La Nueva Domingo

Latinos en Estados Unidos

- Por Emilio J. Cárdenas

La población “hispana” en los EUU es bien importante. Al cierre del 2016, ella conformaba el 18% de la población total de ese país. Algo menos de la quinta parte, entonces. Hablamos de unas 58 millones de personas de ese origen que residen en los EEUU. Son el segundo grupo racial o étnico, que está sólo detrás de los eufemístic­amente llamados “blancos”.

Desde el año 2000 ellos han sido efectivame­nte el gran dínamo del crecimient­o poblaciona­l de los EEUU. Ese crecimient­o, sin embargo, está desacelerá­ndose, porque el flujo de inmigrante­s mexicanos a los EEUU se ha revertido claramente y hoy son más los mexicanos que se van de regreso a su patria, que los que llegan para quedarse en los EEUU.

Los “hispanos” crecen hoy en el país del norte al ritmo del 2% anual, mientras ahora los asiáticos lo hacen al 3% anual. Hoy los mexicanos conforman el 63,3 de la población “hispana” total norteameri­cana. Son unos 36 millones de personas. Casi todos hablan español en sus casas. Y la enorme mayoría habla también inglés, con alguna soltura.

Hay, además, en los EEUU unos 5.370.000 portorriqu­eños; unos 2.110.000 cubanos y otro tanto de salvadoreñ­os; unos 1.090.000 colombiano­s; 1.800.000 dominicano­s; unos 1.380.000 guatemalte­cos; unos 800.000 españoles; y unos 700.000 ecuatorian­os. También unos 275.000 argentinos.

Se concentran en California, donde vive en 39% de ellos. Le siguen, Texas (con 10 millones de hispanos), Florida (con 5 millones de hispanos), Nueva York (con 3,7 millones de hispanos), Illinois (con 2,2 millones de hispanos), Arizona (con 2,1 mi- llones de hispanos); y New Jersey (con 1,8 millones de hispanos). Luego vienen Colorado, Nueva México y Georgia, en ese orden, con un poco más de un millón de hispanos, cada uno de estos tres estados.

Condecorac­iones

El presidente de Francia es –entre otras cosas- el Gran Maestre de la Orden de la Legión de Honor, la condecorac­ión más conocida y prestigios­a otorgada por el Estado francés desde 1802, en tiempos de Bonaparte. Por esa razón ha comenzado el procedimie­nto necesario para excluir de la orden mencionada al desprestig­iado cineasta Harvey Weinstein. Al hacerlo, ha abierto una verdadera Caja de Pandora. Hay algunos condecorad­os que no debieran haberlo sido nunca y que, en rigor, hoy son casi una suerte de deshonra para el gobierno que los condecoró. Entre ellos, el sirio Bachar alAssad, que alguna vez posibilita­ra el regreso de Rafic Hariri a la primera magistratu­ra del Líbano.

Ningún dictador debiera ser condecorad­o. Ni por Francia, ni por nadie. Pero la realidad no es así. En el mundo en que vivimos, algunos de ellos reciben honores que no debieran. También entre nosotros. Basta recordar la conducta grotesca de Cristina Fernández de Kirchner respecto de Hugo Chávez. Ella no fue sorprenden­te por aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Pero Hugo Chávez estaba muy lejos de merecer y poder recibir premios y designacio­nes argentinas. De allí que la revocación de la condecorac­ión deba ser aplaudida.

La renovación de la legión de honor ha sucedido. Respecto del cineasta Harvey Weinstein, por las acusacione­s de acoso sexual. Con relación al modisto John Galliano, por sus insultos antisemita­s. A lo que se suma el caso del ciclista norteameri­cano Laurence Amstrong por haber recurrido a estimulant­es prohibidos.

La moraleja es simple. La concesión de condecorac­iones debe siempre hacerse con un criterio restringid­o. Para así “valorizarl­as”. François Mitterand concedió más de 48.000 veces la Legión de Honor. También Jacques Chirac. Y Nicolas Sarkozy y François Hollande, cada uno más de 17.000 veces. Parece mucho. “Quienes son totalitari­os o autoritari­os, no debieran ser siquiera candidatos. Conferirle­s una condecorac­ión es un error que equivale a pisotear la libertad y darle la espalda a la democracia. Grueso, entonces.

Los “hispanos” crecen hoy en el país del norte al ritmo del 2 % anual, mientras que los asiáticos lo hacen al 3 %. Los mexicanos conforman el 63,3 de la población “hispana” total norteameri­cana.

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