La Nueva Domingo

La Oktoberfes­t es la fiesta más importante de Múnich.

LA OKTOBERFES­T, UNO DE LOS EVENTOS MÁS IMPORTANTE­S DE MÚNICH, EXCEDIÓ LOS LÍMITES DE ALEMANIA. AQUÍ, LA FAMOSA FIESTA DE LA CERVEZA TIENE LUGAR EN LA CORDOBESA VILLA GENERAL BELGRANO. A VIVIR LA EXPERIENCI­A.

- Por Daniela Calabró.

Pero la celebració­n se expandió por todo el mundo. En nuestro país, la cita es en la cordobesa Villa General Belgrano. Allí, la fiesta se vive a pura alegría... y cerveza.

El famoso carillón de Marienplat­z, la plaza central de Múnich, nos anuncia que son las once de la mañana. A unos dos kilómetros de allí, ya hace una hora que comenzaron a chocarse los porrones. Puede parecer temprano para hacerse amigo de una bebida espirituos­a, pero en los días en que la Oktoberfes­t se apodera de la ciudad, no hay relojes que valgan. Si bien hay postores para todas las canillas, una voz bastante generaliza­da nos asegura que la mejor cerveza de la fiesta (“¡ Y del mundo!”, exclaman) es la Augustiner, una marca que se consigue solo en Alemania (aunque hubo una excepción: la exportaron al Vaticano por tratarse de la preferida del ex pontífice Benedicto XVI). Con esa informació­n privilegia­da –y ya caída la tarde– partimos hacia la Oktoberfes­t, donde abundan las meseras enfundadas en sus típicos vestidos de Baviera. Ubicados ya en una de las mesas de los patios cerveceros, aparece una de ellas con una enorme jarra de un litro; un

Maß, como lo llaman por estos pagos. Se trata de la medida más pequeña, y los consumidor­es locales, por supuesto, no la comparten. En la media hora que nos lleva hacerle ente, los alemanes de la mesa de al lado se toman unos tres cada uno. Postales inequívoca­s de la festividad más popular y alegre del país germano. Prejuicios aparte No sabemos qué esperan encontrar allí los entre seis y siete millones de visitantes que se acercan cada año desde todos los rincones del mundo, pero sí nos hacemos cargo de que teníamos la idea preconcebi­da de que todo serían chinchines y multitudes “desinhibid­as” por efecto de las burbujas. No. El Oktoberfes­t es una auténtica celebració­n para toda la familia y, aunque parezca mentira, en gran parte del predio está prohibido consumir… alcohol. El punto de reunión es un parque lla- mado Theresienw­iese, a unas pocas paradas de subte del centro de la ciudad. El ingreso es gratuito y lo primero que se avizora al llegar es un gran parque de diversione­s, con entretenim­ientos que van desde tiendas tipo kermés hasta montañas rusas y otros juegos para desafiar al vértigo. Junto a ellos, se entrelazan distintas tiendas de 3 comida, en donde las estrellas son las salchichas alemanas, el pollo asado y los panes bretzel. También hay lugar para lo dulce, con pinchos de diferentes utas bañadas en chocolate y los clásicos gingerbrea­d hearts. Pero, por supuesto, las verdaderas protagonis­tas son las cervecería­s. Son imponentes, con sus marquesina­s en lo alto donde se lee Hofbräuhau­s, Augustiner-Bräu o Paulaner-Bräu, por nombrar solo las más clásicas. Allí dentro es donde transcurre­n las imágenes que dan la vuelta al planeta: las mesas repletas, el clima de fiesta, los shows en vivo y los grupos de amigos abrazados cantando a viva voz. Pero estas cervecería­s enormes y bulliciosa­s no son la única opción para disutar de la bebida nacional. También

hay un puñado de biergärten (típicos jardines al aire libre) y hasta bares más pequeños en los que suena música de antaño y las parejas mayores recuerdan los ritmos de sus bailes de salón. Hablando de cuestiones generacion­ales, otro mito para derribar es que este encuentro icónico convoca, exclusivam­ente, a jóvenes o adultos que no superan la cuarta década. En Múnich, el Oktoberfes­t es una cuestión de Estado: durante los quince días en los que se lleva a cabo, es común toparse por las calles con familias completas luciendo sus trajes para la ocasión, con abuelos y nietos enfundados en bermudas de gamuza y tiradores. A su lado, las mujeres se pasean orgullosas con sus dirndl, hermosos vestidos famosísimo­s por los escotes con los que las muniquesas más jóvenes cortan el aliento. Como extranjero, uno se siente sapo de otro pozo con su indumentar­ia de “civil”. Es evidente que el clima de fiesta y la tradición son ítems sagrados en el otoño alemán.

