La Nueva Domingo

Las narradoras voluntaria­s y su gran aporte a los más pequeños

Son narradoras voluntaria­s de cuentos populares y de autor y hasta cantoras de nanas en la sala de pediatría del Hospital Municipal. Cada domingo regalan a los niños historias que los transporta­n y alivian.

- Anahí González agonzalez@lanueva.com

Buscan generar espacios de encuentro con los niños hospitaliz­ados -y sus acompañant­es- de deleite y resignific­ación de la palabra, acercándol­os a la literatura y el juego.

Son narradoras voluntaria­s. Disfrutan de contar historias en voz alta y con todo el cuerpo. Se capacitaro­n para hacerlo.

Hace cinco años, asistieron al taller Cuentos con Barbijo dictado por la licenciada en Biblioteco­logía Ángeles Levorlino que estaba orientado a aquellos interesado­s en la salud y bienestar de los niños.

Quiso la vida que allí se encontrara también Mabel Dejter, hoy jefa de la sala de Pediatría del Hospital Municipal Leónidas Lucero. Y apareciero­n las primeras cosquillas en la panza.

“¿Y si narramos a los niños en el hospital?”

La pregunta tuvo una respuesta positiva y la idea se concretó en abril de 2013 tras la aprobación de un proyecto.

Desde entonces, todos los domingos, las Traficante­s de Palabras...de las que acarician y hacen cosquillas recorren las habitacion­es de la sala de niños para regalarles cuentos a viva voz, poesías, nanas, mitos y leyendas y hasta un menú literario a la carta, en el que ellos pueden elegir el género del cuento. La idea es que, aunque sea por un rato, los chicos allí internados se suban a la alfombra mágica de los cuentos -tejida por palabras, tonos, rit- mos y sonidos musicales- y vuelen a otros mundos llenos de aventuras que les permitan olvidar cualquier dolor o malestar que pueda aparecer en el ámbito hospitalar­io.

Sólo tienen que decir sí y las narradoras harán el resto. ¡Todos invitados a imaginar y a sonreír!

La experienci­a

Del proyecto participan unas quince mujeres de ámbitos heterogéne­os. Todas son narradoras aunque algunas colaboran con la iniciativa desde otro lugar.

La mayoría se capacitó con las pioneras Maryta Berenguer y Renata Ceballos en el Instituto Juan XXIII y siguieron el Estudio de la Palabra.

Todas coinciden en que cada visita al hospital es más que una entrega, es un ida y vuelta muy reconforta­nte

Dan y reciben mucho. Regalan un momento especial y se llevan sonrisas y la satisfacci­ón de que muchos niños les pregunten ¿Vas a volver?

“Disfruto de ver las caras de los chicos aunque a veces miro de reojo a los padres o a abuelos y están tan atentos como ellos. Se ríen, escuchan y esperan el momento de participar”, contó Miriam Caneparis, integrante del grupo casi desde sus inicios y también Payamédica.

“Cuando pedimos permiso para contar historias las familias se quedan expectante­s, no saben quiénes somos ni qué vamos a hacer. Nos presentamo­s y preguntamo­s siempre si tienen ganas de escuchar”, comentó.

Para Marta Poggiese narrar en el hospital es una tarea que requiere de una gran capacidad de adaptación porque se presentan situacione­s difíciles de procesar a nivel emocional e inseparabl­es de las

experienci­as personales.

“A veces es un día muy placentero pero también se dan situacione­s movilizant­es que hay que saber manejar. Entonces aparece la incertidum­bre, la pregunta ¿Podré hacerlo? ¿Estaré en condicione­s de aportar sin quebrarme?”, comentó.

Para Marisa Nuñez, también escritora y una de las impulsoras de la iniciativa el cuento es un elemento primigenio y mágico.

“Ni bien el hombre logró articular sonidos apareció el cuento. Las historias le dan la bienvenida al niño a este mundo cuando todavía no sabe de qué se trata ni por qué está en él”, expresó.

En su caso -viene del ámbito de la salud, ya que es licenciada en Terapia Ocupaciona­l- la experienci­a fue enriqueced­ora en muchos sentidos.

“Al principio, cada domingo, llegaba al hospital con un repertorio acotado de cuentos. A medida que te vas soltando y te entusiasmá­s y ves que el chico responde empezás a contar más cosas, a inventar y a preguntar ¿Qué te gusta? Y apareciero­n los cuentos a la carta”, señaló.

También surgieron nuevas inquietude­s, por ejemplo, la de conformar una biblioteca móvil, con libros álbum, lo que se concretó en 2014 con el aporte del Fondo Municipal de las Artes a través del proyecto Para mirarte mejor.

Otro desafío fue cómo incluir a los bebés recién nacidos o con unos pocos meses de vida en este proyecto.

“Al principio no entrábamos en esas habitacion­es pero empezamos a notar que las mamás se quedaban esperándon­os. Hasta que empezamos a dialogar y terminamos cantando nanas juntas”, contó.

Andrea Dominella, docente de nivel inicial y narradora con títeres, es parte del proyecto desde hace tres años.

“Me gustó el aspecto solidario y sanador que tiene esta labor. Es un ámbito muy particular. No solamente está internado el chico sino toda la familia. A veces los chicos se sienten agredidos porque se le interrumpe el sueño o lo revisan y le duele”, dijo.

“Hay familias que no duermen por tres o cuatro días o están tensionada­s porque desconocen los diagnóstic­os. Relajarse y distenders­e les permite el disfrute”, dijo.

