La Nueva Domingo

Y ahora, la serenidad...

- por Noemí Carrizo* Profesora en Letras, periodista y escritora. carrizonoe­mi04@ yahoo. com. ar

El secreto de la serenidad es cooperar, sin fatiga, con lo inevitable y aprender a caminar con gallardía en medio de la tormenta. No se trata de alcanzar niveles económicos trascenden­tes; tampoco de ser reverencia­do. Serenidad es estar en paz en medio del caos y hasta sonreír rodeado de amenazas, imaginaria­s o no. Los argentinos somos dramáticos, es nuestro estigma y lo que nos vuelve fascinante­s para el extranjero cuando descubre que el tango no es solo una danza, sino también una forma de vivir. Tocamos el l ímite y la desesperac­ión: es nuestro sello. ¡ Rápido, ya, a comunicar a nuestros amigos, y además desahogars­e, que vendrán tiempos tenebrosos, mejor con estadístic­as, no importa la fuente! Son tiempos destemplad­os a nivel mundial, pero no somos países del primer mundo donde la gente civilizada y poco apasionada descubrió que hay una clave inmejorabl­e para que un pueblo prospere: la educación. Estamos en este triángulo final de Sudamérica, rodeado de mar y varias veces gigante en espacio, climas y posibilida­des. No alcanzamos, aunque la deseemos, la civilidad de los países más viejos. No esperar que la recompensa venga de afuera es una buena manera de festejar la Navidad homenajean­do con justicia la llegada de un hombre que enseñó la piedad, el amor al prójimo y la nutricia calma interior. Y si el vecino piensa distinto, tiene derecho y hasta no vendría mal escucharlo. Amado Nervo sostenía: “Si una espina me hiere, me aparto de la espina, pero no la aborrezco”. Uno suele soñar con paraísos donde irse a vivir a fin de alcanzar el ansiado sosiego, y se olvida de que ese edén palpita debajo de nuestra piel y se lo aplica solo con voluntad. Las críticas ajenas hasta pueden ayudarnos a conocernos mejor si somos capaces de aceptarnos con una autenticid­ad libre de te

mor. “Es gran virtud del hombre sereno oír todo lo que censuran contra él, para corregir lo que sea verdad y no alterarse por lo que sea mentira”, sostenía Goethe. Una persona serena es capaz de conservar la tranquilid­ad y el valor en situacione­s de peligro para tratar de buscar la mejor solución y hasta reducir los posibles daños. En el Medioevo la serenidad se def inía como constancia, firmeza, devoción. En la última cena, Jesús reconoce a su entregador, Judas Iscariote, sin odio ni tristeza, con un equilibrio interior sorprenden­te. Conocí poca gente con esta templanza pero tampoco son ejemplares en extinción. Alfonsina Storni habló de “El hombre sereno” en versos inme

moriales: “Entre los hombres pasa, dadivoso y prudente, / nada perturba el ritmo de su vida serena, / sin inmutarse escucha la voz de la sirena: / mira, conoce, luego sonríe dulcemente”. Tuvimos un año con hechos desdichado­s que nos enseñaron a mitigar la ansiedad, a actuar con benevolenc­ia, a esperar del otro solo lo que nos puede dar. Definirse persona es aceptar las escisiones y hasta convivir con ellas. No pienso como mi nieto púber, pero puedo comprender su aislamient­o sin pensar que es carencia de amor. Puedo seguir siendo amiga íntima de alguien que toma un sendero diferente y hasta lograr la madurez de no juzgarlo. Navidad (en latín, nativitas) es nacimiento. Yo brindo por un alumbramie­nto en quietud, con las aguas calmas de un mar que también nos deparó desgracias, pero seguirá siendo mar… nada lo detiene. Y recordemos a Lombardi: “La medida de lo que somos es lo que hacemos con lo que tenemos”.

“Es gran virtud del hombre , sereno oir todo lo que , censuran contra é el, para corregir lo que sea verdad y no alterarse “por lo que sea mentira . Goethe

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina