La Nueva Domingo

Una sobrevivie­nte del “Titanic del Sur” regresó a Saavedra

Con 8 meses de vida, Juliana Mattiozzi, se salvó del hundimient­o del barco de lujo, en 1927, sobre Brasil. Su familia se instaló y vivió en esta zona.

- MURIERON MÁS DE 400 PERSONAS Raúl Magariños Agencia Saavedra laregion@lanueva.com

Fue una de las grandes tragedias marinas de las primeras décadas del Siglo . El 25 de octubre de 1927, el crucero

SS Principess­a Mafalda se hundió al sur de Salvador de Bahía (Brasil), perdiendo la vida unas 481 personas, entre ellos varios argentinos. La noticia conmovió al mundo y, por comparació­n, se lo denominaba “el Titanic del Atlántico Sur”.

Ese día, con tan solo unos meses de vida, Juliana Franca Mattiozzi volvió a nacer, aunque ella de poco pudo darse cuenta. Nacida en Italia, renacida frente a Brasil y luego establecid­a en Saavedra junto a su familia, cuenta que en ese fatal naufragio se salvaron todos sus seres queridos.

Hoy, ya viviendo en Capital Federal, esta saavedrens­e por adopción reconoce que todas las historias que conoce del Principess­a Mafalda se las contaron sus padres y hermanos: Reynaldo, Lina, María, Feruccio y Alcestina; ya en Saavedra, llegarían Víctor, Francisco José y Lido Damián, quien hoy tiene 82 años.

"Tenía ocho meses al momento de hundimient­o -cuenta-. Todo lo que sé, me lo contaron. Pero murió mucha gente; de nuestra familia nos salvamos todos. Siempre me decían que los marinos pedían que la gente se sacara los zapatos y cualquier cosa pesada que tuviera, para poder estar más livianos”.

Después del naufragio, los Mattiozzi llegaron a Buenos Aires en el barco Duque Di

Abruzze, y estuvieron alojados en el Hotel de los Inmigrante­s durante 15 días. Y la duda flotando era ¿qué hacer? Ese 25 de octubre, hace poco más de 90 años, el mar se había llegado todos sus sueños y proyectos. Su padre, Francisco, traía mucha mercadería en baúles para poner una tienda en Argentina, pero todo eso se fue a pique con el Titanic del Sur.

Ya en Argentina, a su madre, Angela Santandrea, el área de inmigració­n argentina le regaló una máquina de coser; y a su padre le ofrecieron una quinta en Río Negro para ir a trabajar, pero prefirió afincase en Saavedra porque su cuñada ya estaba instalada allí.

Ya en la localidad, la familia se radicó en el campo que hoy pertenece a los Leniz; y luego su padre adquirió una casa frente a la estación de tren. Hasta su muerte, festejó su cumpleaños cada 25 de octubre porque, decía, era el día en que había vuelto a nacer.

"Él se dedicaba a los negocios con compra y venta de animales, chacarita y adquiría vehículos en Buenos Aires y los vendía. Viajaba a Cañuelas, compraba animales y los mandaba con el tren a Saavedra. También tuvo una quinta bajo riego en Río Colorado”, cuenta.

Cuanto ella tenía 25 años, en 1952, su padre regresó a Buenos Aires con su madre. Ella se casó, enviudó siete años después, y decidió ir a Capital Federal para vivir con su mamá, que también había perdido a su compañero de vida.

Desde entonces, viaja de vez en cuando a Saavedra para visitar a su familia. Este año, por ejemplo, ya lo hizo tres veces.

"Prácticame­nte nací y me crié en Saavedra. Hoy al pueblo lo veo más adelantado, pero cuando crecí, todo era barro. Diez años antes de venir nosotros, acá vivían los indios", recuerda.

Después del naufragio del Principess­a Mafalda, el padre de Juliana festejó el 25 de octubre como su cumpleaños: era el día de su renacimien­to.

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 ??  ?? Mafalda”, en su plenitud. Arriba, Juliana Mattiozzi, la saavedrens­e sobrevivie­nte de la catástrofe. El “Principess­a Aquel 25 de octubre FOTOS: AGENCIA SAAVEDRA Y ARCHIVO LA NUEVA.
Mafalda”, en su plenitud. Arriba, Juliana Mattiozzi, la saavedrens­e sobrevivie­nte de la catástrofe. El “Principess­a Aquel 25 de octubre FOTOS: AGENCIA SAAVEDRA Y ARCHIVO LA NUEVA.

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