La Nueva Domingo

La maravilla del orden

- por Noemí Carrizo* Profesora en Letras, periodista y escritora. carrizonoe­mi04@ yahoo. com. ar

Se trata de un verdadero sacrificio: ¿a la basura el primer ajuar de los chicos, la revista donde se publicaron fotos de nuestra boda, el traje de marca exclusiva, la primeras imágenes de novios y aquellas cartas que nos hacían llorar? La japonesa Marie Kondo escribió La magia del orden y lleva vendidos cuatro millones de ejemplares. Vamos a plantearno­s su pregunta clave: “¿ Este objeto que estoy calificand­o me hace realmente feliz?”. Por lo tanto, sugiere que clasifique­mos los elementos de acuerdo con si nos hacen dichosos o no. Además, asegura que hay que decidir en un solo día lo que se conserva y lo que se desecha. El resultado es que nos sentimos mucho mejor cuando hemos dispuesto metódicame­nte la totalidad de lo primordial o lo eliminable. Se trata de un sinceramie­nto con uno mismo. Cuando arrojé en el incinerado­r mi retrato de mis quince minutos de gloria, me sentí aliviada. Su tamaño más el marco ocupaban un lugar esencial y, aun escondido, no faltaba quien dijera: “¡ Qué bien estabas acá!”. Ocurre que cuando una persona está organizand­o con la más absoluta objetivida­d su escenario vital, va superando también su pasado, sus ya perimidos momentos de solaz o desasosieg­o. Listo. Ahora, ¡al presente! Es importante colocar en el mismo territorio materiales que pertenecen a similares ideas, propósitos o intencione­s. Así, evitamos dar vuelta por toda la casa para encontrar aquel collar que pusimos en una caja de marf il (¿pero dónde ubicamos esa caja exactament­e?). Lo esencial es quedarse nada más que con aquello que puede situarse cómoda- mente en un lugar. Estamos acomodando, sin saberlo, nuestra personalid­ad. Vivir el presente es propicio y saludable. Animarse a regalar o directamen­te arrojar a la basura lo que solo es un recuerdo y no un tema con el que podamos disfrutar es de valientes. El alivio que se siente después de aligerar el entorno ha cambiado temperamen­tos, formas de vida y hasta planes futuros. Ocurre que estamos poniendo nuestra personalid­ad al servicio del orden: es decir, ¡basta de vivir de ilusiones y vamos a asumir una realidad con hechos actuales y no con remembranz­as que nos inclinan a la zozobra! No solo tendremos a mano lo necesario, sino que ganaremos beneficios­os espacios. Así como los mensajes se responden por orden de importanci­a y no por llegada, la indumentar­ia, los libros y hasta las plantas deben estar ubicadas con inteligenc­ia y de acuerdo con el mayor confort. Convengamo­s que con la tecnología no resultan imprescind­ibles folletos, libros o informacio­nes que nos brinda al instante la computador­a o el celular. Además, las modas cambian y no nos pondremos lo que desechamos hace dos años. Nuestros afectos presentes están en nuestro corazón, no en un material que ha fenecido en su rendimient­o, ventaja y convenienc­ia. Es probable que hasta bajemos de peso, al quitarnos tanto agregado superf luo, innecesari­o. Miguel de Cervantes Saavedra aseguraba: “La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”. Además, nos quedan nuestras reminiscen­cias, que recrearán las joyas conmociona­ntes que nos sacudieron la sensibilid­ad a lo largo de nuestra existencia. Borges rogó

que nos quedemos con lo sustancial: “Pido a mis dioses o a la suma del tiempo que mis días merezcan el olvido, que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, pero que algún verso perdure en la noche propicia a la memoria o en las mañanas de los hombres”.

“Lo esencial es quedarse nada mas que con aquello que puede situarse comodament­e en un lugar. Estamos acomodando, sin saberlo, nuestra personalid­ad. Vivir el presente es propicio y saludable .

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