La Nueva Domingo

Columna de Noemí Carrizo.

- por Noemí Carrizo* Profesora en Letras, periodista y escritora. carrizonoe­mi04@ yahoo. com. ar

“Vivir el presente sin documentos sobre el futuro es tal vez una de las mas sanas decisiones que puede tomar un ser humano con respecto a un amor, un trabajo, una amistad, “un bienestar, un privilegio . “Empieza mientras otros dan excusas. Trabaja mientras otros solo desean. Sigue mientras otros renuncian”.

Admitir que nada es para siempre es un toque al corazón, y a veces al cuerpo, que esquivamos por miedo, comodidad, interés, prejuicio y temor a la considerac­ión ajena. Vivir el presente sin documentos sobre el futuro es tal vez una de las más sanas decisiones que puede tomar un ser humano con respecto a un amor, un trabajo, una amistad, un bienestar, un privilegio. Se dice que uno de los problemas ortográfic­os de la vida es no saber poner un punto final en el momento adecuado. Terminar una relación amorosa o laboral no es un fracaso; fracaso es continuar con un contacto o una convivenci­a insanos, improducti­vos y carentes de evolución. Es cierto, se necesita coraje. Si hay que cruzar un río para llegar a la otra orilla y sentirse simplement­e vivo, no importan excusas como no saber nadar o tener pánico al agua. Conseguire­mos la barca que nos transporte a la otra orilla: solo será cuestión de paciencia y firmeza en la decisión. El psicoanali­sta Axel Rozen afirma que, en las primeras etapas de un amor, se proyectan sobre el otro las fantasías subjetivas más excelsas hasta transforma­rlo en perfecto. El tiempo va acercando la realidad y se comienza a aceptar al ser amado en su autenticid­ad, pero seguirá latente ese dejo de “No es como

yo pensé”. Si la imaginació­n nos jugó una mala pasada, solo quedará partir con el costo que eso suponga. El otro no tiene el deber de responder a las formas de fantasía con que lo idealizamo­s y tiene derecho a su libertad, como nosotros a la nuestra. Se dice que el amor es la historia completa en la vida de una mujer, pero solo un episodio en la de un hombre. Ironía que nos invita a ref lexionar. Si bien la socióloga Jeanenne Lamarsh aconseja cambiar de compañía si nos sentimos

torturados, explica que la transforma­ción para disfrutar de una tarea es interna. Ella se muestra terminante en una af irmación: “Compórtate como si fueras un socio de la

firma”. Consejo para nada trivial y que obliga a mirar de otra manera el universo productivo. Abandonar el papel de víctima y volverse un observador de los triunfador­es ayudará a avanzar aclimatánd­ose a los requerimie­ntos de la empresa. Pero rinde más un trabajador feliz que uno amargado, lo que todo jefe recuerda, aunque no lo confiese. Por lo tanto, hay que poner cuidado en cómo se viaja, se almuerza y se toma la tarea diaria para sentirse satisfecho con uno mismo y rendir lo máximo posible. Las últimas estadístic­as demuestran que los trabajador­es descontent­os cuestan a la economía americana unos 300.000 millones de dólares al año; además, los empleados felices producen un 12% más, mientras que los infelices llegan a producir un 10% menos. Claro está, las consecuenc­ias se pagan de ambas partes. Incluso con los familiares directos hay que exhalar un

“basta” que no se traduce en un f inal, sino en disminuir la abnegación con que se mueven algunas abuelas, por ejemplo, al renunciar a sus clases de gimnasia para cuidar a los niños. Mejor ser los abuelos de los regalos y los paseos, no los que mandan a bañar, a dormir y a hacer la tarea. Lo propicio es eludir el sacrificio y ser recibido como una visita trascenden­tal. Estos puntos finales que nos exige el diario vivir no son fáciles, pero hay que intentarlo­s para cuidar nuestra mente y nuestros días en un universo que nos ofrece la posibilida­d de satisfacer nuestros deseos. No es el más fuerte el que sobrevive inmolándos­e, sino el que se adapta a los cambios. El secreto parece estar en una simple frase:

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