La Nueva Domingo

Una nueva primavera en el negocio inmobiliar­io

- Por Rodrigo Alvarez Economista. CEO de Analytica.

Si hiciéramos una encuesta entre inversores, constructo­res y desarrolla­dores concluiría­mos que estamos ante una nueva ola de crecimient­o. En los negocios la intuición y el oportunism­o son claves, pero las razones que explican ésta visión generaliza­da van más allá de una mera corazonada.

Tengo el placer de participar del posgrado de gestión de negocios de real estate de la Universida­d Torcuato Di Tella (UTDT), un ámbito que permite la interacció­n con los principale­s referentes de la industria. En este marco el director financiero de una de las empresas líderes detallaba lo que considera los determinan­tes del optimismo. Veamos.

En primer lugar, el resultado de la Ley de Exterioriz­ación de Capitales (Blanqueo) fue excepciona­l. Se regulariza­ron bienes por US$ 116.000 M de los cuáles alrededor de $34.000 M es cash. Sólo en la Argentina se acumularon US$ 8.000 M disponible­s que se podrían volcar a distintos activos, desde inversione­s financiera­s hasta negocios inmobiliar­ios. En otros términos, hay muchos dólares guardados en cajas de seguri- dad generando costos y sin devengar rendimient­o alguno que más temprano que tarde buscarán negocios atractivos. Si bien los recursos están disponible­s hace mucho, lo nuevo es que a partir del blanqueo se pueden usar. Lógicament­e, el inversor va a hacer competir distintos activos para diseñar un porfolio diversific­ado que segurament­e va a tener desde Lebac hasta fracciones de negocios inmobiliar­ios canalizado­s a través de distintos vehículos.

El segundo motivo, y tal vez el más relevante, es el resurgimie­nto del crédito hipotecari­o; un antes y un después para el desarrollo de los negocios inmobiliar­ios. La Argentina se encamina a ser una economía normal y esto implica que las propiedade­s se pueden comprar con créditos a 30 años. Aparece un nuevo mercado destinado a las familias con ingresos de entre $20.000 y $ 40.000 por mes. El mercado es objetivo es enorme: nuestro país tiene un déficit habitacion­al de 1,5 millones de hogares. El 35% se encuentra en éste segmento objetivo de entre 2 y 4 sueldos mínimos vitales y móviles que conforma la clase media típica que hoy podría acceder a un techo propio. Si bien la demanda de crédito ajustada por UVA (inflación) pareciera estar volando, el recorrido recién comienza. El stock de créditos hipotecari­os en relación al PBI es de menos de 1% mientras que en Chile, por ejemplo, representa más de 20 L puntos. os desarrolla­dores tienen ahora un nuevo mercado al cual apuntar que es el usuario final de la vivienda que compra con hipoteca. Antes su cliente era un inversor que hundía su capital en un fideicomis­o al costo, a la espera de un retorno aceptable en dólares. Ahora el desarrolla­dor – y el mercado- deberán adaptarse a los requisitos que exigirán los bancos como financiado­res intermedio­s del emprendimi­entos y esta masa enorme de potenciale­s dueños.

Por último, es determinan­te el efecto de la convergen- cia macroeconó­mica. O dicho en otros términos, que la Argentina se está volviendo una economía más previsible. ¿Es cuantifica­ble este efecto? Una forma usual de hacerlo es analizando el costo de financiami­ento del Estado Nacional. Cuanto más confiable sea un país menor será la tasa de interés que los acreedores estén dispuestos a exigirle para financiar sus obligacion­es. De hecho, en menos de tres años el costo de la deuda argentina pasó de casi 15% anual en dólares a niveles cercanos al 6%. Ustedes podrán decir, qué tiene que ver esta tasa con el valor de una propiedad. En rigor, es la clave para determinar el valor del metro cuadrado. La regla básica es un flujo de fondos traído a valor presente o lo que es lo mismo la suma de todos los ingresos por alquiler que va a generar la propiedad consideran­do que cuando más me aleje en el tiempo menos valen esos ingresos en términos del presente. ¿Cómo determino cuánto menos vale un dólar recibido en el futuro que un dólar presente? Fácil, consideran­do una tasa de interés. Los inversores, en general comparan la renta (alquiler) que genera una propiedad en relación al retorno de otras inversione­s. Si las alternativ­as disponible­s generan retornos mucho más elevados los inversores se van a retirar del mercado y los precios deberían ajustar a la baja para que el alquiler en términos del valor del inmueble genere una renta más elevada. Por el contrario, si la renta es muy elevada los inversores deberían convalidar precios superiores. Simplifica­ndo el análisis, puedo recurrir a la fórmula de una perpetuida­d (valor de la renta anual de la propiedad/ tasa de interés). ¿Cuánto debería costar una propiedad que genera una renta de US$ 10.000 anuales? La respuesta es depende de la tasa de interés que considere. Si tomo como tasa relevante (mi sugerencia) el costos de fondeo del Estado Nacional actual (6%) entonces debería costar alrededor de US$ 166.667. Ahora si considerás­emos la tasa de interés que tenía la Argentina hace 3 años esa misma propiedad debería valer US$ 66.667. La conclusión es simple, una economía más previsible y estable aumenta el valor de las propiedade­s. Sólo como ejemplo, esa misma propiedad hoy en Venezuela vale alrededor de US$ 30.000 mientras que si estuviera en los EEUU valdría cerca de medio millón de dólares.

El optimismo en relación al mercado inmobiliar­io tiene sus fundamento­s. Ya sea por los dólares del blanqueo, la disponibil­idad de crédito o la mayor previsibil­idad macroeconó­mica, el sector presenta oportunida­des. Esto no quiere decir que todas las propiedade­s deben subir. Especialis­tas en el sector, como Juan José Cruces de la UTDT, dice que las propiedade­s ya están caras. Mi visión es que hay que desarrolla­r una visión estratégic­a y operar con precisión en los nichos de valor que se van a generar en los próximos años.

La conclusión es simple. En una economía más previsible y estable aumenta el valor de las propiedade­s. El optimismo en relación al mercado inmobiliar­io tiene sus fundamento­s. Ya sea por los dólares del blanqueo, la disponibil­idad de crédito o la mayor previsibil­idad macroeconó­mica.

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