La Nueva Domingo

La capital danesa de América en California

Una ciudad escandinav­a en la soleada geografía california­na recibe un millón de visitantes por año. Para saborear su repostería y pedalear entre los viñedos de la región vinícola de Santa Bárbara.

- COMO UN HERMOSO CUENTO DE HADAS Corina Canale corinacana­le@yahoo.com.ar

Amedio camino entre San Francisco y Los Ángeles, en California, hay una pequeña ciudad de cuentos de hadas. Casas de tejas oscuras, techos como finas agujas que apuntan al cielo y fachadas blancas cruzadas por listones de madera. La rodean paisajes rurales y sosegados viñedos.

Se llama Solvang, en danés “campos soleados”, y fue fundada en 1911 por tres maestros dinamarque­ses que recrearon en el condado california­no de Santa Bárbara el estilo arquitectó­nico de su tierra natal.

Los primeros inmigrante­s de ese país llegaron entre 1850 y 1913 y se afincaron en Illinois, Nebraska y Minnesota, hasta que luego de la Segunda Guerra Mundial estos tres maestros impulsaron un éxodo hacia la costa en busca de un clima más benigno. En busca del sol.

En Solvang nada es azaroso. Desde la letra gótica en los carteles comerciale­s, las señales de tránsito y el nombre de las calles, hasta una réplica a escala de la Torre Redonda de Copenhague, la que construyó el rey Christian IV con una rampa en forma de caracol, y a la que aún se considera el observator­io astronómic­o más antiguo de Europa.

Tampoco falta la réplica en bronce de La Sirenita, el personaje creado por el escritor Hans Christian Andersen, que está sobre unas rocas que se adentran en el mar, cerca del busto de su mentor, cuyo cumpleaños, el 2 de abril, es una de las grandes festividad­es de esta ciudad.

Los molinos de viento, como el de Hamlet Square, no faltan en la ciudad danesa de la América del Norte.

En su calle principal, la Mission Drive, se venden desde zapatos de madera decorados y encajes hechos a mano hasta relojes cu-cú y la famosa cerámica azul y blanca Delft.

Y a cada paso el forastero encuentra los viñedos del Valle de Santa Inés, donde maduran las uvas de sus vinos. Los de Ródano, Borgoña y Burdeos.

Para los 5 mil habitantes de Solvang “nuestras panaderías danesas se huelen”, dicen refiriéndo­se a los bombones de mazapán con licor y menta, los roscones con manteca, los strudel de manzana y los “aebleskive­r”, buñuelos rellenos de mermelada de frambuesa.

Otra cita ineludible es el Mercado de Agricultor­es de los miércoles, con su venta de panes, quesos, productos frescos, nueces y flores. Ese día los turistas también pasean a bordo del Honen, un tranvía histórico de madera, como los escandinav­os del 1800, tirados por caballos.

En estos días ya preparan el Solvang Julefest de diciembre para recibir a los compradore­s de las vacaciones con increíbles descuentos en tiendas, galerías de arte, librerías, vinos, bares de cerveza, casas de decoración, muebles y joyerías. Esos días el estacionam­iento es gratuito.

El primer día del último mes del año se realiza la Iluminació­n de los Árboles, con bandas que tocan villancico­s para darle la bienvenida a Santa Claus, mientras que al otro día es el Gran Desfile callejero.

La ciudad que nació para no olvidar el terruño, como un telón de fondo para la nostalgia, se convirtió con el tiempo en un atractivo turístico del Condado de Santa Bárbara, visitado anualmente por un millón de viajeros.

A cada paso el forastero encuentra los viñedos del Valle de Santa Inés, donde maduran las uvas de sus vinos. Los de Ródano, Borgoña y Burdeos. Y las panaderías danesas, “se huelen”.

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