“Los gremios docentes le tienen terror al viaje hacia el futuro”
Alejandro Finocchiaro habló con “La Nueva.” sobre la necesidad de repensar la escuela y adaptarla a las necesidades del siglo 21. Aseguró que los sindicatos bonaerenses no representan a la mayoría de los maestros.
Su postura es directa. Alejandro Finocchiaro, exdirector general de Escuelas de María Eugenia Vidal y actual ministro de Educación de Mauricio Macri, se muestra convencido de que el futuro y las nuevas tecnologías requieren un cambio drástico en la forma en que los maestros enfrentan las aulas y este, a su juicio, es el conflicto de fondo que los gremios plantean con el gobierno.
“Los gremios docentes defienden el estatus quo, le tienen terror al viaje hacia el futuro”, sentencia. El terror es, según este abogado con militancia política en La Matanza y experto en Educación e Historia, lo que los impulsa a frenar cualquier política pública que ponga en jaque al actual sistema, que ya lleva más de 30 años de deterioro. Con un agravante. Que los palos en la rueda al viaje hacia el futuro los ponen los gremios y no los docentes, que para Finocchiaro no son lo mismo, ni mucho menos.
“Sobre los 288.000 docentes de la Provincia, menos de la mitad está afiliado a un sindicato”, puntaliza y agrega: el ganador de las elecciones del Suteba, el principal gremio, obtuvo 24 mil votos, “menos del 10% de la cantidad de maestros”.
Finocchiaro hizo estas Nueva.” apreciaciones a “La en su visita a Bahía Blanca, donde vino a inaugurar Infinito por Descubrir, un moderno espacio educativo.
--Hace unos días dijo que Argentina tiene escuelas del siglo 19, maestros del siglo 20 y alumnos del siglo 21. ¿Cómo está a su juicio la calidad educativa en el país?
--La calidad educativa es la que mostró el Operativo Aprender. Es decir, tenemos que trabajar muchísmo para mejorarla. Además, todos los actores del sistema educativo tienen que entender que debemos cambiar la formar en la que se enseña y la forma en la que se aprende. Inclusive, nuestra buena escuela del siglo 20, aquella que nos formó y llegó hasta principios de lo 80, hoy ya no sirve.
Una maestra actual todavía se asomaría a la ventana del aula, miraría un recorte del cielo y escribiría en el pizarrón el día, la fecha y que está nublado. Juancito, con un celular, le agregaría que se esperan lluvias intermitentes al mediodía, mejorando por la noche. También podría darle el pronóstico extendido y decirle la temperatura en Shanghai. Los chicos de hoy, a diferencia de nosotros, son capaces de crear conocimiento. Entonces, el rol del docente tiene que ser otro. Sigue planificando, impartiendo conocimiento, pero también tiene que colaborar para sacar lo mejor de estos chicos.
--En ese desfasaje que usted menciona entre escue- las, docentes y alumnos, ¿cuál es el frente que más lo preocupa?
--Hay que empezar por el frente cultural. Muchos actores del sistema educativo son absolutamente reactivos a los cambios. El docente mismo. Yo soy docente y me pasa que cuando me dicen que cambió algo, mi primera reacción es decir no. Después reflexiono porque me doy cuenta que estoy haciendo lo contrario a lo que predico. Tengo que aprender esto, porque esto es el futuro. Tenemos que trabajar mucho en la formación de nuestros docentes. Si no los formamos en las tecnologías de comunicación e información, ha- remos docentes del siglo 20. Lo mismo si no remodelamos o construimos escuelas sin pensar en la lógica de llevar conectividad a cada aula.
--Durante la campaña de 2015 fue muy fuerte la figura de su antecesor, Esteban Bullrich, presentando ideas en materia de educación. ¿Cuánto se pudo avanzar en el proyecto?
--Esteban, hoy candidato a senador en la provincia de Buenos Aires, sigue siendo una pieza fundamental. En este tiempo hemos trabajado básicamente con las provin- cias, a través del Consejo Federal, y ya están lanzadas todas las licitaciones del Plan de Conectividad. Confiamos que a fines de 2018 la gran mayoría de las escuelas de la Argentina estén conectadas.
Pero además es importante repensar el modelo de que cada alumno necesita un dispositivo. Eso es algo de hace 10 o 15 años. Nosotros tenemos que trabajar en que los chicos aprendan la lógica de la tecnología. De cómo educamos con tecnología. En una escuela técnica cada chico no lleva su fresadora o su torno y, sin embargo, aprende.
--Da la sensación de que es más adecuado enseñar una lógica de pensamientos que querer enseñar respuestas, en una época en que probablemente ni siquiera estén claras las preguntas que los chicos tendrán que responder en el futuro.
--Cuando era ministro de la Provincia, permitimos el uso de celulares en el aula con fines pedagógicos. ¿Por qué? Por dos motivos. El primero es que la escuela ya perdió la batalla contra el celular. Hoy cualquier padre le envía un WhatsApp a su hijo a las 10 de la mañana y el chico lo contesta aun estando en clase. Entonces hay que hacer como en el yudo, utilizar la fuerza del adversario. Si ya están los celulares, trabajemos con ellos. ¿Hay 5 celulares y 20 chicos? Hagamos cuatro equipos. Que los chicos trabajen con los celulares y los docentes los guíen para lograr el fin pedagógico. Existe otro motivo muy simple. Hoy en las clases magistrales tradicionales, los chicos se aburren. Es un hecho.
--Usted plantea una situación muy deseable como la modernización tecnológica, pero también hay que tener en cuenta que existen deficiencias graves de infraestructura y salarios. ¿Cuánto tiempo necesita la Argentina para equilibrar estos déficits?
--Cualquier proyecto de reforma educativa sostenido en el tiempo por el Estado lleva no menos de 10 años. Ojo que hablo del Estado y no del gobierno. La batalla cultural que venimos dando es para que el Estado vuelva a dictar las políticas educativas, como lo era cuando el país tenía una educación que maravillaba al resto del mundo, hace 100 años.
En la Provincia, Finocchiaro permitió el uso de celulares en las aulas con fines pedagógicos. “Hay que hacer como en el yudo, usar la fuerza del adversario”.