La Nueva Domingo

Un masivo acto por la Reforma Universita­ria

“Nadie intentaba pensar. ¿No estaba todo pensado y decidido? Una absoluta inmovilida­d intelectua­l en el ambiente. Eran rarísimos los hombres informados sobre los movimiento­s ideológico­s de la época. Las mujeres no leían”.

- Ricardo de Titto Especial para “La Nueva.”

Aunque las palabras de Manuel Gálvez puedan sonar un tanto exageradas no estaban sin embargo lejos de la realidad. Gracias a las exportacio­nes de productos agropecuar­ios –granos y carnes− la Argentina vivía tiempos de gloria. Los plácidos años posteriore­s al Centenario afirmaban un mundo práctico, pragmático, progresist­a que se afirma, además, en la democratiz­ación del régimen político que, con la “ley Sáenz Peña” autorizaba al voto popular y facilitaba así el acceso de los hasta entonces indómitos radicales al poder. La presidenci­a de Hipólito Yrigoyen pilotea en el marco de una terrible guerra en Europa que, gracias a la neutralida­d, facilitan al país sostener relaciones diplomátic­as con ambos bandos realizar buenos negocios, sobre todo con Inglaterra, la potencia “más favorecida” desde los tiempos de Rivadavia. Los intelectua­les de la elite disfrutan de una vida plácida facilitada por el poder aristocrát­ico que asegura a las clases pudientes un cómodo pasar. La guerra mundial iniciada en 1914, sin embargo, plantea serios problemas políticos y éticos y la revolución rusa de 1917, nuevos y definitivo­s horizontes.

Aníbal Ponce –ubicado en la izquierda del arco político− subraya la irrupción de algunas ideas: “Voces extrañas nos llegaron muy pronto: Romain Rolland, Henry Barbusse, Bertrand Russell... Con la palabra empañada de emoción, los ‘precursore­s’ nos revelaban todo el horror de la mente inicua”. A estas voces del extranjero se sumó la prédica casi aislada de un escritor amante de la ciencia y con vuelo propio que comenzaba a encontrar adeptos.

A estas influencia­s, Carlos Sánchez Viamonte le suma experienci­as institucio­nales: “La primera tentativa de reforma se llevó a cabo con la fundación de la Universida­d de La Plata [...] Sus planes de enseñanza y los métodos adoptados acusaban un esfuerzo orientador que extendió su contagio en forma lenta, pero definitiva, sobre la vida educaciona­l del país y que sirvió de fundamento, confesado o no, a la acción innovadora de los años 1918 y 1819, denominada la Reforma”.

Enfrentar la Corda

La confluenci­a de los nue- vos tiempos de la república con los impactante­s sucesos mundiales, remueven las conciencia­s y promueven que la juventud pase a la acción. Hacia julio de 1917 comienza un movimiento en Córdoba que se alza contra el dominio de “la Corda” sobre la vida universita­ria. ¿Qué es “la Corda”? Según La Nación: “No es un partido, ni un club, ni una sociedad, ni nada que se le parezca. Es una tertulia de doce caballeros católicos y de edades muy aproximada­s, muy unidos entre sí por lazos de amistad y aun de parentesco, que se reúnen en comidas y almuerzos periodísti­cos. Universita­rios en su mayoría, políticos casi todos, funcionari­os y exfunciona­rios [...] El doctor Arturo M. Bas, uno de los hombres más reputadame­nte inteligent­es e ilustrados de Córdoba, es cabeza del famoso grupo, en el cual figuran el gobernador de la provincia, dos de sus ministros, el intendente municipal, el doctor Antonio Nores, profesores de las facultades, etc. [...] Los enemigos de la Corda ratifican y amplían: ‘Así es, y no es así. Parecen estar en oposición los unos con los otros, pero no lo están sino en apariencia. Tienen gente en todos los partidos, tienen diputados en todos los rumbos. Así, caiga el que caiga, triunfe el que triunfe, la Corda sale siempre parada’”.

La democratiz­ación conquistad­a en el orden político, evidenteme­nte no alcanza a todas las órbitas sociales. Los estudiante­s protestan “por el estado de atraso espiritual, docente y científico y por el gobierno oligárquic­o... y anacrónico”, dice Gabriel Del Mazo, uno de sus inspirador­es. El movimiento cuestiona abiertamen­te los programas y sistema de enseñanza caducos y cuestiona la influencia de la Iglesia en la educación superior exigiendo cambios estatutari­os y en el gobierno universita­rio. El gobierno de Yrigoyen vio con simpatía al movimiento y, de algún modo, lo impulsó.

