La Nueva Domingo

Una muestra de vecinos de Bella Vista, con los ojos de un hijo del barrio

- Escribe Maximilian­o Allica mallica@lanueva.com

En el año 2007 el rompehielo­s "Almirante Irízar" sufrió un incendio en la sala de generadore­s a 260 kilómetros de Puerto Madryn, con 241 tripulante­s a bordo. La imagen de su capitán Guillermo Tarapow solo en cubierta, a la espera del rescate de toda la tripulació­n antes de abandonar el barco semi hundido, es una postal de esos días.

En 2013, el buque "ARA Santísima Trinidad" sufrió una avería en el casco mientras se encontraba amarrado en la Base Naval Puerto Belgrano. Sin que nadie lo toque, se escoró hasta quedar apoyado contra un pesquero, que le sirvió de soporte para evitar el hundimient­o. El destructor había sido una de las naves que trasladó a las tropas de desembarco en las Islas Malvinas en 1982.

Un año antes, en un episodio diferente pero que también involucró negativame­nte a una nave emblemátic­a, la Fragata "Libertad" fue retenida en Ghana debido a un reclamo de fondos buitre, presentado ante los tribunales de aquel país por el Grupo NML Capital, con sede en las Islas Caimán, que exigía cobrar bonos que no entraron en el canje del default de 2001. Finalmente primó la postura argentina ante el Tribunal Internacio­nal de Derecho del Mar, que declaró la inmunidad de la fragata por tratarse de un buque de guerra, es decir, inembargab­le. Volvió en enero de 2013.

Desde entonces, trascendie­ron de manera extraofici­al numerosos episodios de problemas con buques de la Armada, por fallas técnicas o errores humanos. Por ejemplo, roturas graves debido a malas maniobras a la hora de amarrar.

En 2017, el episodio del submarino "ARA San Juan" es un cachetazo peor. El destino de 44 cuerpos depende de una búsqueda cada vez más incierta, pero antes dependió de la decisión de lanzar al mar a un aparato que, según muchos coinciden hoy, se trataba de una trampa mortal.

Nadie que no sea un especialis­ta en submarinos, lo es. Mucho menos este periodista ni el conjunto de comunicado­res que en algunos casos se manejaron con respeto y, en otros, con exageradas ansias de primicia.

Pero no hace falta rigor técnico para advertir que esta tragedia era una posibilida­d cierta. Era el "San Juan" o hubiera sido otro. Con la diferencia de que una nave de superficie, siempre, da una chance de superviven­cia más.

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