La Nueva Domingo

El culpable

- Por Emepé

Recién cuando la camioneta de la Policía se estacionó frente a su casa él entendió que ya no podía hacer más nada por la perversa.

Él entregó hasta su dignidad. Ya no reía. Estaba derrotado, justo él derrotado. Había nacido casi derrotado pero salió a pelearle a la vida. Y ya había llegado al empate.

Recién cuando agarró el papel que le dejó la Policía entendió que ya no podía hacer más nada por la perversa.

Tan ruin era esa mujer que usaba la digna lucha del Ni Una Menos para extorsiona­rlo:

—Mirá que ahora te hago una denuncia por violencia de género, eh.

A él. Justo a él que se había resignado a los momentos que ella eligiera, a los momentos que ella podía escaparse. A él que había corrido en las madrugadas ante cualquier mínimo pedido. Sin medir. Arriesgánd­olo todo.

Recién cuando entró a la comisaría para ver por qué ella lo había denunciado en- tendió que ya no podía hacer más nada por la perversa.

No midió el daño que se estaba haciendo. No le importó ser el otro. Entendía que ella lo necesitaba a veces. Entendía que ella tenía que eliminar con esos actos sus ausencias de la cama de su marido. La comprendía. Seguía amándola. Se sometía a su tiranía.

Recién cuando le pusieron las esposas entendió que ya no podía hacer más nada por la perversa.

No preguntó. La siguió amando en la sombra. Ahora en un silencio tan silencioso que me lastimaba cada vez que lo visitaba.

Recién detrás de las rejas entendió que ya no podía hacer más nada por la perversa.

Le vi algunas lágrimas en sus ojos. Y decidió romper el silencio:

—Estoy feliz. Me eligió, por primera vez me eligió de verdad. ¿Entendés?

Aunque ella lo hubiera hecho para encontrar un culpable que la liberará de sus mentiras. De sus miserías.

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