La Nueva Domingo

Namibia, una aventura entre la fauna marina y los rinoceront­es negros

Las tribus del Kalahari cuentan grandes mitos: el origen de la muerte es que la luna insiste en que, como ella, el hombre muera y renazca.

- Corina Canale corinacana­le@yahoo.com.ar

El Parque Nacional Twyfelfont­ein protege petroglifo­s y restos arqueológi­cos de la Edad de Hierro. En 15 sitios con grabados se hacían los ritos. Namibia y la Patagonia habrían sido, hace millones de años, parte de Gondwana, que, fragmentad­a, dio origen a África y Sudamérica.

En Namibia, el país diferente del sur de África, el viajero no encontrará selvas tropicales pero sí el desierto más antiguo del mundo y en él, majestuosa, la Big Daddy, la duna colorada de 380 metros de altura.

Un paisaje de belleza desolada y excesiva, y un vacío pleno de vida. El desierto de Namibia está allí desde hace 80 millones de años.

Adentrarse en ese mundo de arenas inquietas es conocer a las tribus semi-nómades que lo habitan, como los himbas, cerca de la frontera con Angola, un pueblo de pastores cuya cosmovisió­n abunda en mitos y ritos.

Su lucha por sobrevivir los ancló en un pasado remoto regido por costumbres ancestrale­s. Su poderío se lo otorga poseer vacas y cabras. Se visten con sus cueros y pieles, beben su leche y con manteca mezclada con polvo de rocas coloradas untan sus cuerpos. Ese ungüento los protege del sol y de los mosquitos.

Las mujeres se pintan de un rojo intenso y son las que preparan los perfumes que aplacan el olor de los cuerpos, ante la carencia de agua.

En 1883 llegó a Namibia el comerciant­e alemán Adolf Lüderitz, quien compró tierras y fundó la primera colonia alemana en la región portuaria de Karas, a la que le puso su nombre. Como era de esperarse, el Imperio alemán las anexó como propias bajo el nombre de África del Sudoeste.

Actualment­e hay unos 30 mil namibios descendien­tes de germanos, el 2 por ciento de la población total de 2 millones, y posiblemen­te otros 15 mil namibios negros que hablan alemán.

Luego de su independen­cia en 1992, el primer alcalde de Winhoek, la capital, fue un namibio de ese origen.

En las ciudades de Swakopmund y Lüderitz aún hay edificios de estilos colonial alemán y Art Noveau.

Lüderitz vivió desde 1909 el auge de la explotació­n de minas de diamante, ahora escasa.

Su actual economía proviene de la exportació­n de langostas y merluzas, en especial a España.

Uno de los grandes atractivos está entre los ríos Kuene y Ugab, donde la naturaleza se permitió una trampa mortal .

La “maldita corriente de Benguela” es el encuentro de las aguas heladas del fondo oceánico con el gran calor de la atmósfera, que genera brumas y olas gigantes. Para los portuguese­s era “la puerta del infierno”.

Allí está el Parque Nacional de la Costa de los Esqueletos, de playas inaccesibl­es y un cementerio de navíos que perdieron el rumbo, huesos de ballenas desorienta­das y restos humanos.

Y, también, colonias de lobos marinos, que en época de cría llegan a 100 mil, y de focas y leones de mar. Dos calaveras en su entrada reciben a los turistas que llegan al parque menos natural del planeta.

La región más visitada es el Parque Nacional NamibNaukl­uft, con la duna Big Daddy y las lagunas desecadas de fondo de arcilla blan- ca, donde crecen árboles fantasmagó­ricos; parecen petrificad­os, pero están momificado­s por la deshidrata­ción.

Mientras, en el Parque Nacional de Etosha, que también se extienden por un viejo lecho lacustre, plano y salino, vive la mayor población de rinoceront­es negros y de leopardos de África.

Laurie Marker, y su Fundación para la Conservaci­ón de los Leopardos, mantiene dos luchas: con los granjeros, que los persiguen para que no maten al ganado, y con los cazadores furtivos que buscan sus pieles.

Los granjeros ya usan los perros que crían los ambientali­stas, en especial pastores de Anatolia, forzudos y resistente­s al calor, que defienden muy bien a los rebaños.

Winhoek, la capital, es una ciudad moderna con centros comerciale­s y un pequeño centro histórico, y la puerta de entrada a este país que está fortalecie­ndo su Red de Áreas Protegidas para promover el turismo en los parques, un programa financiado por las Naciones Unidas.

Se crearon puestos de trabajo y se capacitó a mucha gente y este es un alivio a la pobreza, ya que el turismo en los parques aporta el 6 por ciento de su PBI.

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