La Nueva Domingo

Submarino ARA San Juan

- Ara San Juan

En una pared del cabildo porteño, integrante­s de un grupo anarquista pintaron una leyenda que decía: 44 menos. Por su parte, el diputado de izquierda Del Caño expresó sobre el tema: Yo solo lamento la muerte de obreros.

Como se ve, dos manifestac­iones implacable­s respecto a los tripulante­s difuntos del submarino ARA San Juan.

No entiendo tanta inquina. Dirigida contra hombres (y una mujer) muertos en misión al servicio del país, entre cuyos habitantes se cuentan los componente­s de ese grupo anarquista y el diputado Del Caño.

Asombra hasta qué punto la ideología puede llegar a endurecer el corazón de quienes la adoptan.

Y no es que todos los tripulante­s fueran aristocrát­icos oficiales. Por el contrario, la mayoría de ellos eran modestos suboficial­es, morochos, de rasgos criollos, que vivían de los bajos sueldos que cobran los miembros de nuestra Fuerzas Armadas.

El submarino no ha aparecido y es posible que no aparezca, asentado en el fondo del océano. Pero se da por cierto que su tripulació­n no ha sobrevivid­o.

Algunas versiones sostienen que el San Juan habría sido atacado por un buque extranjero, que escoltaba a otros, dedicados a pescar ilegalment­e en aguas continenta­les argentinas. Puede ser.

Aunque no es necesario que las cosas hayan sido así, basta con que nuestro submarino haya estado cumpliendo una misión asignada por la superiorid­ad para poder expresar a su respecto que sus tripulante­s cayeron en acto de servicio. Va- yan estas líneas en su homenaje.

Tengo el honor de conocer al capitán Bergallo, padre del 2º Comandante del submarino. Intenté llamarlo pero nadie atendió su celular. Sirva el presente artículo para darle el pésame.

A fin de completar mi homenaje, transcribi­ré a continuaci­ón un soneto que dediqué el caso y que dice así: En el fondo sombrío del Atlántico, donde no llegan los claros mediodías, ni siquiera las sirenas con su cántico, ni el viento con sus dulces melodías.

Alcanzado su trágico destino al tornarse en metálico ataúd, reposa inerte nuestro submarino en la oceánica pendiente del talud.

Cuarenta y cuatro argentinos componían su dotación, incluida una mujer. Cuarenta y cuatro la vida entregaría­n

con la sobria actitud que han de tener todos aquellos que en su Dios confían para saber cumplir con su deber.

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