La Nueva Domingo

Alejandro Dolina, con el sello de su estilo tan particular

El “Negro” pasó por Bahía Blanca para presentar “La venganza será terrible”.

- Maximilian­o Palou mpalou@lanueva.com

Si eligiéramo­s consciente­mente todo, a la hora de elegir a una novia uno llamaría a licitación. A veces las personas llegan a nuestra vida por casualidad.”

Antes de empezar la entrevista le digo algo al Negro Dolina.

—Creo que es necesario aclararle que lo admiro y que lo escucho hace 30 años, desde cuando hacía “Demasiado tarde para lágrimas”...

Alejandro Dolina se interesa. Y me pregunta mi edad y se muestra sorprendid­o del recuerdo de “Demasiado tarde para lágrimas” que iba por radio El Mundo. Entraba en el mismo dial que LU3, que por suerte terminaba su transmisió­n unos segundos antes de que Dolina arrancara su programa hasta las 2 de la mañana.

—Lo escuchábam­os desde la cama con mi hermano. Y mi mamá nos gritaba desde su cuarto: “apaguen esa radio que mañana tienen que ir a la escuelaaaa­aaa”. Pero no le hacíamos mucho caso, lo seguíamos escuchando.

Y el Negro responde maravillos­amente:

—Bueno, espero que su santa madre igual guarde un gran recuerdo de mí.

Anteanoche estuvo en Bahía. Bahía fue uno de los puntos del interior a los que llevó su “La venganza será terrible”.

—¿Cómo se le ocurrió eso de parodiar los consejos para limpiar el bidet o para cortarse las uñas que frecuentem­ente se escucha en sus programas? —Siempre vi esa santificac­ión de la vida doméstica que nos viene de una cultura occidental como algo un poco ridículo... eso de la santificac­ión de la cocina ¿no? La cocina como fuente de felicidad. Esa vida cotidiana tan exaltada apaga un poco las vocaciones más espiritual­es. Por suerte en mi casa viví otra cosa: conviví con mujeres que trataban de

liberarse de ese mandato. Por suerte hoy la mujer ha encontrado otros caminos. Elegí eso para mi programa porque siempre me causó gracia.

—¿Y lo de hablar de historia o mitología planteando los problemas mundanos que tenían esos hombres o seres?

—Se trata de hacer un uso inadecuado de circunstan­cias solemnes y a la inversa, el lenguaje solemne aplicado al boliche de la esquina. Ahí sucede la gracia. Son las formas que tenemos en el programa de encontrar puertas para poder entrar. Otros entran por el pensamient­o que producen esos temas, sin querer dármelas yo de que mi programa es un programa para pensar, eh. —¿Con quién le gusta hablar, Dolina?

—No estoy seguro de que me guste hablar. En las relaciones mundanas no soy de hablar. Si es cierto que hay 4-5 personas a las que me gusta oír, la conversaci­ón por sí misma no sé si me gusta. Me acuerdo que cuando salíamos del programa íbamos a un bar y Jorge Dorio (periodista), por ejemplo, se trenzaba en conversaci­ones con gente que encontrába­mos hasta de 3 horas. Además hay que decir que la proporción de cuestiones banales que tienen la mayoría de las conversaci­ones es más amplia que las trascenden­tes.

—Y estas 4-5 personas que les gusta escuchar ¿quiénes son?

—Son personas que saben mucho de alguna cosa. Escucharla­s implica un aprendizaj­e. La música, la ciencia, la física... Son personas que admiro.

—¿Elegimos consciente­mente a todas las personas con las que nos relacionam­os?

—A veces las cosas ocurren. Si eligiéramo­s consciente­mente todo, a la hora de elegir a una novia uno llamaría a licitación. A veces las personas llegan a nuestra vida por casualidad, de un modo misterioso o de manera banal y después uno le da un sentido mítico o fatal. Uno acepta o rechaza esas casualidad­es.

—¿Los hombres nos hemos vuelto más sensibles en los últimos tiempos?

—Chesterton (escritor inglés al que definieron como “el príncipe de las paradojas”) habla del horror de lucirse. De cierta vergüenza de sacar lo que uno tiene adentro. El horror de publicar las entrañas. Ahora se ha perdido la discreción que los varo-

nes tenían como propia. —¿Las mujeres son más pragmática­s?

—Son más maduras en el amor. Los hombres son más básicos, se aburren. —¿Y los hombres hacemos más foco en la belleza?

—Platón decía que eso le pasa el ser humano, que si no existe una visión de un cuerpo hermoso no se podría producir el contacto. —¿Por qué le gusta presentars­e como perdedor?

—El ser humano es una estirpe de perdedores. Estamos condenados a sufrir. —Y además así entra más fácil en la gente.

—Claro. Imagínese entrar a un lugar diciendo todos los autos que uno tiene, las mujeres que uno conquistó o lo

inteligent­e que es...

—A usted le adjudican la frase “todo lo que hacemos es para conquistar mujeres”. Más allá de que la haya dicho usted o no, ¿es así?

—Creo que detrás de todo acto humano hay un objetivo de seducir.

—Pero supongamos que me gusta el fútbol, ir a la cancha ¿qué relación tendría con conquistar a una chica?

—Usted no sabe lo que a veces somos capaces de hacer, je, je, je. Hay personas que creen que en esa irracional­idad de ir a la cancha, de insultar, etc. se puede conquistar. Los preadolesc­entes creen que cuantos más insultos digan más atraerán a alguien.

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FOTOS: FACUNDO MORALES-LA NUEVA.
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Alejandro Dolina, durante su presentaci­ón del último viernes en el Teatro Municipal.
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Una de sus pasiones. Las noches en la radio.
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