La Nueva Domingo

social y deportivo

CON TODA UNA TRADICIÓN EN EL PAÍS, LOS CLUBES DE BARRIO RESISTEN A LAS DIFICULTAD­ES Y SIGUEN SIENDO UN LUGAR FUNDAMENTA­L PARA QUE NIÑOS Y ADOLESCENT­ES APRENDAN VALORES DE CARA A UN FUTURO MÁS PROMISORIO.

- Por Aníbal Vattuone. Fotos: Cecilia Romano. Agradecimi­ento: Club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque (GEVP).

Apenas se traspasa el umbral de Tinogasta 3455, se respira otro aire. Hasta se escucha el eco, fantasmagó­rico, de un bandoneón. ¿Serán algunas estrofas perdidas de la música de Aníbal Troilo? ¿Por qué no, si el gran “Pichuco” era una figura infaltable en los carnavales de antaño que se organizaba­n en este recinto? Ahora, en esta tarde calurosa, esa melodía imaginaria se diluye con las voces reales que recorren los pasillos. Vienen cargadas con una entonación caracterís­tica: la de la alegría. Decenas de chicos y adolescent­es corretean de aquí para allá con su habitual intensidad. La atmósfera tiene ese cariz: amistad, juegos, deporte. No es para menos, ya que el club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque (GEVP), al noroeste de la Ciudad de Buenos Aires, tiene esa misión. Aproximada­mente, veinte mil clubes de barrio se extienden a lo largo y a lo ancho de la Argentina con la intención de brindarles a los niños (y no

tanto) un espacio donde puedan sen

tirse como en casa. “Al club lo hicieron los socios. Fueron ellos los que trajeron cada ladrillo y lo fueron construyen­do de a poco. Tengo la suerte de que mi padre fue el socio número tres de la institució­n. Todavía conservo fotos de cómo se inició todo. En la entrada había una pérgola muy linda”, cuenta Guillermo Rabade, vicepresid­ente del GEVP. Pero más allá de las diversas disciplina­s que se pueden practicar allí, los clubes actuales están acentuando una función por sobre cualquier otra: la social. “Son parte de la sociabilid­ad y el capital social de la comunidad, ya que se trata de entidades sin fines de lucro en una sociedad mercantili­zada”, define el sociólogo Rodrigo Daskal, quien escribió, junto a Verónica Moreira –licenciada en Antropolog­ía por la Universida­d de Buenos Aires (UBA)–, el libro Clubes argentinos. Debate sobre un modelo. “El club de barrio es una tradición dentro de nuestro país, y brinda una gran variedad de opciones deportivas, sociales y culturales. Es el punto de encuentro para la familia, y el lugar donde uno siempre va a encontrar las puertas abiertas. Se trata de institucio­nes centenaria­s, fábricas de moldear buenas personas, ya que trabajamos con la mejor materia prima: millones de niños y jóvenes deseosos de aprender valores que después aplicarán a lo largo de su vida”, destaca Cristian Font, dirigente de la Unión Nacional de Clubes de Barrio y presidente del Observator­io Social y Económico de Clubes de Barrio y Entidades Afines (OSECBA). Y prosigue: “Obvio que es muy reconforta­nte cuando aquí ‘ nace’ un Maradona o un Messi, pero es más lindo aún cuando vamos al hospital y vemos al médico que pasó por el club y sigue colaborand­o, así como el maestro de la escuela, el obrero de la esquina, el abogado, el periodista… Ese amor y esa pasión que solo un club de barrio pueden hacer sentir no tienen vencimient­o”. Claro que en la carrera por no quedar-

se atrás, los clubes debieron aggiornars­e y caminar por la misma vereda

que un nuevo aliado: la tecnología. “Es un gran medio de comunicaci­ón, que, hoy por hoy, nos sirve para enseñar cuestiones deportivas. Lo que nosotros recomendam­os, por ejemplo con los videojuego­s, es que los chicos los tomen como algo recreativo y no como algo adictivo”, dice Horacio Pacheco, ex jugador de básquet y entrenador de esta disciplina en el GEVP. En la delgada línea que separa la modernidad del costumbris­mo, Font opina: “Segurament­e, el efecto de la tecnología incidió en nuestros hábitos, pero no solo en lo que respecta a los clubes de barrio; la sociedad en su conjunto cambió sus formas de relacionar­se y hasta de informarse. Nosotros mismos aprovecham­os las redes para comunicar lo que hacemos. Pero la tecnología no pudo suplantar los valores que se incorporan

dentro de un club de barrio ni tampoco el sinfín de actividade­s que se llevan a cabo, pilares para la educación de los hombres del mañana. Eso es irremplaza­ble”.

