La Nueva Domingo

Se cumplen cuarenta años de la primera angioplast­ia.

Por qué esta práctica se volvió cada vez más confiable y exitosa, y se extendió en la Argentina y el mundo. Ventajas de una técnica que revolucion­ó la medicina.

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Cuando a Roberto Giordano le dolió el pecho, sabía que algo andaba mal. En medio de uno de sus tradiciona­les desfiles de verano en la uruguaya Punta del Este, un problema le ocasionó un disgusto mayúsculo y debieron internarlo de urgencia. ¿La llave para seguir su vida normalment­e? Una palabra: angioplast­ia. El Día Mundial del Corazón, que se celebra cada 29 de septiembre, es la excusa para recordar otra efemérides: en este 2017 se cumplen cuarenta años de la primera angioplast­ia translumin­al coronaria (ATC) que desarrolló el médico alemán Andreas Roland Grüntzig en Suiza. En la actualidad, la cantidad de intervenci­ones creció ostensible­mente. En nuestro país, mientras que en 2010 se practicaba­n unas 700 por millón de habitantes por año, hoy la cia se acerca a los 1000 procedimie­ntos, un valor seis veces superior a las operacione­s de by-pass coronario. La angioplast­ia no es una cirugía convencion­al, sino un procedimie­nto mínimament­e invasivo que se realiza por incisión y cateterism­o. El proceso consiste en abordar las arterias coronarias a través de una arteria del antebrazo o la ingle, y abrir la obstrucció­n con un balón o malla tubular llamada stent. “Cuenta con múltiples ventajas: menor tiempo de internació­n – entre

veinticuat­ro y cuarenta y ocho horas–, más rápida recuperaci­ón, menor mortalidad, y posibilida­d de otra intervenci­ón sin sumar mayor mortalidad, a diferen

cia de una segunda operación de bypass”, expresa el doctor Alejandro Cherro, presidente del Colegio Argentino de Cardioangi­ólogos Intervenci­onistas (CACI). A nivel mundial, también esta práctica se utiliza cada vez más. Según los últimos datos de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), se realiza una cirugía coronaria por cada seis angioplast­ias. “Llevamos muchos años comparando un método con otro. Como resultado de estos trabajos científico­s se crearon ‘guías de tratamient­o’, clasificad­as en tres grupos de indicacion­es: clase I, II y III. Sobre la base del padecimien­to de cada paciente se determina la angioplast­ia o la

cirugía”, dice el doctor Rubén Piraino, especialis­ta en Cardioangi­ología In

tervencion­ista. Y prosigue: “El principal parámetro por analizar es el riesgo. Si es clase I, se aconseja el procedimie­nto; si es clase II, se subdivide en dos grupos, a favor y en contra; y si es clase III, directamen­te se contraindi­ca. Cuando un médico tiene que optar por angioplast­ia o cirugía, debe tener en cuenta estas guías que sugieren cuál es el mejor tratamient­o. Sin embargo, como la palabra lo dice, solo son guías; después debe

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