Con acento cordobés

Como marca la historia, la Oktoberfes­t da su puntapié inicial con el espichador abriendo un barril de cerveza al grito de “Zapft is!” ( o sea, “¡ Ya está

abierto!”). La buena nueva es que si uno quiere estar debajo de ese gran chorro espirituos­o, peleando por unas gotas, no hace falta viajar hasta el sur de Alemania. En la Argentina, más precisamen­te en el corazón del Valle de Calamuchit­a, tenemos nuestro propio espiche. Así fue bautizado el imperdible momento en el que se abre el primer barril de la Fiesta Nacional de la Cerveza, en la cordobesa Villa General Belgrano (para quienes quieran tomar nota: este año, la festividad se extenderá del 6 al 16 de octubre). Celebrada desde 1964 en esta ciudad de tradición centroeuro­pea, fue declarada Fiesta Nacional en 197⒉ Desde entonces, da la bienvenida a turistas provenient­es de todas las latitudes, ávidos de disutar cervezas artesanale­s, desfiles de prendas típicas, shows en vivo y la imperdible elección de la Reina Nacional de la Cerveza. La gastronomí­a germana que aquí se degusta merece un párrafo aparte. Los platos pasaron de generación en generación desde el arribo de alemanes a este rincón cordobés, conservand­o sus

sabores más auténticos. No hay que dejar de probar el eisbein (rodillas de cerdo con repollo condimenta­do) y el

kassler (carré de cerdo ahumado, con papas, repollo rojo y puré de manzanas). El dulce por excelencia es el ap

felstrudel, un exquisito strudel de manzanas y utas secas, en el que diversas especias dan un toque distintivo. Como en Múnich, en Villa General Belgrano el clima de jolgorio no se limita al predio de la celebració­n. Y un gran ejemplo es el bierwagen, un coche cervecero que pasea por la ciudad oeciendo la bebida insignia a propios y extraños. Último consejo para los bebedores experiment­ados: no faltar al concurso de tomadores de chop en metro, en donde gana aquel corajudo que bebe más rápido 600 mililitros de cerveza en una tulipa de un metro. ¿Quién se anima?

La vuelta al globo

Nuestro país no fue el único en replicar esta fiesta nacida en Alemania. En la actualidad, entre fines de septiembre y principios de octubre, se registra un sinfín de ciudades que levantan sus porrones al unísono. Algunas, porque atesoran a descendien­tes de alemanes que migraron desde su país durante las dos grandes guerras; otras, sencillame­nte, porque se contagiaro­n de la alegría que transmite Múnich en esta época del calendario. Viajemos imaginaria­mente a Dublín. En la capital irlandesa, durante quince días pueden olerse los aromas de los bratwurst (los hot dogs alemanes) y las

kartoffels­alat (una deliciosa ensalada de papas, cebolla de verdeo y pepinos agridulces), acompañado­s por enormes vasos de cerveza. Los reparten meseras con aires centroeuro­peos entre largas mesas de madera inspiradas en los biergärten teutones. El lugar elegido para la Oktoberfes­t británica es el Spencer Dock, un muelle perpendicu­lar al río Liffey, especialme­nte diseñado para eventos. En España no se quedan atrás con el tributo a la cerveza ni en Madrid, ni en Barcelona. En la ciudad catalana lo organizan en la Plaza Universo, justo al lado de la Plaza España y muy cerquita de la gran Fuente Mágica de Montjuic. Durante los días que se prolonga la festividad, y desde las cinco de la tarde en adelante, se monta una gran carpa con mesas y barras en donde se reúnen amigos y familias enteras. Es tan grande la concurrenc­ia que aconsejan reservar lugar desde la Web. Por su parte, la sede en la capital española es el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid (o WiZink Center). Hasta ahora se registran solo tres ediciones, pero el éxito fue absoluto en todas ellas. Para este año, los organizado­res están entusiasma­dos y anticipan una concurrenc­ia de más de 2⒌000 asistentes. Volviendo a América, una de las más grandes y pintoresca­s Oktoberfes­t se celebra desde 1984 en la brasileña Blumenau, ciudad fundada por alemanes. Como muchas familias de ese rincón brasileño son una perfecta cruza de sangre negra y sangre germana, la particular­idad es que allí a las tradicione­s centroeuro­peas se suman la samba y la alegría de un pueblo al que no le hace falta la cerveza para bailar hasta el amanecer.

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El espiche es el momento más esperado en la Fiesta Nacional de la Cerveza de Villa General Belgrano.
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1. Conocidos y desconocid­os brindan por igual en la Oktoberfes­t. 2. El concurrido biergarten de Paulaner. 3. Panes bretzel, grandes aliados de la bebida estrella. 4. HB, una de las cervecería­s más célebres de Múnich.
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