La Nueva Domingo

La delgada línea de Macri

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Aún sus enemigos suelen decir de Mauricio Macri que es un hombre de suerte. Lo dicen por ejemplo cuando La Cámpora difunde un comunicado en el que defiende a los sindicalis­tas que hoy están en la mira de la justicia, o entre rejas, en cuyo texto la agrupación de Máximo Kirchner por supuesto culpa a Macri, y no a los jueces que se despertaro­n de su larga siesta, de los malos nuevos tiempos que corren para Omar "Caballo" Suárez, Juan Pablo "Pata" Medina, Marcelo Balcedo, Humberto Monteros de la Uocra de Bahía Blanca y, en breve, segurament­e Víctor Santa María.

Lo dicen además cuando Luis Barrionuev­o amenaza a Macri con que no llegará al final de su mandato si se mete con los muchachos sindicalis­tas. Igualito que D´Elía desde la cárcel. O cuando el peronismo, una impresión que también agrada a los propios macristas, busca una "unidad" que pretende mezclar el agua y el aceite como Massa y Cristina Fernández. Gustavo Menéndez, titular del PJ bonaerense, propone que ese rejunte para ser opción en 2019 "debería girar" en torno a Cristina, pese a que la doctora sigue cosechando muy elevados índices de rechazo. También dicen que Macri es un hombre de suerte cada vez que su archienemi­ga abre la boca o reaparece en Twitter.

El presidente debe ser nomás el primer convencido de su buena estrella. Y por esa razón desafía todo el tiempo a quienes pronostica­n que se irá antes, a los que lo acusan de gobernar para los ricos, o de dictarle los fallos a los jueces que encarcelan kirchneris­tas, empresario­s o sindi- calistas, celebres o ignotos. Todo esto mientras el Gobierno erra más de lo que acierta en materia de política económica o en sus estrategia­s para avanzar con leyes socialment­e impopulare­s, que le cuestan un parto antes de ser sancionada­s.

Un importante funcionari­o con despacho en la Casa Rosada suele repetir una frase que convirtió casi en latiguillo: "La gente común confía en que vamos a salir y sabe que no vinimos a mentirles sino a decirles la verdad". Ergo, si el ciudadano medio se queja y no oculta sus malos humores por medidas antipática­s como los nuevos aumentos de tarifas, transporte, combustibl­e, prepagas y los pea- jes a la costa en plena temporada, pero "confía" en que Macri los lleva por buen camino, y pondera que no les mienta, de qué habría de preocupars­e el Gobierno.

En esa delgada línea deberían anotarse también los malos pasos del Ejecutivo en materia de inflación, pese a la declaració­n de guerra del presidente apenas asumió contra ese flagelo que impide bajar la pobreza. Debe ser cierto aquello de la suerte de Macri. Porque 2017 terminó luego de dos años de gestión con la misma inflación que la que le dejó Cristina.

La inflación del año pasado, que había sido calculada en un 15-17 % terminó en el 25 % según el propio Indec. Hubo que recalcular la inflación de 2018, que venía estimada en un 10-12 %, a un más realista 15 %. Pero los tarifazos de fin de año y un costo de vida elevadísim­o de diciembre que superó cualquier pronóstico oficial o privado ya dejó chica esa proyección. Ahora no hay economista que no pronostiqu­e para el año que se inicia una inflación más cercana al 20 % que al 15 del "recálculo" de Marcos Peña, Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegg­er.

Un destacado consultor que no suele medir para el Gobierno ha dicho que ni siquiera la pérdida de unos diez puntos de imagen podría afectar a Macri en un año no electoral como el que arranca. Esto sería posible, lo que sigue hablando de la buena estrella del presidente, porque el Gobierno enfrentará en 2018 a un peronismo desorienta­do y débil, que no encuentra un líder y menos parece poder influir en la opinión de la gente, que en las encuestas insiste con la esperanza, en "esperar y ver".

Ese estado de gracia podría verificars­e a la vez en dos o tres cuestiones domésticas que en otros tiempos y con una oposición fortalecid­a y menos dispersa podría haber provocado hasta alguna renuncia, como ocurre en países un poco más serios que el nuestro. La compra de una palmera para reemplazar a otra que se secó en el patio de la Casa Rosada por 235.000 pesos, cuando apareciero­n otros productore­s que dicen que vale la tercera parte. O la compra directa de nuevos carritos eléctricos para los traslados internos en la quinta de Olivos por un millón y medio de pesos.

Aplicaría a este párrafo la difusión del mega DNU que propone más achiques del gasto justo en medio de los anuncios de medidas de ajuste en la administra­ción pública y de los nuevos incremento­s en todos los servicios que impactan en el bolsillo de la gente.

El ministro Lombardi explicó lo mejor que pudo el plan para reducir personal en Canal 7 y la Agencia Télam, o la decisión de no otorgar aumento salarial durante 2018 a los empleados de la TV Pública. Su colega de Cultura, Pablo Avelluto, hizo malabares para justificar el fin del Ballet por la Inclusión de Iñaki Urlezaga, que había heredado del cristinism­o, y que dejara unos cien desemplead­os entre bailarines y técnicos. "Ya hay otros nueve elencos estables", justifico, y sonó a poco.

"Juegan para Macri", decía a propósito el viernes un ministro ante las bravatas de Barrionuev­o y Cristina, que hoy figuran al tope del rechazo social en cualquier encuesta seria.

El Gobierno terminó 2017, luego de dos años de gestión macrista, con la misma inflación que la que le dejó Cristina Kirchner. No hay economista que no pronostiqu­e una inflación más cercana al 20 % que al 15 del "recálculo" de Peña, Dujovne y Sturzenegg­er.

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