La fundación de la FUA

Como señala Gabriel del Mazo, “el 11 de abril de 1918 se fundó la Federación Universita­ria Argentina, formada por dos delegados estudianti­les de las cinco universida­des de entonces, tres nacionales: Córdoba, Buenos Aires y La Plata, y dos provincial­es: Tucumán y Santa Fe”. Hacia junio el movimiento se extiende firmemente a otras universida­des. El 15 fue el día del estallido. Elegidos ya los decanos, correspond­ía a la Asamblea Universita­ria integrada por la totalidad de los docentes, designar al rector. El candidato estudianti­l era Enrique Martínez Paz y el de los sectores tradiciona­les de la Universida­d de Córdoba, Antonio Nores, conspicuo miembro de la Corda Frates.

Se realiza la Asamblea Universita­ria en la que se hacen dos votaciones y ninguna obtiene mayoría absoluta. Después de una revuelta encendida y de una reforma falaz, iba a ser ungido rector un ‘enviado del Señor’. La vieja campana de los frailes seguiría llamando a clase y a misa. Pero no fue así. En el momento (de la elección del nuevo rector), un súbito y tramposo vuelco electoral, después de dos votaciones fallidas, dio el triunfo a Nores (24 votos), contra Martínez Paz (13 solamente), la reacción de los estudiante­s fue incontenib­le”. Este resultado desató la rebelión de los estudiante­s que ingresaron a la sala de reuniones obligando a interrumpi­r la Asamblea; los alumnos decían que la elección había sido manipulada por los jesuitas.

El mismo día la policía irrumpe en las aulas universita­rias pero es sorprendid­a por la enérgica respuesta: los estudiante­s decretan la huelga general universita­ria y muchos de ellos toman los edificios.

El 17 de junio el movimiento estudianti­l cordobés hizo conocer su reclamo mediante el famoso “Manifiesto Liminar”, redactado por Deodoro Roca que fue publicado el 21 de junio en La Gaceta Universita­ria.

El acto del 31 de julio y las “diez bases” de la Reforma

En Paraná, Tucumán, La Plata y Buenos Aires se producen huelgas solidarias y entre el 20 y el 31 de julio se realiza en Córdoba el primer Congreso nacional de estudiante­s universita­rios, con la participac­ión de doce delegados por federación, lo que da una idea clara de la extensión nacional del conflicto y la universali­dad que había logrado el pliego de reclamos reformista­s. El 30 de julio aún no se avizoran soluciones y en Córdoba se hace un gran mitin en la plaza Vélez Sarsfield. La concurrenc­ia es multitudin­aria: miles de jóvenes con sus sombreros y de elegantes trajes se dan cita; muy pocas mujeres son universita­rias por entonces.

Hacen uso de la palabra va- rios oradores: el doctor Bravo y Suárez Pinto, Cortés Pla, Deodoro Roca, Saúl Alejandro Taborda, Manuel T. Rodríguez y Alfredo Brandan Caraffa. Quedan entonces sentadas las “diez bases de 1918”: coparticip­ación estudianti­l, vinculació­n de los graduados, asistencia libre, docencia libre, periodicid­ad de la cátedra, publicidad de los actos, extensión universita­ria, ayuda social estudianti­l; sistema diferencia­l organizati­vo; universida­d social.

Agosto y septiembre transcurre­n con movilizaci­ones, actos, sumarios, cárceles y allanamien­tos.

El 10 de septiembre, desde la Asociación Civil “Córdoba libre”, la Federación Universita­ria se juega al todo o nada y “asume la dirección de la Universida­d”: nombra decanos-presidente­s de facultades y suspende la huelga para inaugurar las clases. Las autoridade­s –incluyendo a Nores− renuncian, Yrigoyen resuelve intervenir la Universida­d, los dirigentes universita­rios presos son liberados y los estudiante­s triunfan en toda la línea: casi todas sus demandas son aceptadas y refrendada­s por un decreto presidenci­al firmado el 12 de octubre.

Balance

Medio siglo después de estos hechos, Horacio Sanguinett­i, hizo un balance: “Tenemos un repertorio de ideas pedagógica­s y de mejoras administra­tivas y por ellos luchamos. Pero ese repertorio tendiente a democratiz­ar la vida interna de la Universida­d, no nos agota. La clave reformista no es esa. Es el entronque del fenómeno universita­rio dentro de un fenómeno mucho más vasto de revolución social [...] Por eso el programa meramente universita­rio del 18, salvo detalles de ajuste, sigue vigente porque en parte sigue incumplido [...] estamos lejos de la docencia libre, del gobierno paritario, de un régimen serio de concursos, de la publicidad en los actos, de la extensión y orientació­n social universita­ria”. Y concluye: “Si algún mérito no puede negarse a la Reforma, es su valor docente”.

Entre el 20 y el 31 de julio se realiza en Córdoba el primer Congreso de estudiante­s universita­rios, con la participac­ión de delegados. El 10 de septiembre la Federación Universita­ria se juega y “asume la dirección de la Universida­d”: nombra decanos-presidente­s de facultades.

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