Lautaro Martínez, todo un ejemplo que trasciende las canchas
Además de su pasión por el fútbol y de romper vidrios y veladores, Lautaro también fue un alumno ejemplar.
Sin dudas que en el hogar de la familia Martínez, la pelota de fútbol siempre fue el más preciado tesoro.
Lo era y lo sigue siendo para Mario. Lo es y lo seguirá siendo para sus hijos Lautaro y Alan, bien arraigados a los gustos de su padre, ya que Jano optó por jugar al básquetbol.
El hogar era el lugar indicado para juntarse a patear. Entre amigos o con la presencia de Pelusa (Mario), quien era regañado a la par de sus hijos cuando pasaba algo inoportuno: un vidrio roto o la pelota, a la hora de la siesta, que caía en el patio del vecino Julio, quien recién la devolvía al día siguiente si es que estaba de buen humor.
En el patio de amplias dimensiones siempre había lugar para invitados, aunque el balón seguía rodando de noche y cualquier lugar de la casa era apto, hasta hasta agotar la paciencia y los límites de mamá Karina.
La familia lleva encima la pasión por el fútbol transmitida por herencia de sangre. Lautaro logró trascender, aunque todo tiene su razón de ser. “Cuando empezó a caminar iba conmigo a los entrenamientos. No tenía ni dos años y pateaba con fuerza. Era mascota en los partido y luego, ya más grande, entraba al vestuario y escuchaba las charlas técnicas. Siempre estuvo atento a todo. Miraba tele y me preguntaba por las faltas o el offside. Le gustaba con locura”, afirmó Mario, recordado lateral izquierdo que hizo la mayor parte de su carrera en Villa Mitre y luego pasó por Rosario, Liniers y San Francisco.
Los primeros pasos
En Liniers comenzó a competir en predécima, de la mano de Alberto “Pichu” Desideri.
Debutó con la categoría '96, aunque él era un año más chico.
“Un '7' ligero, desbordaba y tiraba centros. En poco tiempo se hizo cargo de las pelotas paradas, y los córners. Tenía la virtud de marcar diferencias. Con los años fue puliendo su juego, aunque ya se le veían actitudes de buen jugador”, sostuvo Mario.
--¿Cómo hacía para compatibilizar el fútbol con los estudios?
--Siempre estuvo preparado de la cabeza, sabía lo que quería. En la cancha contrarrestaba su físico pequeño con inteligencia. En la escuela siempre anduvo bien, era una condición que imponía mi señora (Karina Vanesa Gutiérrez) y Lauti era aplicado, prestaba atención en clase. Tal es así que el secundario lo terminó estando en Racing y sin llevarse ninguna materia. Hasta fue abanderado e integró el cuadro de honor.
--¿La convivencia entre los hermanos siempre fue buena?
--Sí (risas). Para bien y para mal. Jugaban juntos a la pelota, la escondida o estaban con las bicicletas. También cuando rompían un jarrón, un velador o un vidrio se apañaban, no eran de mandarse al frente.
--¿Cuando Lauti era chico, estuviste presente en todos los partidos?
--Te diría que en un 90 por ciento. Viví todo su crecimiento. Recuerdo que estando en la sexta de Liniers reforzó a la cuarta en una final ante La Armonía. Metió un gol y salieron campeones.
“Ahora lo sigo en Racing, donde su evolución me sorprende día a día. Estuve, además, el en Sudamericano de Ecuador y en el Mundial de Corea”.
--¿El gol de Lautaro que más te gustó?
--Se lo convirtió a La Armonía, en cancha de Puerto Comercial. Néstor Comino era el técnico de Liniers. Se sacó un par de rivales de encima y le pegó de la mitad de cancha para clavar la pelota en un ángulo. No me olvido más.