El desafío de utilizar la tecnología para la administración de justicia Profesionales del Instituto de Neurociencias y Derecho trabajan en la investigación sobre inteligencia artificial aplicada al campo jurídico. ¿Una máquina podría juzgar a las personas
Una computadora juzgando a una persona, estableciendo si es responsable del delito que le imputan e imponiendo la pena que le corresponde.
La escena podría corresponder a una película de ciencia ficción, aunque la constante evolución tecnológica y la necesidad de mejorar la administración de justicia determinó que científicos y especialistas en derecho se plantearan esa posibilidad y comenzaran a analizarla.
“Cuando nos adelantamos a las discusiones no estamos proponiendo crear al juez máquina que tome decisiones, es plantear debates, ver cuáles filtros jurídicos tienen que existir antes que aparezca esto, porque cuando las cosas ya sucedieron muchas veces es tarde. La pregunta es jurídicamente cómo deberíamos plantarnos frente a los descubrimientos de la ciencia y la tecnología”, comentó el abogado Martín Haissiner.
Daniel Pastor, quien forma parte del grupo de investigación creado en 2014 en el Instituto de Neurociencias y Derecho, el que dirige junto al neurólogo Facundo Manes, sostuvo que “a nosotros nos interesa especialmente cómo funciona la inteligencia humana, que es la que está detrás de la creación del derecho y de las decisiones judiciales que se toman cuando este ha sido lesionado. En las últimas décadas las neurociencias avanzaron mucho en la comprensión de cómo funciona la inteligencia humana”.
El letrado señaló que los avances permitieron perfeccionar cuestiones referidas a la inteligencia artificial.
“Las maquinas son capaces de aprender por sí mismas, porque se ha logrado conocer cómo son los procedimientos sistemáticos del cerebro humano en el aprendizaje”.
Agregó que “nosotros, que nos enfrentamos a procedimientos judiciales que son considerados deficientes en algún sentido y que necesitan mejoras, nos damos cuenta que en esta conjunción de inteligencia humana y artificial puede salir un producto renovado para mejorar el funcionamiento de las instituciones jurídicas”.
Afirmó que ese beneficio se puede lograr en varios aspectos, y que en algunos de ellos ya se está trabajando.
“Uno es la aplicación de la tecnología para la administración, que es igual a cualquier oficina, banco o empresa”.
“Hay una segunda aplicación de la tecnología a la función judicial que hoy todavía es un poco utópica, pero que se está desarrollando y es lo que se llama la función de oráculo, es decir, que las máquinas permitan predecir las decisiones”.
Pastor explicó que “por medio del big data se hace una búsqueda muy rápida de información relevante para resolver los casos, e incluso se pueden llegar a proyectar informáticamente cuál es la resolución que se debe tomar”. El último paso
“La última etapa, que es la más quimérica, que va a llevar mucho más tiempo y no sabemos si va a llegar, ni tampoco si es deseable que llegue, es la de maquinas decidiendo los casos judiciales”, siguió diciendo Pastor.
Refirió que eso ya sucede en otras disciplinas y que todo esto “nos tiene que hacer pensar también que es posible un hipotético juez autónomo, es decir, una máquina tomando decisiones judiciales. Estamos explorando con experimentos, los cuales tuvieron resultados auspiciosos, pero falta mucho para ver y debate al respecto”. Resistencia
Haissiner admitió que al plantear esta situación surge resistencia desde algunos sectores.
“Algunas personas lo abrazan simplemente por el hecho de ser novedoso, porque creen que cualquier adelanto tecnológico es mejor, aunque no es nuestro caso. Por otro lado, hay otros que generan un rechazo inmediatamente por tratarse de algo nuevo. Los cambios preocupan, y más cuando en el que caso de los que trabajamos con derecho penal, lo que está en juego es la libertad de una persona”.
Mencionó que “en el ámbito del derecho hemos encontrado, creemos que en forma infundada, algunos ataques, endilgándonos que podría ser un retorno al positivismo, que es una posición abandonada hace mucho tiempo, simplemente porque utilizamos la ciencia como base para hacer asunciones”.
“En el último tiempo las propuestas científicas o tecnológicas son rechazadas por un grupo con el temor de que se trate del neopositivismo, mientras que en otros lugares hemos encontrado muchísimo entusiasmo”.
El abogado aseguró que “cuando empezamos trabajando con derecho y neurociencias no hablamos de tecnología en un primer momento, lo que pasa es que descubrimos que muchos de los errores que nosotros percibíamos en la toma de decisión judicial tenían que ver con la toma de decisión humana. Es decir, hay determinadas características de los seres humanos que los va a llevar a que siempre decidan con ciertos sesgos o no racionalmente, por decirlo de alguna manera”.
Finalizó diciendo que “el derecho está basado en un montón de ideas que provienen de la ilustración y el racionalismo, y nosotros queríamos tratar que se acerque la práctica a las ideas. Encontrábamos que en un principio no había manera que los seres humanos encontrasen satisfacer esos requerimientos, y ahí es cuando se incorpora la tercera pata de nuestra investigación, que es explorar para saber si la tecnología puede llegar a llenar esos zapatos. Veremos si se puede, y en el caso de arribar a ese punto, si es deseable o trae otras complicaciones”.
“Siempre tratamos de usar el lema de validación cruzada: la neurociencia prueba si algo tiene calidad científica o no, y los juristas si eso tiene relevancia jurídica y se puede aplicar”, dijo Martín Haissiner.