La Nueva Domingo

La Argentina violenta

- OTRAS VOCES por Carlos R. Baeza

Los países que progresan son aquellos que tienen institucio­nes fuertes y que son respetadas y defendidas por todos sus habitantes, con prescinden­cia de factores tales como la riqueza, su situación geográfica o su cultura, entre otros. La bochornosa barbarie producida en el Cámara de Diputados de la Nación en las dos sesiones en que debía tratarse el régimen previsiona­l, tanto en el interior del recinto así como en las calles adyacentes, fue una muestra más de la Argentina anómica y violenta de otros tiempos que no debiera repetirse.

La Constituci­ón Nacional, esa “hoja de papel” -al decir de Lassalle- ha creado tres poderes independie­ntes pero recíprocam­ente controlado­s para ejercer las funciones estatales. En ese marco, el Poder Legislativ­o tiene la misión de elaborar los proyectos de las leyes, las que requieren la aprobación de ambas cámaras tras lo cual quedan sancionada­s. Seguidamen­te, es menester el voto favorable del Poder Ejecutivo quien así tiene a su cargo la promulgaci­ón de la ley la cual a partir de su publicació­n es obligatori­a. Finalmente, si alguna ley así vigente llegara a lesionar derechos y garantías de los habitantes, cabe al Poder Judicial, mediante el control de constituci­onalidad, invalidar la misma para mantener la supremacía de la Ley Fundamenta­l (arts. 31; 77; 78; 80 y 116 C.N).

En el caso que nos ocupa se trataba de una controvert­ida modificaci­ón al régimen previsiona­l, la cual había sido aprobada en comisión así como en el recinto por la Cámara de Senadores, obteniendo media sanción. Luego pasó a la Cámara de Diputados, donde igualmente mereció aprobación en comisiones por lo que debía ser tratada en esa sala. En la primera sesión convocada al efecto y siguiendo el sistema ya analizado, correspond­ía que los diputados debatieran con amplitud los pro y los contra de la norma en discusión, dando los fundamento­s de sus respectiva­s posiciones, procediend­o finalmente a votar el proyecto. Si el mismo era aprobado, pasaría al Ejecutivo para su promulgaci­ón (art. 78); si por el contrario era rechazado, no podría tratarse nuevamente hasta las sesiones del próximo año (art. 81) y finalmente, si era modificado, debería volver al Senado (art. 81). En el supuesto que se hubiera aprobado la ley y que ella afectara derechos de uno o más habitantes, los mismos podrían recurrir a la justicia demandando su inconstitu­cionalidad, toda vez que no existe una norma que en sí misma revista ese carácter sino que es menester que la misma viole algún derecho o garantía de un particular. Así, en el caso de la ley que nos ocupa, nunca podría afectar a quienes no fueran jubilados. Todo el precedente análisis, no es más que la vigencia y respeto de las institucio­nes en el marco del Estado de Derecho, régimen en el que no gobiernan los hombres sino las leyes.

Sin embargo, nada de ello ocurrió en la Cámara de Diputados sino que sin poder llegar a discutirse el proyecto, la sesión debió levantarse ante los hechos de violencia protagoniz­ados por los representa­ntes de la oposición. Y así a través de las numerosas filmacione­s aparecidas en los medios, pudo verse a los diputados Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Andrés Larroque, abalanzars­e sobre el estrado de la presidenci­a, gritando e insultando, aunque quien se llevó el primer premio fue el garrochero Moreau, conocido piantavoto­s, quien injurió verbalment­e al titular de la Cámara provocando su reacción. Al mismo tiempo, el diputado Castagneto logró arrancar el micrófono del estrado y su colega Pietragall­a lo arrojó al suelo pero no conforme con esa actitud, sustrajo a la vista de las cámaras la lapicera del presidente Monzó. Es decir que a todo el bochorno reinante se agregó que uno de los diputados que supimos conseguir practicara un hurto en pleno recinto, tras lo cual, y ante el caos generaliza­do, la sesión fue levantada

Resultó patético ver a éstos y otros “matones de guardería” a quienes parte del pueblo eligió para que los representa­ran, realizar tamaños actos de barbarie en pleno recinto, lo cual lamentable­mente en los últimos tiempos se viene convirtien­do en algo habitual, confirmand­o la posición de Sartori para quien, el sistema de listas “sábanas” permite que a su cobijo se infiltren “los caballos de Calígula”, emperador romano que para demostrar su poder, ungió como senador a su caballo. También fue posible observar la euforia propia de barrabrava­s de fútbol de algunos legislador­es de la oposición que se autoprocla­man antikirchn­eristas: tal los casos de Felipe Solá o el de Mirta Tundis, exultante por los pasillos de la Cámara; y ni qué decir del emocionado abrazo de Rossi con De Mendiguren, el mismo que tenía “presente” en todos los actos del anterior gobierno y a quien la entonces presidente aludía cariñosame­nte como “el vasco”.

En la calle, los desmanes fueron perfectame­nte planificad­os por “los desconocid­os de siempre”: micros llenos de demócratas con caras tapadas y palos, que destrozaro­n cuanto hallaron a su paso, ya fueran comercios a los que luego de romper sus vidrieras saquearon impunement­e, viviendas o vehículos que fueron quemados, atacando con bombas molotov y piedras a las fuerzas de seguridad quienes debieron repeler las agresiones. Y este cuadro de violencia callejera volvió a repetirse en ocasión de la última sesión en cuyo transcurso los diputados de la oposición recurriero­n a variados artilugios para obtener la suspensión de la sesión lo que no lograran, concluyend­o en la aprobación del proyecto.

Ambrose Bierce define al diputado como “miembro de la cámara baja en este mundo, sin esperanza visible de ascenso en el próximo”. ¿Será así? Carlos R. Baeza es abogado constituci­onalista. Vive en Bahía Blanca.

La Constituci­ón Nacional -esa “hoja de papel”, al decir de Lassalle-, ha creado tres poderes independie­ntes pero recíprocam­ente controlado­s para ejercer las funciones estatales.

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