Buenos Aires, la Reina del Plata, la puerta de ingreso al país
Unos 48 barrios la convierten en un verdadero misterio, aún para aquellos residentes del mayor conglomerado urbano de Argentina, y de los más grandes de América del Sur.
Ala vera del Río de la Plata, río cuyo nombre -se dice- proviene de la creencia de los navegantes de que más allá de sus costas había una “sierra de plata”, tan dadora de riquezas como el cerro Potosí, está Buenos Aires, la ciudad dos veces fundada: la Reina del Plata.
Unos 48 barrios la convierten en un verdadero misterio aún para los residentes del mayor conglomerado urbano de Argentina, y uno de los más poblados de Sudamérica.
El barrio de Monserrat es el más antiguo y en el que en 1580 se afincaron los primeros españoles, en torno a la Plaza de Mayo, y donde en este entonces estaban las sedes del Ejecutivo Nacional y del gobierno porteño.
En la muy españolísima Avenida de Mayo al 1100, está desde 1929 el Hotel Castelar, donde se alojaba el poeta español Federico García Lorca, y dónde se instaló la peña literaria El Signo, a la que concurrían Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Emilio Pettorutti y Lino Spilimbergo.
Sobre la misma avenida, al 1300, está el majestuoso edificio del Palacio Barolo, de 1923, que con sus 100 metros de altura fue el más elevado hasta que se construyó el Kavanagh. En su piso 22 tiene un faro girato- rio de 300 mil bujías.
Este rascacielos fue un encargo del inmigrante italiano Luis Barolo a su compatriota Mario Palanti, ambos admiradores de Dante Alighieri. Es por eso que en la estructura del Palacio hay claras similitudes con La Divina Comedia referidas al infierno, el purgatorio y el cielo.
La avenida Corrientes, más allá de su oferta teatral y gastronómica, especialmente de pizzerías y parrillas, le ofrece a los turistas muchos locales de venta de libros, nuevos y usados, y disquerías.
El Bar Los Galgos, en Lavalle y Callao, que abrió sus puertas en 1930, aún conserva gran parte de su arquitectura original y un ambiente que parece detenido en el tiempo.
En el barrio de La Boca, que con San Telmo y Balvanera integran la Buenos Ares Tanguera, está la Usina del Arte, en lo que fue el histórico edificio de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad. En este centro cultural hay salas de conciertos y muestras de arte, cine, teatro y danza
En San Telmo, la calle Brasil al 300, la Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad, de estilo moscovita del siglo XVII, que se inauguró en 1904. De cada una de sus bellas cúpulas azules una cruz se eleva hacia el este. El mosaico de su frontispicio fue hecho en San Petersburgo y representa a la Santísima Trinidad.
Cerca de allí, en la avenida San Juan al 300, está el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en un edificio que es fiel exponente de las construcciones inglesas del siglo XIX. Era el depósito de una tabacalera que en 1980 fue comprado por la ciudad y 9 años más tarde destinado a este museo que exhibe unas 7 mil obras de arte vanguardista de los siglos XIX y XX. Mientras que en el edificio
art noveau de la antigua fábrica de bizcochos Canale, en Martín García al 300, funcionan ahora oficinas del Gobierno de la Ciudad.
Otro de los barrios porteños, Balvanera, en el que se afincaron judíos, árabes, italianos y armenios, era en el siglo XIX apenas un suburbio, hoy ya incorporado a la ciudad. En él está el Mercado del Abasto y vi- vieron los tangueros Aníbal Troilo y Carlos Gardel.
Y en el cercano Pasaje Zelaya las paredes están decoradas con retratos, letras y partituras de Gardel, obra del artista plástico argentino Marino Santa María, quién decoró su casa natal de la calle Lenín, en Barracas, y todas las fachadas de su cuadra, un paseo ineludible cuando se visita este barrio donde está la Iglesia de Santa Felicitas, que encierra una trágica historia de amor.