Un masivo acto por la Reforma Universitaria
“Nadie intentaba pensar. ¿No estaba todo pensado y decidido? Una absoluta inmovilidad intelectual en el ambiente. Eran rarísimos los hombres informados sobre los movimientos ideológicos de la época. Las mujeres no leían”.
Aunque las palabras de Manuel Gálvez puedan sonar un tanto exageradas no estaban sin embargo lejos de la realidad. Gracias a las exportaciones de productos agropecuarios –granos y carnes− la Argentina vivía tiempos de gloria. Los plácidos años posteriores al Centenario afirmaban un mundo práctico, pragmático, progresista que se afirma, además, en la democratización del régimen político que, con la “ley Sáenz Peña” autorizaba al voto popular y facilitaba así el acceso de los hasta entonces indómitos radicales al poder. La presidencia de Hipólito Yrigoyen pilotea en el marco de una terrible guerra en Europa que, gracias a la neutralidad, facilitan al país sostener relaciones diplomáticas con ambos bandos realizar buenos negocios, sobre todo con Inglaterra, la potencia “más favorecida” desde los tiempos de Rivadavia. Los intelectuales de la elite disfrutan de una vida plácida facilitada por el poder aristocrático que asegura a las clases pudientes un cómodo pasar. La guerra mundial iniciada en 1914, sin embargo, plantea serios problemas políticos y éticos y la revolución rusa de 1917, nuevos y definitivos horizontes.
Aníbal Ponce –ubicado en la izquierda del arco político− subraya la irrupción de algunas ideas: “Voces extrañas nos llegaron muy pronto: Romain Rolland, Henry Barbusse, Bertrand Russell... Con la palabra empañada de emoción, los ‘precursores’ nos revelaban todo el horror de la mente inicua”. A estas voces del extranjero se sumó la prédica casi aislada de un escritor amante de la ciencia y con vuelo propio que comenzaba a encontrar adeptos.
A estas influencias, Carlos Sánchez Viamonte le suma experiencias institucionales: “La primera tentativa de reforma se llevó a cabo con la fundación de la Universidad de La Plata [...] Sus planes de enseñanza y los métodos adoptados acusaban un esfuerzo orientador que extendió su contagio en forma lenta, pero definitiva, sobre la vida educacional del país y que sirvió de fundamento, confesado o no, a la acción innovadora de los años 1918 y 1819, denominada la Reforma”.
Enfrentar la Corda
La confluencia de los nue- vos tiempos de la república con los impactantes sucesos mundiales, remueven las conciencias y promueven que la juventud pase a la acción. Hacia julio de 1917 comienza un movimiento en Córdoba que se alza contra el dominio de “la Corda” sobre la vida universitaria. ¿Qué es “la Corda”? Según La Nación: “No es un partido, ni un club, ni una sociedad, ni nada que se le parezca. Es una tertulia de doce caballeros católicos y de edades muy aproximadas, muy unidos entre sí por lazos de amistad y aun de parentesco, que se reúnen en comidas y almuerzos periodísticos. Universitarios en su mayoría, políticos casi todos, funcionarios y exfuncionarios [...] El doctor Arturo M. Bas, uno de los hombres más reputadamente inteligentes e ilustrados de Córdoba, es cabeza del famoso grupo, en el cual figuran el gobernador de la provincia, dos de sus ministros, el intendente municipal, el doctor Antonio Nores, profesores de las facultades, etc. [...] Los enemigos de la Corda ratifican y amplían: ‘Así es, y no es así. Parecen estar en oposición los unos con los otros, pero no lo están sino en apariencia. Tienen gente en todos los partidos, tienen diputados en todos los rumbos. Así, caiga el que caiga, triunfe el que triunfe, la Corda sale siempre parada’”.
La democratización conquistada en el orden político, evidentemente no alcanza a todas las órbitas sociales. Los estudiantes protestan “por el estado de atraso espiritual, docente y científico y por el gobierno oligárquico... y anacrónico”, dice Gabriel Del Mazo, uno de sus inspiradores. El movimiento cuestiona abiertamente los programas y sistema de enseñanza caducos y cuestiona la influencia de la Iglesia en la educación superior exigiendo cambios estatutarios y en el gobierno universitario. El gobierno de Yrigoyen vio con simpatía al movimiento y, de algún modo, lo impulsó.
