Las pibas esas

—Esta semana la vida se me vino abajo. —¿Qué? Dejate de joder. —En serio, boludo. —No me dijiste que se había muerto alguien. —No. Me separé. —Jejejejeje. Dale que no aguanto la risa.

—Pero en serio. Me destrozó. Bah, no me separé. Me dejaron. —Sos tan boludo. —¿Por? —No te dejaron. Te salvaste. —¿De qué? Si la amo. —¿Entonces? —¿Entonces qué? —Si la amás, dejala que haga su vida.

—Eso es verso. Si la amás la querés a tu lado.

—Es cierto. Siempre y cuando quiera estar a tu lado.

—Es cierto. No quiere estar a mi lado

—Bue, me hartaste. Vamos a tomar un Fernet. —Dale. —Paso en 2 horas. ¿Sí? —Dale. —Ves, ya se te pasó. Cuánto la extrañabas, che. —Sí, pero hubo ayudín. —Bue, pero si la extrañaras ni el ayudín te salva. —¿Y cómo sabés? —Ya estuve en el pozo. —¿Y? —Ponés una mano, ponés la otra, sacás la cara, el pecho, la cadera, las rodillas, las apoyás en el borde, te parás y empezás a caminar. —... —Cuando tengas la cadera afuera, vas a volver a caer... Otra vez las manos, la cara... —... —Cuando empieces a caminar, te vas a caer. Otra vez las manos... —¿Y cuándo...? —Cuando se pase. Si no pasás el dolor, no pasás. ¿Qué apuro tenés? —Tengo 55. —¿Y? —... —No hay que barrer bajo la alfombra, hermano. —... —¿Otro Fernet? Upaaaa. Cómo te clavó la mirada la piba esa.

—...