–Sí, y eso es lo más interesante de toda esta movida. Para mí, tiene un valor incalculable. Estamos haciendo un documental sobre su vida. Por supuesto, nos conocimos y me transmitió sus pensamientos. Es una persona que no solo se preocupó por interiorizarse acerca de la música que iba a hacer para el documental, sino también por la del resto de mi carrera. Es una gratificación enorme ya que él es uno de mis artistas favoritos. Además, los resultados previos son alentadores y fueron bien recibidos. Estoy muy contento de haberme involucrado en este proyecto.
Lo de las celebridades y Santaolalla no es casualidad. Ganador de un Globo de Oro, quince Grammy y dos BAFTA, colaboró con el mismísimo Leonardo Di Caprio para Antes que sea tarde, el documental que trata acerca de los perjuicios que acarrea el efecto del cambio climático. El cuidado de la Tierra es uno de los temas que más lo entusiasman, así como debatir sobre la escena musical actual. “Considero que esta atraviesa un momento espectacular, alucinante. Gracias a Internet, se puede tener acceso a música del pasado y del presente, con una facilidad que antes no se tenía. La industria discográfica mejoró en todos los aspectos: hasta en cómo se distribuye la música –opina quien ya produjo más de cien álbumes. Y agrega–: Me parece que no solo es la más linda de las artes, sino la de mayor importancia. Con los directores de cine solemos charlar sobre las diferencias entre un arte y el otro. El cine es exactamente opuesto a la música, ya que existen muchas más variables: las cámaras, los actores, la fotografía, después hay que revelar el material, editarlo, sonorizarlo. La música tiene un no sé qué que la hace distinta”.
–En una sociedad global tan convulsionada: ¿Lo único que nos “salva” es la música?
–Entre todas sus virtudes, la música es vibración. Esa se-
cuencia puede aprovecharse. Por ejemplo, es sabido que tiene capacidades terapéuticas, por lo que puede "manejar" nuestro estado de ánimo. Es hermosa.
–¿Qué le aportó Latinoamérica a la música en general y al rock en particular?
–Cada lugar del mundo aporta algo que tiene que ver con su identidad. En definitiva, lo que hacen los artistas es representar y reflejar de dónde vienen. Yo creo que Latinoamérica ofrece una cosa maravillosa: la combinación de diversos factores, desde la confrontación cultural que se produjo cuando llegaron los españoles, hasta un elemento indígena y “afro” que es notorio en el candombe uruguayo y en el tango argentino.
–De ahí nuestro capital…
–Sí, esa combinación de etnias se mezcló de una forma muy orgánica. El cóctel de lo nativo con lo de Europa y lo de Áica formaron la música latina. El aporte que le hicimos al mundo es enorme, riquísimo.
–¿Qué artistas te impactaron y pensás que pueden causar sensación en los próximos años?
–Hay muchos que me gustan. Escucho a Los Espíritus y
Onda Vaga. Y me encanta El Jardín de Ordoñez, el grupo de Ramiro Flores. A su vez, hay una comunidad de músicos muy interesantes haciendo jazz contemporáneo. Por suerte, surgen muchísimos talentos con futuro.
–Para terminar y aunque no te guste demasiado: ¿Qué ves cuando mirás para atrás?
–Mucho trabajo. Una fortísima determinación que me llevó a explorar y a producir a grandes volúmenes. De hecho, estoy seguro de que muy poca gente conoce todo lo que yo hice. Veo eso: una dedicación y una devoción muy grandes. Y eso me gusta, me pone contento.