La fundación de la FUA
Como señala Gabriel del Mazo, “el 11 de abril de 1918 se fundó la Federación Universitaria Argentina, formada por dos delegados estudiantiles de las cinco universidades de entonces, tres nacionales: Córdoba, Buenos Aires y La Plata, y dos provinciales: Tucumán y Santa Fe”. Hacia junio el movimiento se extiende firmemente a otras universidades. El 15 fue el día del estallido. Elegidos ya los decanos, correspondía a la Asamblea Universitaria integrada por la totalidad de los docentes, designar al rector. El candidato estudiantil era Enrique Martínez Paz y el de los sectores tradicionales de la Universidad de Córdoba, Antonio Nores, conspicuo miembro de la Corda Frates.
Se realiza la Asamblea Universitaria en la que se hacen dos votaciones y ninguna obtiene mayoría absoluta. Después de una revuelta encendida y de una reforma falaz, iba a ser ungido rector un ‘enviado del Señor’. La vieja campana de los frailes seguiría llamando a clase y a misa. Pero no fue así. En el momento (de la elección del nuevo rector), un súbito y tramposo vuelco electoral, después de dos votaciones fallidas, dio el triunfo a Nores (24 votos), contra Martínez Paz (13 solamente), la reacción de los estudiantes fue incontenible”. Este resultado desató la rebelión de los estudiantes que ingresaron a la sala de reuniones obligando a interrumpir la Asamblea; los alumnos decían que la elección había sido manipulada por los jesuitas.
El mismo día la policía irrumpe en las aulas universitarias pero es sorprendida por la enérgica respuesta: los estudiantes decretan la huelga general universitaria y muchos de ellos toman los edificios.
El 17 de junio el movimiento estudiantil cordobés hizo conocer su reclamo mediante el famoso “Manifiesto Liminar”, redactado por Deodoro Roca que fue publicado el 21 de junio en La Gaceta Universitaria.
El acto del 31 de julio y las “diez bases” de la Reforma
En Paraná, Tucumán, La Plata y Buenos Aires se producen huelgas solidarias y entre el 20 y el 31 de julio se realiza en Córdoba el primer Congreso nacional de estudiantes universitarios, con la participación de doce delegados por federación, lo que da una idea clara de la extensión nacional del conflicto y la universalidad que había logrado el pliego de reclamos reformistas. El 30 de julio aún no se avizoran soluciones y en Córdoba se hace un gran mitin en la plaza Vélez Sarsfield. La concurrencia es multitudinaria: miles de jóvenes con sus sombreros y de elegantes trajes se dan cita; muy pocas mujeres son universitarias por entonces.
Hacen uso de la palabra va- rios oradores: el doctor Bravo y Suárez Pinto, Cortés Pla, Deodoro Roca, Saúl Alejandro Taborda, Manuel T. Rodríguez y Alfredo Brandan Caraffa. Quedan entonces sentadas las “diez bases de 1918”: coparticipación estudiantil, vinculación de los graduados, asistencia libre, docencia libre, periodicidad de la cátedra, publicidad de los actos, extensión universitaria, ayuda social estudiantil; sistema diferencial organizativo; universidad social.
Agosto y septiembre transcurren con movilizaciones, actos, sumarios, cárceles y allanamientos.
El 10 de septiembre, desde la Asociación Civil “Córdoba libre”, la Federación Universitaria se juega al todo o nada y “asume la dirección de la Universidad”: nombra decanos-presidentes de facultades y suspende la huelga para inaugurar las clases. Las autoridades –incluyendo a Nores− renuncian, Yrigoyen resuelve intervenir la Universidad, los dirigentes universitarios presos son liberados y los estudiantes triunfan en toda la línea: casi todas sus demandas son aceptadas y refrendadas por un decreto presidencial firmado el 12 de octubre.
Balance
Medio siglo después de estos hechos, Horacio Sanguinetti, hizo un balance: “Tenemos un repertorio de ideas pedagógicas y de mejoras administrativas y por ellos luchamos. Pero ese repertorio tendiente a democratizar la vida interna de la Universidad, no nos agota. La clave reformista no es esa. Es el entronque del fenómeno universitario dentro de un fenómeno mucho más vasto de revolución social [...] Por eso el programa meramente universitario del 18, salvo detalles de ajuste, sigue vigente porque en parte sigue incumplido [...] estamos lejos de la docencia libre, del gobierno paritario, de un régimen serio de concursos, de la publicidad en los actos, de la extensión y orientación social universitaria”. Y concluye: “Si algún mérito no puede negarse a la Reforma, es su valor docente”.
Entre el 20 y el 31 de julio se realiza en Córdoba el primer Congreso de estudiantes universitarios, con la participación de delegados. El 10 de septiembre la Federación Universitaria se juega y “asume la dirección de la Universidad”: nombra decanos-presidentes de facultades.