La Nueva Domingo

Detalles de una saga escabrosa

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Como en un juego de espejos, el Gobierno y Cristina Fernández parecieran enfrascado­s en la misma tarea, que es ver quién le carga un muerto a quién. Cristina insiste en culpar a Macri por la desaparici­ón de Santiago Maldonado, y ello pese a que en su entorno le aconsejan empezar a despegarse del caso porque "no vende" en las encuestas, y la sociedad opina que lo que ella hace, o lo único que le importa, es sacar rédito político -y de paso o al mismo tiempo- buscar hundir al Gobierno.

Pero una cosa es lo que le digan sus asesores catalanes o ecuatorian­os y otra es Cristina otra vez en estado puro, después del rol de carmelita descalza que aceptó jugar antes de las PASO. Primero, vale aclarar que no hay absolutame­nte ningún indicio que permita asegurar que Maldonado está muerto o vivo. Nada más se supo de él desde aquel 1 de agosto y es todo lo que se sabe.

Pero en la prédica de la doctora y de sus más duros voceros, como Bonafini, D´Elía y Carlotto, pasando por los blogueros que responden a Máximo Kirchner, aparece a veces disimulada esa presunción que responderí­a a una urgente necesidad electoral. Hebe dijo en la Plaza de Mayo que al artesano lo mandó a matar Macri para escarmenta­r a los que rechazan el modelo económico, el "ajuste". Cristina nunca hizo nada por apar- tarse de ese exabrupto. Cuando pudo haberlo hecho como, por caso, aceptó que no es bueno decir "Macri, basura, vos sos la dictadura" porque es piantavoto­s según sus consultore­s externos.

Conclusión: ella "necesita" que el desenlace del caso Maldonado sea el peor. Y que eso ocurra unos días antes de las elecciones del 22 de octubre. Las sospechas en torno a esa "necesidad" de Cristina que anida en algunos despachos del Gobierno comenzó a entroncars­e estos días con algunos retazos de informació­n que provienen del sur, como el que sostiene que los mapuches sacaron a alguien del río y se lo llevaron hacia el interior de sus territorio­s.

De ser cierta esa informació­n, y para el caso absolutame­nte hipotético de que se tratase de Maldonado: ¿para qué, con qué intencione­s?, se preguntan intrigante­s en esos despachos. Elisa Carrió se lo dijo a Macri hace un tiempo: "Te quieren tirar un muerto".

Del lado del Gobierno no le van en saga si bien se mira. Esta semana fueron varios los que salieron a batir el parche sobre la pericia de la Gendarmerí­a que sostiene que el fiscal Nisman no se suicidó sino que fue asesinado. Garavano y Michetti, ente otros, abonaron sin disimulos la teoría de Carrió, que apenas bajó del avión que la trajo de su viaje a Jerusalén dijo que a Nisman lo mandó matar el gobierno de Cristina. "Hay que darle crédito", aprobó sin cuidar las formas el ministro de Justicia. "La sospecha ge- neralizada es que algo hubo que responsabi­liza al kirchneris­mo", completó la vice desde Naciones Unidas. Por lo demás, resulto evidente que antes de la acusación de Lilita y del aval que recibió esa presunción de parte del Gobierno, desde despachos gubernamen­tales dejaron trascender generosame­nte retazos de la pericia de los científico­s de la Gendarmerí­a.

Y eso ocurrió justo en medio de la ofensiva de Cristina y sus muchachos por culpar a Macri y al Gobierno por el presunto, y de ningún modo probado, malogrado destino del artesano. Desde la otra vereda, el hermano de Maldonado, Sergio, aporto lo suyo desde el principio cuando dijo que no iba aceptar otra hipótesis que no sea la que la familia sostiene: que a Santiago se lo llevó la Gendarmerí­a por orden de Patricia Bullrich. Con matices, es la misma línea que sostiene el cristinism­o.

Una primera mirada por encima de esos afanes de uno y otro lado por cargarle un muerto al bando enemigo permite sostener un primer análisis: el Gobierno y la expresiden­ta parecieran jugar esa parte de sus fichas para conseguir mejorar sus respectiva­s chances electorale­s en octubre. O lo hacen con la convicción de que podrán mejorar su cosecha de votos justamente a expensas del otro.

Resulta curioso ese modus operandi del macrismo para cargarle a su enemiga la muerte de Nisman o de la expresiden­ta de acusar al gobierno por la desaparici­ón de Maldonado en el marco de un plan sistemátic­o al estilo del que se aplicó en la dictadura, cuando en ambos bandos leen encuestas que sostienen que la sociedad no está pendiente de la resolución de esos temas, sino de la mas cotidiana y terrenal cuestión de la economía y de cuanta plata tiene en el bolsillo para llegar a fin de mes o del mayor o menor temor a perder el empleo, o a no encontrarl­o para el que no lo tiene. Eso dicen los números que manejan en el Instituto Patria y en despachos de la Casa Rosada.

Una segunda conclusión vendría enganchada de la anterior y de la mano de lo que se escucha a uno y otro lado del mostrador. Que con esta pulseada sobre Nisman y Maldonado, Macri y Cristina logran mantener viva la polarizaci­ón que ambos aceptaron aunque sin que se juntaran para firmar papel alguno, que les sirvió para las primarias de agosto y que les servirá para cuando llegue el domingo 22 de octubre.

Puede gustar o no pero algo de razón habría que concederle­s, no importa el profundo rencor que se profesan. Basta mirar la desesperac­ión que cunde en los campamento­s de Massa y Randazzo. O de la izquierda de Pitrola-Del Caño, que sale a proclamar ahora que ellos no son kirchneris­tas.

Con esta pulseada sobre Nisman y Maldonado, Macri y Cristina logran mantener viva la polarizaci­ón que les sirvió para las PASO de agosto.

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