La maravilla del orden
Se trata de un verdadero sacrificio: ¿a la basura el primer ajuar de los chicos, la revista donde se publicaron fotos de nuestra boda, el traje de marca exclusiva, la primeras imágenes de novios y aquellas cartas que nos hacían llorar? La japonesa Marie Kondo escribió La magia del orden y lleva vendidos cuatro millones de ejemplares. Vamos a plantearnos su pregunta clave: “¿ Este objeto que estoy calificando me hace realmente feliz?”. Por lo tanto, sugiere que clasifiquemos los elementos de acuerdo con si nos hacen dichosos o no. Además, asegura que hay que decidir en un solo día lo que se conserva y lo que se desecha. El resultado es que nos sentimos mucho mejor cuando hemos dispuesto metódicamente la totalidad de lo primordial o lo eliminable. Se trata de un sinceramiento con uno mismo. Cuando arrojé en el incinerador mi retrato de mis quince minutos de gloria, me sentí aliviada. Su tamaño más el marco ocupaban un lugar esencial y, aun escondido, no faltaba quien dijera: “¡ Qué bien estabas acá!”. Ocurre que cuando una persona está organizando con la más absoluta objetividad su escenario vital, va superando también su pasado, sus ya perimidos momentos de solaz o desasosiego. Listo. Ahora, ¡al presente! Es importante colocar en el mismo territorio materiales que pertenecen a similares ideas, propósitos o intenciones. Así, evitamos dar vuelta por toda la casa para encontrar aquel collar que pusimos en una caja de marf il (¿pero dónde ubicamos esa caja exactamente?). Lo esencial es quedarse nada más que con aquello que puede situarse cómoda- mente en un lugar. Estamos acomodando, sin saberlo, nuestra personalidad. Vivir el presente es propicio y saludable. Animarse a regalar o directamente arrojar a la basura lo que solo es un recuerdo y no un tema con el que podamos disfrutar es de valientes. El alivio que se siente después de aligerar el entorno ha cambiado temperamentos, formas de vida y hasta planes futuros. Ocurre que estamos poniendo nuestra personalidad al servicio del orden: es decir, ¡basta de vivir de ilusiones y vamos a asumir una realidad con hechos actuales y no con remembranzas que nos inclinan a la zozobra! No solo tendremos a mano lo necesario, sino que ganaremos beneficiosos espacios. Así como los mensajes se responden por orden de importancia y no por llegada, la indumentaria, los libros y hasta las plantas deben estar ubicadas con inteligencia y de acuerdo con el mayor confort. Convengamos que con la tecnología no resultan imprescindibles folletos, libros o informaciones que nos brinda al instante la computadora o el celular. Además, las modas cambian y no nos pondremos lo que desechamos hace dos años. Nuestros afectos presentes están en nuestro corazón, no en un material que ha fenecido en su rendimiento, ventaja y conveniencia. Es probable que hasta bajemos de peso, al quitarnos tanto agregado superf luo, innecesario. Miguel de Cervantes Saavedra aseguraba: “La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”. Además, nos quedan nuestras reminiscencias, que recrearán las joyas conmocionantes que nos sacudieron la sensibilidad a lo largo de nuestra existencia. Borges rogó
que nos quedemos con lo sustancial: “Pido a mis dioses o a la suma del tiempo que mis días merezcan el olvido, que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, pero que algún verso perdure en la noche propicia a la memoria o en las mañanas de los hombres”.
“Lo esencial es quedarse nada mas que con aquello que puede situarse comodamente en un lugar. Estamos acomodando, sin saberlo, nuestra personalidad. Vivir el presente es propicio y saludable .