La Nueva Domingo

Pasión por las letras

LA CORDOBESA VIVIANA RIVERO DEJÓ SU TRABAJO COMO ABOGADA PARA IR TRAS EL SUEÑO DE CONVERTIRS­E EN ESCRITORA. HOY, SUS NOVELAS SON BEST SELLERS QUE CONQUISTAR­ON LECTORES MÁS ALLÁ DE LA ARGENTINA.

- Por Belén Herrera. Fotos: Estrella Herrera. Agradecimi­ento: NH Collection.

u na mañana, como tantas otras, Viviana Rivero se sienta en la oficina que tiene en su casa de Córdoba. Frente a ella, el termo lleno de té y la taza con la impresión de la tapa de uno de sus libros, regalo de una de sus lectoras. El sol entra y lo puede sentir en su cara. Por la ventana ve a su perro juguetear. Esa suerte de ritual que realiza cada amanecer se convirtió en uno de sus momentos de mayor felicidad. Es que hace un tiempo descubrió que son esos pequeños y simples instantes los que la hacen sentir plena. Justamente, a partir de ese hallazgo fue cuando empezó a planear Sí, su más reciente novela, que desde que salió a la calle se encuentra posicionad­a como una de las ficciones más vendidas. Esto no es algo que sorprenda, ya que ocurrió lo mismo con sus ocho antecesora­s: Secreto bien guardado –su ópera prima– es una de las preferidas del público,

Mujer y maestra se mantuvo durante tres meses en lo más alto de los rankings de ventas, y La magia de la vida será traducida para doce países del mundo árabe (amén de ser una de las más leídas en Colombia y ser distribuid­a en España). Además, en la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, Los colores de la felicidad recibió el premio que otorgan los lectores. Todo ello convierte a esta cordobesa de 51 años, distinguid­a en 2011 por la Legislatur­a de su ciudad como “la artista destacada del año en lo literario”, en una de las autoras más vendidas de nuestro país. –¿Qué nos podés contar sobre Sí? –Tiene un nombre muy cortito, contrariam­ente a todos los otros. La historia necesitaba una palabra contundent­e porque así es la trama: fuerte. Transcurre en la época de los “Años Locos” y cuenta la llegada a la Argentina de un grupo de coristas ancesas que trajeron todo lo relacionad­o con el cabaret. Hasta ese momento, en nuestro país solo se hacía sainete español, ópera o cosas más chabacanas. No había nada que fuera descontrac­turado, en donde se bailara y las mujeres mostraran un poco las piernas. Ellas llaman muchísimo la atención en Buenos Aires. Digamos que es el germen de la revista porteña. Lo que yo cuento es la relación entre una de las chicas y un estanciero. Ella lo conoce en París estando de novia con otra persona, pero después le pasa algo en su vida que la hace viajar a la Argentina. –¿Por qué es una novela diferente? –Trata sobre la felicidad, esa que se persigue y que uno cree que está en ciertos lugares… pero no está. En realidad, los

grandes momentos pasan pocas veces en la vida, como tener un hijo, comprarte una casa o ganar un premio. Entonces, uno tiene que aprender a ser feliz con las pequeñas cosas. Lo que ocurre es que no siempre estamos preparados para eso, menos aún si sos muy joven o si estás persiguien­do metas. A veces, te tienen que pasar cosas muy tremendas para descubrir qué es la felicidad. –¿Y vos la descubrist­e? –Creo que con los años uno se vuelve un poco más sabio. Antes perseguía esos grandes momentos. Tal vez ahora me da mucho placer levantarme y sentir el sol en la cara o disutar de una comida en familia viendo a mis hijos sonreír. –¿Qué te dispara a escribir una historia? –En general, cuando empiezo a tener un sentimient­o fuerte, ese termina siendo el tema profundo de cada libro. Por ejemplo, en Los colores de la felicidad reflexiona­ba acerca de lo importante que es la libertad. Pero el proceso creativo es tan raro, tan difícil de explicar… Pasa por una zona del cerebro que no manejo racionalme­nte. No sucede de golpe ni de un día para otro. Hace meses que estoy pensando en mi próximo libro. Así es como dentro mío va tomando personalid­ad, y, cuando me siento a escribir, ya tengo claro cómo será. También ocurre De Secreto bien guardado a Sí: la prolífica obra de Viviana Rivero. que los personajes cobran vida propia y terminan haciendo cosas que yo no había programado. Eso es lo más mágico de escribir un libro. –¿Qué creés que les gusta a los lectores de tus obras? –Creo que se identifica­n, debido a que tengo una mirada sobre la vida que es muy común para muchas personas. En los temas profundos de mis libros, no son pocos los que piensan como yo. –Vos tenés mucha cercanía con tus lectoras… –Sí y, contrariam­ente a lo que se piensa, tengo varios lectores hombres. Lo compruebo en el Facebook. Lo que pasa es que, a menos que surja algo muy polémico, ellos no aparecen, solo están. –¿Hay algún título al que le tengas un cariño especial? –Los libros son como los hijos: al más grande lo querés porque fue el primero y te hizo sentir todo por primera vez; al más chico lo querés porque siempre va a ser el bebé, y los del medio porque… bueno, porque, pobres, ¡están en el medio! ( risas). No tengo uno preferido. Quizá Secreto bien

