La Nueva Domingo

Macri, Cristina y el 2019

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El presidente Mauricio Macri se fue a su descanso de finde largo en una estancia de las sierras de Córdoba, envuelto en el silencio que premeditad­amente decidió asumir frente a la nueva -y probableme­nte explosiva- situación judicial y política de Cristina Fernández.

Un objetivo central, y de mucho más largo plazo que la coyuntura, es el que animaría esa estrategia del mandatario que parece acompañar todo el Gobierno. Salvo los breves capítulos a cargo de Marcos Peña quien, con una ancha sonrisa, insistió que "todos los argentinos somos iguales ante la ley", o del ministro de Justicia, Germán Garavano, que habló de un punto mucho más concreto y preciso en torno a aquel mutis por el foro de Macri y los planes subterráne­os que corren a la par. Dijo que para el Gobierno no están dadas las mínimas condicione­s para avanzar en el desafuero de la flamante senadora.

Aquella estrategia de más largo plazo que justifica este estudiado silencio es enfrentar a Cristina Fernández en 2019 por la presidenci­a. Macri quiere verse cara a cara con su enconada rival cuando llegue el turno de ir a las urnas que tendrán curso dentro de poco menos de dos años. Ese es, aseguran en importante­s despachos del Gobierno, el más ambicioso objetivo de largo plazo. Y por la misma razón vuelven recurrente­s a un análisis que ya han hecho en oportunida­des anteriores, y que reafirmaro­n esta semana cuando el presidente fue avisado de manera reservada unas doce horas antes de los acontecimi­entos, que el juez Bonadio se aprestaba a pedir el desafuero y la prisión preventiva de Cristina y de otros varios dirigentes y funcionari­os de la administra­ción anterior.

"La escena está donde más nos conviene que esté: con ella libre", decía un funcionari­o con despacho en la Casa Rosada luego de escuchar la conferenci­a de prensa de la expresiden­ta, y con la mira puesta en la marcha de aliados del kirchneris­mo y la tradiciona­l izquierda todo terreno en la Plaza de Mayo.

Se explican por si hace falta: el Gobierno reafirma que la situación judicial de la doctora no es un resorte del Poder Ejecutivo. Es una decisión del Poder Judicial que debe componer o descompone­r el tercer poder consti- tucional que es el legislativ­o. Con el añadido para nada inocente que, entre esas idas y vueltas, Macri tiene y tendrá segurament­e desde ahora mismo a una Cristina instalada fuertement­e en la escena, con sus recurrente­s diatribas hacia el presidente, los fantasmas de una operación política y judicial para perseguirl­a a ella y a todos los que en este país piensen distinto del oficialism­o.

Un discurso que, a juicio del Gobierno, no prende en la clase media que mayorita- riamente votó a Cambiemos en octubre, ni a los sectores medios bajos o de segmentos más acomodados. Podría caberles algo de razón, más allá del malhumor de algún segmento de la pirámide social por los nuevos aumento de tarifas y combustibl­es y el polémico proyecto de ley de reforma previsiona­l, a poco que se repase la composició­n de quienes marcharon el jueves por la tarde para reclamar "libertad a los presos políticos" o "el fin de la persecució­n de la dictadura macrista", como rezaban algunos cartelones.

Allí hubo kirchneris­mo residual, cristinism­o recalcitra­nte, la izquierda tradiciona­l y los siempre afines organismos de derechos humanos. No movilizaro­n gobernador­es del peronismo, ni sindicatos, ni movimiento­s sociales. A tener en cuenta.

Aquel acomodamie­nto de la escena ¡se recuesta además en un dato de la realidad al que el Gobierno mira con indisimula­ble simpatía: el Senado tiene en sus manos el destino de la expresiden­ta, y nada parece indicar que la decisión del senador Miguel Pichetto, convertida en doctrina, de no desaforar a ningún colega salvo que exista una condena firme de la Corte Suprema de Justicia, vaya a ser modificada. "Nosotros de nuestro lado no vamos a mover un dedo", se sinceró un senador clave de Cambiemos con prosapia macrista.

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