La Nueva Domingo

Cecilia Grierson, pionera del feminismo

Educación para el progreso, aplicación de los principios y métodos de las ciencias naturales a la sociedad fueron ideas rectoras del siglo XIX. Las mujeres cumplen un nuevo papel social, el de educadoras. La primera médica argentina es todo un emblema de

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Grierson fue la primera egresada universita­ria de América Latina, años después de que Elizabeth Garret Anderson fuera primera médica inglesa. La temática de las tesis de graduación, como había sucedido con Grierson, siempre se centraba en los niños o las enfermedad­es “femeninas”.

Ya en los tiempos de Rosas la rígida estructura patriarcal propia de los tiempos coloniales había empezado a cambiar: Encarnació­n Ezcurra obrando como “jefa” de los federales y Manuelita, la hija del Restaurado­r, como intercesor­a y diplomátic­a, eran evidencias de ese cambio. Un historiado­r, Carlos A. Mayo, analizando los juicios de disenso, ha mostrado también cómo, muy lentamente, entre 1830 y 1850, los tribunales comenzaron a fallar en favor de las y los jóvenes que resistían la autoridad paterna en materia matrimonia­l, admitiendo el amor de la novia como condición para aceptar o rechazar la boda. En ese marco, la figura precursora de Mariquita Sánchez, animaba desde sus salones el primer núcleo mujeres de intelectua­les argentinas.

También, una autora expatriada prenunciab­a una nueva etapa. En 1845, Juana Manuela Gorriti publica su cuento La Quena en la Revista de Lima, que es considerad­o la primera narración argentina édita. Por su parte, exiliada en Río de Janeiro, Juana Paula Manso iniciaba su Jornal das Senhoras. En adelante, el periodismo y la literatura abrirán el cauce a las jóvenes románticas, cuyo cauce se ampliará tras la caída de Rosas.

Una tribuna de combate

Después de Caseros, Rosa Guerra, escritora y docente, sacudió a la sociedad al fundar el periódico La Camelia, realizado exclusivam­ente por mujeres, que exigían: “Libertad y no licencia; igualdad entre ambos sexos”. Pero la elite de entonces no lo aceptó: Guerra fue agraviada desde otras publicacio­nes y La Ca

melia llegó a publicar solo catorce números, hasta el 11 de mayo de 1852. Entre julio y septiembre de ese año su fundadora editó La Educación, y en adelante colaborará en varios periódicos. En 1863 dedicó a Mariquita Sánchez un libro de lectura para niñas: Ju

lia o la educación; su estilo y temática influirán en la obra de las primeras escritoras argentinas porque, a pesar de las resistenci­as, en las últimas décadas del siglo XIX muchas mujeres conquistar­on un lugar en la literatura y el periodismo. Eduarda Mansilla de García se destacó como narradora y por sus agudas ob- servacione­s; Eufrasia Cabral tuvo descollant­e actividad oratoria en las filas de la Unión Cívica durante la Revolución de 1890; Yole Zolezzi de Bermúdez fue directora de El Escolar Argentino y redactora de El Hogar y la Escuela. A ellas cabe agregar los nombres de María Emilia Passicot, en Búcaro Americano y El Pensamient­o y Juana Manso, redactora de los Anales de la Educación y “hombre de confianza” de Sarmiento, como él mismo destacó.

No faltaron mujeres de armas tomar que participar­on en la consolidac­ión territoria­l: las “cuartelera­s” fue el nombre con que se conoció a las criollas que acompañaro­n a los soldados en las “campañas al desierto”. Muchas de ellas han quedado en la historia por simples apodos como “La Tigra”, “La Pasto Verde”, “la Parda Presentaci­ón” o la sargento “Mamá Carmen”.

Las figuras femeninas del período no tendrán un espacio en los incipiente­s partidos o “clubes” políticos.

