Veranos de otros tiempos
Mucho se habla del cambio climático registrado en el planeta en los últimos tiempos, del cual no es ajeno nuestra ciudad. Inviernos menos rigurosos, años llovedores y veranos impredecibles son algunos de los costados de esa realidad.
Crónicas de este diario sirven para tomar dimensión del clima de otros tiempos, en una Bahía donde el viento, la tierra y el sol se encargaban de ahogar penas y alegrías.
Tardes bochornosas. "Van tres días fatales, que aniquilan todas las energías. Se ve un ambiente de exudaciones, de caras abotagadas, de cabelleras lacias y destilantes, de sombreros por el aire en rabiosa imitación de ventiladores. Tardes bochornosas de pañuelos que realizan funciones de toalla, de estómagos convertidos en toneles sin fondo. De todos los labios sale una invocación suprema: ¡agua, por Dios, agua!”. De “La Nueva Provincia”, 29 de diciembre de 1912.
Los ardores. "Ayer, como desde que se inició el verano, la canícula ha resultado soberana. El calor produce un desmadejamiento general. Los rostros revelan los ardores de la fragua humana y la ligereza de la indumentaria pierden su virtud ante esa atmósfera asfixiante, irrespirable, con sus rachas cálidas, como si el pavimento, las paredes y los árboles despidieran vahos de horno". De “La Nueva
Provincia”, 15 de enero de 1911.
Pescuezo corto. "En estos días caniculares es un sacrificio enorme andar por las calles de nuestra ciudad. El sol caldea el pavimento, la atmósfera se pone como boca de horno y los gordos y los de pescuezo corto, se sienten con fiebre en la cabeza, van pensando con espanto en el coup de chaleur”. De “La
Nueva Provincia”, 12 de diciembre de 1908.
Calores y chopps. "Ayer, desde las primeras horas, se pudo prever que la canícula habría de ser grande, ya que a las 10 había llegado a los 30 grados, registrándose la máxima a las 15.12, con 42º 1 décima... ¡a la sombra!. El calor era sofocante, haciéndose dificultoso caminar por las calles, obligando a todos a refugiarse en los bares que tuvieron, debido a esto, una gran salida de chopps". De “La Nueva Provincia”, 16 de diciembre de 1931.
Huevos al arenal. "La ardiente canícula ha comenzado a mostrarnos los rigores con que amenaza tratarnos este año. Los dos últimos días el sol ha picado con furia extraordinaria, elevando el nerviosismo y la sofocación de los pobres transeúntes que se veían en la necesidad de cruzar estas calles de Dios. Si a este paso seguimos, se va a repetir el caso de poder cocer un huevo en los arenales que el viento, inseparable del calor, forma en algunas calles muy centrales". De “La Nueva Provincia”, 18 de diciembre de 1900.
Candentes inhalaciones. "Con el día de ayer, son dos los días terribles que hemos tenido en la presente estación de verano. A medio día, lejos de respirarse aire, ingeríamos fuego en forma de candentes inhalaciones. Los calores que estamos soportando nos van resultando algo así como un turco romano al aire libre". De “La Nueva Provincia”, 10 de febrero de 1915.
Si una fecha merece justicieramente el mote de "abrasadora", esa fue la del 4 de enero de 1883, cuando el termómetro trepó a 45º a la sombra y el cronista Lucas Abad detalló cómo los gatos, "las primeras víctimas del calor", comenzaron a morir. Aquel día, Felipe Caronti comentó que "jamás en Bahía Blanca se notó tanto calor", a lo que agregó, en tono apocalíptico: "De continuar así, peligra la existencia de todos los habitantes".
“Los dos últimos días el sol ha picado con furia extraordinaria, elevando el nerviosismo y la sofocación de los pobres transeúntes”.