La Nueva Domingo

Con nombre propio

MAXIMILIAN­O PATANE ES UNO DE LOS MODELOS ARGENTINOS CON MAYOR PROYECCIÓN INTERNACIO­NAL. TRIUNFA EN EUROPA, DONDE YA CAUTIVÓ A LOS GRANDES DISEÑADORE­S.

- Por: Natalia Miguelezzi. Fotos: Gentileza Grupo Mass.

Su estilo es así: babuchas étnicas, kimonos coloridos, amuletos colgando del cuello, alpargatas de campesino. Y la barba tupida y el pelo largo con destellos dorados, son su obsesión. De a pasitos, Maximilian­o Patane logró que su estilo se transforma­ra en una marca registrada. Hoy, es uno de los modelos más cotizados del momento. Convocado por marcas de diseño de renombre ( Gucci, Brioni, Ar

mani), se luce en las pasarelas más importante­s y es el protagonis­ta de produccion­es de primera línea, fotografia­das

por el mismísimo Mario Testino. Tan bohemio como independie­nte, su interés por la moda empezó hace quince años. Poco antes de cumplir los veinte, y atraído por la cultura y los viajes, dejó la Argentina para descubrir el mundo. Pero, de alguna manera, el mundo lo encontró a él, y a su imagen atípica de rasgos angulosos. “Oportunida­des sobran, solo hay que saber aprovechar­las y hacer lo que uno siente. La creativida­d es una idea que

siempre me acompaña”, confiesa quien se inició de la mano de Tommy Dunster, que lo conectó con un representa­nte para trabajar en el Viejo Continente. Sus días laborales son alternos y maneja una comprometi­da agenda de actividade­s que incluye desfiles, eventos de moda y presentaci­ones. Con ciento ochenta y ocho centímetro­s de altura, desliza que, siempre y cuando no esté arriba de un avión, cierra cada jornada con una alguna salida con amigos o respondien­do e-mails y llamadas. “A veces viajo con gente que ni habla en inglés, por lo que me resulta muy difícil comunicarm­e. Me muero. El obstáculo más grande que tuve que su

perar en mi trabajo fue sentirme solo”, admite quien es dueño de un look entre bohemio y dandy, y alterna su lugar de residencia entre París, Nueva York e Ibiza. Profesiona­l entusiasta, asegura que puede vender con la misma facilidad un cárdigan de cinco euros que una prenda de doce mil. Y eso, dice, se debe a su personalid­ad, seguridad, actitud y constancia. La suma de esas partes conforman su valor diferencia­l.

El hombre detrás del modelo

Libriano y fanático del diseñador Rick Owens y de las botas texanas, a Maxi le encantan el arte, los libros ( El mun

do secreto de los sueños, de Julia Parker, es uno de sus preferidos), el cine (elige el filme El cocinero, el ladrón, su mujer

y su amante del director Peter Greenaway) y, sobre todo, la pintura. Apasionado por la vida, podría definirse como un ser que evoluciona y busca constantem­ente lo nuevo. Sin miedos. Como un personaje bíblico expulsado del paraíso, asegura no importarle la apariencia. “Cada día le presto menos atención al hecho de vestirme. Menos es más. No sigo los cánones de la moda y me gusta lucir natural. No hay por qué inventar nada”, subraya quien es la cara de la última colección de Rochas París de Argentina. Aunque por momentos pueda parecer callado o introverti­do, es un hombre cercano, de personalid­ad magnética, entre salvaje y espiritual. Militante de un estilo de vida natural, practica yoga y meditación en la villa que tiene en Ibiza. Allí pasa largas temporadas para descansar y recuperars­e del ajetreo profesiona­l. “La isla es distinta a todo. Tiene una energía increíble, pero eso tiene que ir de la mano de la mentalidad, porque, de lo contrario, no tenés más que gente sentada en una playa”, sentencia. En la actualidad, Maxi intercala las obligacion­es con proyectos propios, como personaliz­ar prendas vintage e intervenir­las con pintura. “Yo las llamo piezas artísticas. Es muy particular, no apto para los clásicos. No obstante, el desafío más grande que encaro en este momento es un hotel spa con muchos secretos”, anticipa sin querer dar muchos detalles.

Como el vino

La carrera del modelo hombre es totalmente diferente a la de las mujeres. Las exigencias no son tantas… más bien lo contrario. En los últimos años, la industria masculina se interesa por imágenes de varones exitosos, maduros y distinguid­os. Todo esto hace que la profesión pueda extenderse y hasta volverse más descontrac­turada. “No tenemos que estar impecables todo el tiempo. Al contrario, diría que cuanto más natural nos mostremos, mejor. Es muchísimo más relajado. Además, los hombres somos como el vino: nos ponemos mejor con la edad”, confirma. Los cuidados de Maxi exceden la nutrición, por lo que encara otras actividade­s que lo mantienen emocional y espiritual­mente en forma. Para él, esa es su manera de estar en línea. Piensa en la competenci­a, claro, pero antes en sí mismo. “Soy disciplina­do y me tomo muy en serio lo que hago. Ser divo o histérico no va. Hay que estar bien plantado para que el trabajo no te mate”, concluye quien nunca pasa desapercib­ido y apuesta siempre por la originalid­ad. Mal no le va.

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