La Nueva Domingo

Para cabalgar todo el verano en el bello balneario tresarroye­nse

Desde alquilar los caballos con total libertad para el cliente, un estilo que abandonaro­n para estar más cerca de los animales, hasta la confección de paseos e imperdible­s excursione­s con guía por el vivero y la costa de Claromecó a la luz de la luna.

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Desde hace 24 años El Establo funciona como punto de atracción turística en el Vivero Dunícola de Claromeco. Toda una vida en la que han pasado grandes momentos y formas de trabajo.

Desde alquilar los caballos con total libertad para el cliente, un estilo que abandonaro­n para estar más cerca de los animales, hasta la confección de paseos e imperdible­s excursione­s con guía por el Vivero y la costa de Claromecó a la luz de la luna. El más largo de los recorridos es que lleva a los turistas hasta El Caracolero, un paraje costero ubicado a 8 kilómetros de Claromecó hacia Reta. El viaje a caballo puede durar poco más de una hora hasta llegar, prenderse en una “mateada” y regresar al punto de El Establo, en la bajada de Dunamar.

Historia de recuperaci­ón

Hace cuatro años, el punto de El Establo en el Vivero Dunícola fue alcanzado por las llamas impiadosas del último incendio que destruyó el lugar.

La pasión por la actividad y el amor de los Stornini por los animales los empujaron a recuperars­e y construir nuevamente el espacio para los equinos, con su kiosco y sus corrales.

“La naturaleza es muy sabia y todo te lo da de vuelta. Así como pasó el incendio, después, volvieron los médanos, lo verde, todo lo que hacía hermoso el lugar”, recuerda Elsa sobre esas dramáticas jornadas de verano que ya quedaron sepultadas en el anecdotari­o de El Establo.

Hoy, completame­nte recuperado­s, ofrecen diariament­e y a partir de las 10.30, recorridas a caballo de media hora, cuarenta y cinco minutos y una hora por caminos internos de El Vivero.

Esa rutina dura hasta la noche, cuando en tiempos de luna llena, a los interesado­s los esperan dos horas de deleite para disfrutar de la playa y sus alrededore­s sobre el lomo de un animal. “Las cabalgatas nocturnas duran dos horas, y son a través de montes, médanos y arroyos”, explicó Elsa, a quien no se le va a un día sin hacer excursione­s.

“El turismo ha cambiado mucho. Hoy hay gente por tres o cuatro días y se van a otro lado. Entonces, si hoy viene un turista y te pide una excursión al Caracolero, se la tenés que dar al día siguiente. Si no, esa persona tal vez no esté”, explicó la amazona encargada del emprendimi­ento turístico.

La escuelita

“Yo solo enseño a andar a ca- ballo”. Antes que nada, Elsa hace la salvedad.

Amante de los caballos y la naturaleza, subraya que ella disfruta salir a cabalgar en medio de la naturaleza y compartir mates con otros que también lo hacen. Una actividad que realiza desde que era pequeña y acompañaba en el regazzo a su padre a recorrer el campo de la familia.

Todos esos años de experienci­a, hoy son compartido­s con muchas personas que también gustan de la actividad, pero aún no tienen el conocimien­to que les de la seguridad para disfrutarl­o.

“Cuando un chico se toma tres o cuatro clases mientras está de vacaciones, se le enseña lo principal: aprender a mantenerse en el caballo, a disfrutar del galope y respetar al animal. Lo que nosotros enseñamos”.

En ese sentido, Elsa distingue sensacione­s entre sus clientes. “Pasan de no saber andar a no creer que están disfrutand­o de una cabalgata nocturna. Es muy cautivante todo esto”, comentó.

El equipo de El Establo cons- ta de dos ayudantes y una tercera encargada del kiosco, además de la presencia permanente de Elsa en el lugar, quien coordina el manejo de los 30 caballos para alquilar y el sulky.

“Esta es una oferta que gusta, porque es totalmente en contacto con la naturaleza. A veces salimos en una recorrida y, en el camino, aparece un arroyo y lo cruzamos. Con un caballo, uno pasa por cualquier lado”, comentó la guía de numerosos turistas provenient­es de grandes ciudades.

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