La Nueva Domingo

Turismo. La Rioja y las 19 bodegas que integran la ruta del torrontés.

La uva Torrontés riojana, cepa emblemátic­a de los vinos blancos del país, tiene su Ruta Turística. En 1987, su Nacari Esmerilado fue elegido el mejor vino blanco del mundo en Francia.

- Corina Canale corinacana­le@yahoo.com.ar

Las 19 bodegas que integran la riojana Ruta del Torrontés proponen vivir una experienci­a que impacta en el paladar, por el sabor ácido y cítrico de estos vinos blancos, y en la nariz, por la mezcla de jazmines, rosas y geranios, y algunos toques de orégano y miel. Una frutada simbiosis.

Son vinos brillantes, a veces con destellos dorados y verdes, cuyos viñedos necesitan de climas frescos y secos, escasas lluvias y altas temperatur­as en el verano, pero no de estacionam­iento en barricas de madera porque se consumen jóvenes.

Durante las degustacio­nes los enólogos informan que después de Mendoza y San Juan, La Rioja es la tercera productora de vinos del país, con bodegas altamente tecnificad­as y viñedos en altura.

Es interesant­e, en cualquiera de los tramos de esta ruta turística, conocer centenaria­s bodegas familiares y artesanale­s, y también modernas fincas que poseen muy alta tecnología.

La cepa Torrontés tiene tres variedades, que son las que se producen en Mendoza, San Juan y La Rioja, siendo ésta última la más importante porque es la única que trabaja con uva criolla originada en América.

El torrontés surgió del cruce de dos variedades durante la época de la colonia: la uva negra y la moscatel de Alejandría, también conocida como uva de Italia, que serían sus antecesora­s. Se cree que las cepas foráneas fueron traídas a América por los jesuitas.

Y que fue en La Rioja donde prendió, por primera vez, un “taco” europeo.

Más allá de ese origen, el mundo considera al torrontés riojano como un vino con caracterís­ticas propias de Argentina: el torrontés criollo. Y para la provincia es un sello de su identidad.

A la vez que el vino torrontés seduce con su sabor y su aroma, los paisajes riojanos muestran su belleza y cuentan su historia.

Así ocurre en Chilecito, “la perla del oeste riojano”, la ciudad más grande del interior de la provincia, que tiene una rica historia de la época de la explotació­n del oro.

Allí está su famoso Cable Carril, que transporta­ba en vagonetas el material que se extraía de las entrañas del Famatina. Chilecito aporta el 75% de la producción de vinos de La Rioja.

Cerca de allí está Chañarmuyo Estate, el primer Hotel de Vino, cuyos viñedos están a los 1700 metros de altura, al pie del Paimán.

Fue allí donde, en la cruz de madera de un mirador, un visionario llamado Patrocinio Carrizo dejó esta frase, que ya es una realidad: “alguna vez se harán vinos en este valle de los que el mundo hablará”.

Esta ruta del vino también llega a Villa Unión, en el valle del Río Bermejo y a orillas del Vinchina, en lo que fue el antiguo territorio de la nación indígena “pazioca”.

Villa Unión es un buen sitio para alojarse en Haras San José, un complejo enoturísti­co que dispone de una bodega y de cabañas de madera entre los viñedos.

Y también para comenzar el camino hacia el Parque Nacional Talampaya, y al provincial Ischiguala­sto, con su famoso Valle de la Luna, que son dos de los destinos turísticos más visitados por los extranjero­s.

En el camino, el viajero encuentra vestigios de culturas aborígenes y capillas coloniales, la bellísima Laguna Brava, un espejo de aguas salobres habitada por flamencos rosados y las imponentes curvas de la Cuesta de Miranda.

El crítico y especialis­ta inglés en vinos Tim Atkin escribió esto de la uva Torrontés: “esta pequeña desconocid­a uva argentina tiene el potencial de ser la próxima ‘gran cosa’. Todos los que la conocen en las degustacio­nes adoran su perfume, sabor y personalid­ad”.

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