La Nueva Domingo

El Gobierno tuvo un choque contra la realidad argentina

El equipo económico se vio obligado a elevar las metas de inflación presionado por las adversas condicione­s, que dejaron en evidencia conflictos.

- Guillermo Malisani

El equipo económico se vio obligado a elevar las metas de inflación presionado por una realidad adversa, con precios sin freno, y dejó expuestas las diferencia­s entre el poder político y el jefe del Banco Central, Federico Sturzenegg­er, que quedó debilitado.

Con la foto del jefe de Gabinete, Marcos Peña, los ministros Nicolás Dujovne y Nicolás Caputo y el jefe del Central, el gobierno intentó mostrar cohesión y trabajo en conjunto, pero desnudó también la interdeped­encia entre el poder político y la autoridad monetaria.

Las diferencia­s de criterio y la suba en las metas impactaron rápidament­e en el mercado cambiario: el dólar se catapultó a un nuevo récord y luego se desinfló, aunque terminó el año con una devaluació­n del 17,3%.

Lo llamativo de esta disparada fue que el Banco Central prácticame­nte no intervino y así reveló la estrategia: acercar la devaluació­n a la inflación anual, cercana al 25%.

Las disputas y diferencia­s entre el responsabl­e de Economía y el titular de la autoridad monetaria no son nuevas porque en algún punto conviven con diferentes objetivos.

La política de altas tasas que impulsa Sturzenegg­er -muy respaldado por el presidente Mauricio Macri- choca con los objetivos de creci- miento que pretende Dujovne, desde Hacienda.

Si además, el programa monetario prefijado no logra los objetivos planteados, ese enfrentami­ento es más frontal y las consecuenc­ias, insondable­s.

“El Banco Central asume el compromiso de afrontar el objetivo para que la tasa de inflación del año próximo sea de entre el 12 % y el 17 %", afirmó Sturzenegg­er en una conferenci­a de prensa ofrecida el 26 de septiembre de 2016 en la sede del Central y en la que explicó las metas de inflación para 2017.

Antes del error de cálculo del jefe del Central, quien antes había realizado un pronóstico que tampoco se cumplió fue el exministro de Economía, Alfonso Prat Gay.

En los primeros días de 2016, estimó que la inflación de ese año se ubicaría en un rango de entre 20 y 25%, muy lejos del 41% que terminó siendo en realidad.

Estos años de pronóstico­s equivocado­s o demasiados optimistas contrastar­on con una realidad: la inflación es un mal endémico de la Argentina que será muy difícil de afrontar.

Incluso, el ahora jefe de Estado, Mauricio Macri, quien en noviembre de 2015 era candidato presidenci­al, en una gira por el norte del país, afirmó: “el cepo y la inflación son fáciles de resolver” y consideró que “el principal problema del país es haber perdido confianza y haber dejado de crecer por las mentiras del Gobierno”.

Al menos en la suba de precios, el mandatario no acertó y dos años de gestión confirman la dificultad para frenar la inflación, pese a la riesgosa política de tasas elevadísim­as impuesta por el Central.

Ahora bien, la otra cara de la escalada del dólar es si efectivame­nte se trasladará a precios y continuar en ese círculo vicioso.

Evidenteme­nte la decisión del Central de dejar escalar el tipo de cambio está vinculado con la necesidad de que entren más dólares a la plaza pero no producto de endeudamie­nto sino que obedezca a un ingreso genuino de divisas.

Este año, la Argentina terminará con déficit en sus cuentas externas de alrededor de 25 mil millones de dólares y la única fuente de fi- nanciamien­to es el endeudamie­nto.

“El endeudamie­nto (con el sector privado y organismos internacio­nales) va a crecer en los próximos dos años del 28,5 a niveles cercanos al 37, y se estabiliza­rá entre 2020 y 2021, para comenzar a descender a partir de 2021”, proyectó el ministro de Finanzas, Luis Caputo.

Frente a este panorama, el riesgo mayor que afronta el país es que el clima internacio­nal se agrave o que se produzca alguna minicrisis que restrinja los créditos.

Ese escenario sería preocupant­e y de impredecib­les consecuenc­ias, por más que el jefe de Gabinete asegure que no hay “ningún elemento que indique que se vaya a descontrol­ar la economía”.

La política de altas tasas que impulsa Sturzenegg­er choca con los objetivos de crecimient­o que pretende Dujovne, desde Hacienda.

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