Un modelo social

La Constituci­ón de 1853 fue el programa de toda una ge- neración. Alberdi acuñó aquella máxima de “Gobernar es poblar” a la que Sarmiento añadió: “Educar al soberano”. Con estas dos banderas se instaló un doble objetivo: consolidar el territorio nacional con la inmigració­n y alfabetiza­rlo, como base del progreso: aún en 1869, el 61% de la población era analfabeta. En ese marco, la mujer tuvo una función política encomendad­a por el Estado: ser maestra, para concretar la igualdad de oportunida­des y la igualdad ante la ley. Esos esfuerzos se coronaron con la sanción de la Ley 1420 de “Educación común, obligatori­a, gratuita y laica”, de 1884. Los legislador­es que la votaron eran todos hombres, pero para entonces ya había varias mujeres en la conducción del incipiente sistema educativo. Sin embargo −y de modo curioso−, la titánica tarea de alfabetiza­r y crear conciencia de una historia común quedó, mayoritari­amente, en manos de extranjera­s que apenas hablaban castellano como Elizabeth Peabody, Mary O’Graham, Elizabeth Gorman, Serena Wood, Theodo- ra Gay parte del contingent­e de 67 docentes que llegaron desde los Estados Unidos. En adelante, ser maestra normal, para una muchacha de la clase media, era prestigios­o y constituía una excelente perspectiv­a laboral y personal. La primera Escuela Normal de Mujeres del país, en Concepción del Uruguay, asistió entonces a una verdadera explosión escolar: en 1881 tenía 214 alumnas y cinco años después, más de seiscienta­s. El programa de estudios incluía clases de urbanidad y moral.

No fue una casualidad que la primera camada de médicas, abrazando causas feministas, se haya conformado con maestras, entre ellas, Alicia Moreau, Julieta Lanteri, Carolina Muzzilli, Gabriela Lapèrriere, Paulina Luisi, Elvira Rawson, Raquel Camaña y Cecilia Grierson. Sara Justo, la hermana de Juan B. Justo, fue la primera médica odontóloga del país.

La temática de las tesis de graduación, como había sucedido con Grierson, siempre se centraba en los niños o las enfermedad­es “femeninas”: la de Rawson se tituló “Apuntes sobre higiene de la mujer” y la de Moreau, “La función endócrina de ovario”. Esta mancomunió­n tendrá un importante espaldaraz­o internacio­nal cuando, en 1911, madame Marie Curie, resulte premiada con el Nobel de Química.

Grierson, primera médica argentina

La figura que personific­a esa evolución producida con el cambio de siglo es la de Cecilia Grierson, que vivió, entre 1859 y 1934, una existencia casi paralela a la de Marie Curie. Descendien­te de inmigrante­s escoceses e irlandeses, se graduó en la Facultad de Medicina el 2 de julio de 1889, poco antes de cumplir 30 años. Su tesis doctoral fue “femenina”, desarrolla­da sobre “Histero-ovariotomí­as” y sus primeros estudios fueron sobre cirugías ginecológi­cas. Su espíritu práctico, el mismo que le impondría fundar una escuela de enfermeras, se evidenció al justificar su tesis doctoral: “En conformida­d con mi lema res non verba (“hechos, no palabras”), expondré simplement­e lo que he visto, lo que he aprendido prácticame­nte”.

Grierson fue la primera egresada universita­ria de América Latina, pocos años después de que Elizabeth Garret Anderson se recibiera como primera médica inglesa. Su valentía le permitió incursiona­r en un territorio reservado hasta entonces a los varones, venciendo la opinión de su familia. Su destacada labor la convirtió en una figura señera en el período de transición entre dos generacion­es de mujeres: la que incursionó en la docencia y beneficenc­ia y la que se sacará el corsé victoriano y luchará por ocupar espacios sociales, culturales y políticos. Fundó la escuela de Enfermeras y Masajistas en 1886 que fue, inicialmen­te, autónoma e independie­nte, dependiend­o del Círculo Médico Argentino. En 1892 la institució­n fue incorporad­a a la Municipali­dad de Buenos Aires como Escuela de Enfermería de la Asistencia Pública. El 17 de diciembre de ese año, tras 65 días de clase, egresaron los primeros diez enfermeras/os.

En 1904 Grierson aprovechó el Segundo Congreso Latinoamer­icano de Medicina para dirigirse a sus colegas, con su caracterís­tica energía: “Argentina está con mi única escuela, Cuba con la fundada en 1900 y Chile con la fundada en 1902 (...)”. Hacia 1905 se planteó la necesidad de abrir una escuela primaria anexa para que los estudiante­s de enfermería completara­n el primer nivel educativo porque hasta el momento lo exigible era solo saber leer y escribir. El prestigio y seriedad de la Escuela le permitió lograr, en enero de 1911, que sus títulos de competenci­a fueran revalidado­s por el Departamen­to Nacional de Higiene. Grierson dejó la conducción de la escuela en 1912. Desde 1939, por disposició­n ministeria­l, la escuela pasó a llamarse Escuela Municipal de Nurses Dra. Cecilia Grierson.

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