Marcos Sandoval abandonó los hábitos, pero no su fe
Cuatro años como sacerdote le permitieron cumplir un sueño. Más tarde, y en medio de mucho dolor, renunció a esa vida. “Pero nunca a la Iglesia”, aclara, mientras confiesa: “Anhelo ser padre”.
“No siento culpa: jamás me alejé de Dios”, dice Marcos Sandoval al explicar la decisión de renunciar, no sin dolor, a su misión de sacerdote, que le permitió cumplir un sueño durante cuatro años de su vida. Hoy, enamorado de Florencia, su mujer, confiesa su anhelo de ser padre, aunque continúa con su vocación de servicio desde otro lugar.
Si alguna situación resultó dolorosa en la vida de Marcos Sandoval, fue tomar la decisión de dejar de ser sacerdote.
Enfrentar ese momento, procesarlo y comunicarlo, fue, incluso, mucho más complejo que renunciar a su carrera de Economía en la UNS; a su trabajo y a su novia para desplegar su vocación de ayudar al prójimo a través de la Iglesia.
Nacido en el seno de una familia católica practicante y tío de cuatro hermosos sobrinos que le cambiaron la vida, este profesor de Filosofía y Teología graduado en La Plata, asegura que no siente culpas “porque jamás se alejó de Dios”. --¿Qué reflexión hace de su experiencia?
--Más allá de que alejarme fue durísimo, los años como diácono y sacerdote me permitieron cumplir un sueño y resultaron enriquecedores, positivos, fructíferos... Acompañar a los jóvenes en Acción Católica representó para mí una experiencia que nunca olvidaré. De hecho, tengo grabado un recuerdo maravilloso durante un campamento en Parque Norte, Tornquist. Oficiamos la misa de noche, para chicos y adolescentes, en un altar improvisado. Y pensé: “No pido nada más. Si me muero mañana, me muero feliz”.
--Muchos curas hoy cargan con graves denuncias ¿Nunca vio nada de eso?
--Jamás vi nada feo ni he sufrido desilusiones de parte de los sacerdotes. Cosas turbias, nunca.
--Todo estaba en orden ¿Cuál fue, entonces, el disparador para comenzar a dudar?
–-Nacieron mis sobrinos, Tobías, Benjamín, Ezequiel y Baltazar. Me cambiaron la cabeza y fui sintiendo la necesidad de ser padre. Con el segundo de ellos resultó algo muy especial, porque fui partícipe directo de su nacimiento. De inmediato sentí que se me despertaba algo. --¿Qué dijo su familia?
--Siempre supe que el apoyo de mi familia sería incondicional y así fue, pero me perturbaba pensar en la mucha gente que había depositado su confianza en mí, había puesto sus expectativas y me había soñado sacerdote.
Tengo grabada una misa que ofrecí una noche en Tornquist, en un altar improvisado. Pensé: “Si me muero mañana, me muero feliz”.
Siempre supe del apoyo de mi familia y así fue, pero me perturbaba pensar en la mucha gente que había depositado su confianza en mí y me soñaba sacerdote.”
--¿Y cómo fue, finalmente?
--Con muchas sorpresas. La gente que menos me imaginé me “crucificó” y otros a los que más temía me apoyaron. Ojo, yo he sido prolijo y además no me alejé de la iglesia, sino del ejercicio del sacerdocio. Sigo rezando y la decisión fue meditada, nadie me obligó. --¿Continúa cerca de los grupos religiosos?
--Claro. Estoy dando charlas bíblicas en la capilla de la iglesia San Roque y lo disfruto mucho, tratamos de comprender la Biblia, contamos nuestras realidades...
--¿Siente igualmente que puede ayudar desde otro lugar?
--Claro que sí. Una vez que llegue la dispensa de El Vaticano terminaré la licenciatura en Filosofía y Teología y continuaré colaborando con la iglesia a partir de esos títulos que hoy, al menos en ese ámbito, son buscados. --¿Cómo surgió el amor con Florencia, su mujer?
--A “Flor” la conozco desde la época en que formaba parte del grupo de guías de la Catedral. Mucho tiempo después volvimos a encontrarnos y nació el amor, no sabemos cómo, pero nació. --¿Van a casarse?
--Sí, cuando llegue la dispensa. No es fácil, requiere de un proceso largo. Eso sí, quisiera ser padre pronto. --¿Qué piensa del Papa Francisco?
--Es un fenómeno. Lo conocí como cardenal, en Buenos Aires, y hasta llegué a confesarme con él. Tomaba el subte, el colectivo, siempre alejado de los lujos. Era cardenal y se dedicaba a confesar...! Siempre usaba los mismos zapatos, según se comentaba. La misa de los domingos
Hijo de Mario y María, Marcos nació en Buenos Aires, aunque en 1991 la familia se radicó en Bahía Blanca. Tiene tres hermanos, Mariela, Marianela y Lucas.
Desde entonces, la parroquia San José de Villa Mitre fue casi como su segundo hogar.
“Los domingos era una tradición juntarnos con nuestros primos en la casa de mi nona e ir a misa. Luego almorzábamos todos juntos”, recuerda.
Más tarde, en el Colegio Don Bosco, la vocación siguió en aumento.
“Hacíamos campamentos de trabajo que representaban verdaderas misiones. Eran días y días trabajando para llevar agua potable a una escuela o tareas similares. Eso me encantaba, me daba mucha alegría”, relata.
La decisión de partir al seminario de La Plata lo encontró estudiando Economía, con novia y trabajando.
“Daba catequesis. Un día, un sacerdote amigo, Diego Kesler, me preguntó qué estaba haciendo por mí. Esas palabras retumbaron en mi cabeza. Simplemente quiso invitarme a formar parte de un grupo laico, pero lo tomé con cierta profundidad y así pensé en la posibilidad de ser sacerdote”, rememora.
En un principio rápidamente lo descartó; después pensó en un “tal vez”; luego en un “por qué no” y más tarde en un “puede ser”.
“Lo hablé con mis padres. Claro, ellos siempre quisieron que fuera feliz”, relata, como punto de partida a sus ocho años en el seminario.
Marcos nunca olvidará el primer día en que recibió su sotana como diácono en la Catedral Nuestra Señora de la Merced. Fue, sencillamente, inolvidable. Candidato a consejero
Poco tiempo atrás, Marcos, que se desempeña en el Banco HSBC, recibió una propuesta política que lo sorprendió: fue convocado para integrar, a nivel local, la lista oficialista de consejeros escolares.
Si bien su nombre figura en el cuarto lugar, la expectativa de formar parte de los 10 representantes del organismo, están intactas. La definición se conocerá después de las elecciones del 22 de octubre.
“Me tomó por sorpresa y luego pensé en lo mucho que se puede hacer desde este lugar, para mí nuevo”, reflexionó.
Concluyó: “No alcanza con decir, criticar o hablar de cómo se hacen ciertas cosas. A veces hay que poner manos a la obra y no quedarse parado mirando desde la vereda de enfrente”.