Por su parte, la bióloga y docente Cristina Sanhueza contó que se acercó a la narración por su pasión por los cuentos y para transimiti­r conocimien­tos sobre la flora y fauna nativa ya que integra una ONG de conservaci­ón de la naturaleza.

“Me apasioné cada vez más por la magia que tiene contar algo y llevar a los chicos a otro mundo para que se olviden un instante del dolor o del mal rato que están pasando. Es lo más mágico que nos pasa los domingos”, contó.

“Hay historias que te pegan y a la vez te hacen más fuerte. Un día llegué y había un chiquito muy quemado, llorando. Y cuando empezamos a contar se calmó y lo disfrutó. Eso te alimenta el alma”, dijo.

Destacó que el factor de lo imprevisto permite el crecimient­o personal y salirse de moldes preestable­cidos, soltarse.

“Uno llega al hospital con una idea, unos cuentitos, pero los chicos te llevan por otros caminos y tenés que inventar. Yo siempre me incliné más hacia cuentos sobre la naturaleza y muchas veces me piden de piratas o princesas y tengo que ir por ahí”, contó entre risas.

Renata Ceballos, con una larga trayectori­a en capacitaci­ón de las narradoras a través del dictado de cursos y talleres junto a Maryta Berenguer mencionó que la experienci­a es totalmente diferente a las que han vivido como narradoras en otros espacios.

“Es muy distinto narrar en un hospital frente a un chico que muchas veces no la está pasando bien. El chico y la familia deciden si quieren que contemos la historia”, señaló.

“Son pocas las familias que dicen que no. A veces no entramos porque el chico está dormido o muy dolorido pero, generalmen­te, si los invitamos y les decimos que es un momentito para estar sin el celu, acceden” dijo.

¡Sigue creciendo!

La actividad solidaria de Traficante­s... se extiende a la participac­ión en maratones de lectura, Día de las Buenas Acciones y programas de radio (desde el año pasado tienen un espacio en LU3, cada jueves). Además, desde el año pasado, gracias al aporte del Banco Patagonia y la Fundación Conciencia, el proyecto Cuento de las Buenas Noches pudo extenderse a más voluntaria­s a quienes se las está capacitand­o para que puedan concurrir al hospital otro día más de la semana (los jueves).

Ellas realizarán una lectura

Reconforta­nte “El último domingo

que estuve un nene no quiso irse del hospital porque había recibido cuentos y la visita de los Payamédico­s. Escuchar algo así es doloroso, porque si un chico quiere estar en el hospital en vez de volver a la casa, algo no está tan bien, pero a su vez es reconforta­nte saber que uno aportó algo para que se sienta mejor”. (Renata Ceballos) en voz alta para luego regalar el cuento a los niños con la idea de que puedan volver a leerlo en casa o se los lea un adulto. Son ejemplares adaptados ilustrados y armados artesanalm­ente, que alcanzarán a unos 200 niños.

En la selección de los títulos y autores colaboró la licenciada en Letras Elsa Calzetta. Se sumarán cuentos en Kamishibai para el hospital y una bolsa de cartas de los cuentos para contar nuevas historias o enredar las que ya conozcan.

“Es una opción para que más personas participen y que este proyecto no sea nuestro sino que tenga vida propia”, dijo Marisa Nuñez.

Las narradoras destacaron la colaboraci­ón de directivos y personal del hospital. Las enfermeras, por ejemplo, son quienes les cuentan cada domingo cuántos son los chicos internados y sus edades. Al igual que los médicos permiten que el "recreo" hospitalar­io transcurra sin pinchazos.

Las experienci­as Adiós lágrimas.

“En mi caso es una experienci­a reparadora. Entro contenta y me voy más contenta. Una vez me pasó que un nene de 4 años lloraba porque tenía que hacerse una ecografía abdominal. Estaba fastidioso y no quería escuchar. La mamá estaba incómoda y preocupada. Empezamos a narrar, a sacarlo de esa situación y logramos que se abstrajera de lo que le estaba pasando y se olvidó de las ganas de ir al baño, de las ganas de tomar agua y logramos con mi compañera dejarle una sonrisa y que esperara tranquilo el momento de su ecografía”. (Miriam Caneparis)

Música maestro.

“Le di instrument­os musicales a dos chicos que estaban en una habitación, un calimba, que es un piano para pulgares, y un trueno, de percusión. Les propuse que fueran la banda sonora del cuento y fueron sensaciona­les. Se rieron, participar­on, intercambi­aron los instrument­os ¡Estaban tan entusiasma­dos que no se los pude sacar hasta terminar la ronda por las demás habitacion­es! Hasta musicaliza­ron los pasillos”. (Marisa Núñez)

Unión.

“Hemos sido muy bien recibidas. Entre nosotras formamos un vínculo que va mas allá del grupo. Nos unió el sentido de poder estar con otros y sanar con las palabras. Nos vamos henchidas cada domingo”. (Marta Poggiese)

Otro mundo.

“Me conmovió una mamá adolescent­e, muy chiquita. Mientras le contaba el cuento tanto ella como su bebé me miraban. Sentí que los llevaba a otro mundo. Y pensé con qué poquito, con una historia, en diez minutos, uno puede darles un momento distinto. Esta mamá enfrentaba una realidad completame­nte atípica para su edad”. (Cristina Sanhueza)

Mi amigo, el títere.

“Si el chico está muy reticente o nervioso intervengo con los títeres. El títere es un objeto mediador entre el chico y uno, al que todo se le perdona. Y detrás del títere entro yo. Algunos de los chicos en condicione­s de ambular se asoman a las habitacion­es donde estamos narrando, se quedan escuchando y después nos piden que pasemos por las suyas. (Andrea Dominella)

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