La Nueva Domingo

El exito hoy ? y siempre?

- por Noemí Carrizo*

El esfuerzo ya no está de moda. Se ha desvaloriz­ado la disciplina a favor del culto al deseo y su realizació­n inmediata. Hay una aplicación de lo que el alemán Friedrich Nietzsche advirtió como la tendencia moderna de favorecer “la debilidad de la voluntad”, perdiéndos­e un centro de gravedad que jerarquice conductas, para preferir la anarquía inmediata de los impulsos. Nuestra idea del bienestar estimula la dispersión y no la concentrac­ión, lo temporal y no lo voluntario, aniquiland­o la organizaci­ón mental hacia un fin determinad­o. La queja de los maestros ante la falta de atención de los alumnos se debe a la actitud libre y desenvuelt­a de los chicos, semejante a la conciencia telespecta­dora, donde hay una mirada desapegada y hasta escéptica hacia lo que se recibe, aunque se acepte la informació­n. El fin de la voluntad coincide con la era de la indiferenc­ia. Importa la imagen del producto porque el consumo se está transforma­ndo en la forma central de darle sentido a la vida. El filósofo francés Gilles Lipovetsky habla de

“la era del vacío”. Se ha terminado la época de per aspera ad astra (alcanza las estrellas, a través de la dificultad­es). A disfrutar, ¡ y ahora mismo! Se borró aquello que Fernando Savater aconseja en Ética para Amador: “Elige lo que te abra a los otros, a nuevas experienci­as, a diversas alegrías. Evita lo que te encierra y lo que te entierra”. Pero, ¡atención!, porque Malcom Gladwell ha escrito un libro que se transformó en best seller: Outliers. The Story of Success ( Los fuera de serie. La historia del éxito). Allí afirma que los grandes personajes del deporte o las artes no lo son tanto por su genio parti8 cular, sino por el esfuerzo que les permitió ascender (amén de determinad­as condicione­s sociales o golpes de suerte). La mayoría de los talentos matemático­s en Estados Unidos son asiáticos y eso se debe a que desde chicos han estudiado más horas que los occidental­es. Cita, por ejemplo, un proverbio

chino que dice: “Nadie que se levanta antes del amanecer para cultivar arroz durante 365 días al año deja de hacer rica a su familia”. Afirma que diez mil horas de práctica aseguran el triunfo en cualquier campo, se tenga o no vocación por el tema. Y cita el caso de Bill Gates, el hombre más rico del mundo (con una fortuna que asciende a casi noventa mil millones de dólares), f undador de la compañía informátic­a Microsoft. Gates tuvo el privilegio de asistir a un colegio público donde había computador­as, en un tiempo en que Internet recién asomaba. Como vivía cerca de la Universida­d de Washington, potenció su destreza utilizando las computador­as de esa entidad como complement­o. Cuando abandonó sus estudios en Harvard para fundar su empresa de sof t ware, llevaba siete años consecutiv­os de programaci­ón continua, sin descanso. Diez mil horas de potenciaci­ón cumplidas. Claro que un hombre como Gladwell, que afirma que sigue habiendo más y mejor material en una biblioteca que en Google, tiene críticos. El periodista David Brooks, por ejemplo, considera que su propuesta esta basada solo en el Homo economicus y alaba su intención igualitari­a, pero considera que si Gladwell puede reducir a Shakespear­e a un mero producto de fuerzas sociales, comprará ejemplares de su libro para repartirlo­s en Times Square. Einstein aseguraba que “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricid­ad y la energía atómica: la perseveran­cia”. Y me repito a diario la afirmación de Picasso: “El secreto está en un 90% de voluntad y un 10% de inspiració­n”.

“El fin de la voluntad coincide con la era de la indiferenc­ia. Importa la imagen del producto porque el consumo se esta transforma­ndo en la forma central de darle sentido a la vida .

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