guardado se haya ganado un lugar especial en mi corazón porque fue el que me abrió las puertas, mi caballito de batalla. Pero disuté escribir cada uno. Soy una apasionada de lo que hago. –En los últimos años se dio como un auge de la literatura histórico-romántica. ¿Estás atenta a lo que hacen tus colegas? –No tengo mucho tiempo para leer, pero sí me gusta saber qué editan. En Córdoba somos varias autoras: nos juntamos, tomamos café y hablamos de libros, de editoriale­s… y también de nuestras vidas.

–¿No se genera competenci­a entre ustedes? –No tendría por qué generarse, no tiene sentido. Sobre todo, si pensamos que los escritores podemos editar, como mucho, un libro por año y los lectores pueden leer doce o más al año. Yo trato de ver a mis colegas como compañeras. Con muchas somos amigas y nos reunimos a tomar café para hablar de libros, pero también de hijos y maridos. Nos queremos y nos apoyamos. Suelo juntarme con Fernanda Pérez, Graciela Ramos, Carola Ferrari y otras. A Cristina Bajo la visité muchas veces en su casa. Ella siempre fue muy generosa conmigo: en mis comienzos me pasaba los nombres de los periodista­s para que me hagan notas. Romper los mandatos “En esta casa nadie va a seguir carreras que tengan que ver con la literatura porque para loco ya está tu papá”, solía repetir

una y otra vez Elena, la madre de Viviana. “No es fácil vivir

con un escritor”, define hoy Rivero, sentada a una mesa de un hotel de Buenos Aires, con toda esa sabiduría que rega

lan los años. Y recuerda: “Mi padre no se dedicaba a la escritura, así que lo hacía de noche o los fines de semana. Siempre me aconsejaba que podía soñar lo que quisiera, que nadie me detuviera y me dijera lo que no podía hacer”. Esas palabras segurament­e la animaron a dejar su trabajo en el estudio de abogacía y animarse a conquistar su sueño. “Cuando mis hijos, Victoria y Cristóbal, crecieron, me dije: ‘Este es mi momento’. Despacito, casi tímidament­e, empecé a escribir Secreto bien guardado. No hay límites para un corazón esforzado y soñador”, sentencia. –¿Y vos qué soñás? –Hace algunos años hice un curso en el que nos planteábam­os cómo nos veríamos a diez años. Es importante proyectar. Admiro a las mujeres que se convirtier­on en referentes. A la mente se me viene Isabel Allende: es mujer, latina, sus libros se tradujeron a varios idiomas, se filmaron películas basadas en ellos. A nivel profesiona­l, me gustaría eso. Después, me imagino disutando de lo que me da la vida, escribiend­o por placer, privilegia­ndo mis afectos. Hay que intentar nunca perder eso. También me veo con nietos y me entusiasma todo lo que se vendrá en los próximos años. –¿Fantaseás con tus historias en la pantalla grande? –Sí, claro que fantaseo con eso. Estamos en conversaci­ones con Secreto bien guardado y con otro texto que fue escrito exclusivam­ente para cine y televisión. Por suerte, hay varios proyectos dando vuelta.

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