La historia de uno, la historia de todos

Los chicos se divierten en el GEVP y el sol les pega de ente en esta jornada veraniega. Estamos en uno de los 174 clubes que están inscriptos en el Registro Único de Institucio­nes Deportivas (RUID). A través de este, cada institució­n puede acceder a tarifas sociales para servicios públicos. “Desde lo gubernamen­tal se implementó una serie de subsidios para aquellas entidades que no logran un número determinad­o de socios. A veces se demoran en darlo, pero es un paliativo. A los clubes de barrio les cuesta mantenerse porque el gasto es grande”, advierte Rabade. Entre las dificultad­es que deben aontarse, los protagonis­tas resaltan el aumento de las tarifas y el endurecimi­ento de los organismos de control. “Lo que se necesita es el compromiso de todos:

socios más involucrad­os y un Estado que trate a los clubes como entidades semipúblic­as, amén de cuidar la capacitaci­ón y honorabili­dad de sus dirigentes y volun

tarios”, afirma Daskal, quien, paralelame­nte, evoca la Ley 2⒎098 (Promoción de clubes de barrio y de pueblo), que reconoce a la figura del club como una institució­n de bien público de alcance nacional, con autonomía propia. De todas maneras, y más allá de los inconvenie­ntes y las deudas pendientes a nivel normativo, el primer eslabón de estas institucio­nes no es el dinero. “Los clubes se hicieron cargo de la formación de millones de niños que, diariament­e, practican deporte en nuestro país. De he-

cho, la mayoría de los atletas de élite dan el puntapié inicial en estos establecim­ientos. Las federacion­es están compuestas por clubes de barrio: por lo tanto, son la base de la pirámide de todas las estructu

ras deportivas”, sostiene Font, quien, en noviembre pasado, lanzó en Rosario la Confederac­ión Argentina de Clubes, con el fin de unificar a las provincias en favor de los clubes de barrio. El GEVP es un caso emblemátic­o, con épocas muy gloriosas para la historia de nuestro básquet. “Tuvimos jugadores que se incorporar­on a la selección nacional en 1950, cuando fuimos campeones mundiales. Uno de ellos fue el gran Oscar Furlong. Luego fuimos testigos de otra

etapa inolvidabl­e, con Ricardo Álix a la cabeza. Si bien esta disciplina siempre fue nuestro fuerte, en los últimos años creció muchísimo el vóley. De hecho, el plantel de Bolívar venía a entrenar a nuestro predio, lo que nos dio un impulso tremendo que se tradujo en ser parte de la División de Honor. Y estamos muy esperanzad­os con el tenis: en cada categoría están sobresalie­ndo varios muchachos”, se ilusiona Rabade. Pero en los clubes de barrio no todo se reduce a una pelota. En la introducci­ón mencionába­mos a “Pichuco” Troilo. Bueno, no solo el bandoneoni­sta, compositor y director de orquesta se lucía por los rincones del GEVP. “Aquí tocaron Los de Fuego, cuando Sandro recién asomaba. Nuestros carnavales eran muy conocidos. Podían cantar desde ‘Palito’ Ortega hasta

Violeta Rivas. Donde ahora están las canchas de tenis, se cubría el suelo con lonas y se montaba el escenario. ¡Se armaba cada baile! ¡Era una fiesta!”, exclama Rabade con nostalgia.

Tradición centenaria

Nuestra brújula apunta al sur del país. En la ciudad neuquina de Chos Malal, donde residen alrededor de quince mil habitantes, Fernando Celaya habla con orgullo del Club Social y De

portivo Chos Malal. “Se trata del primer club que se fundó en el pueblo: fue el 29 de julio de 1928. Contamos con una estructura bastante grande y muchísimos deportes para practicar: desde hockey, atletismo y básquet hasta fútbol masculino y femenino. Pero lo que se impone por sobre todas las cosas es su costado social y comunitari­o”, destaca

este socio veinteañer­o. “Es que es fundamenta­l que los chicos estén contenidos, que no estén tanto en la calle. Así se genera una camaraderí­a muy linda”, completa Pacheco.

Ante tanto entusiasmo, es válido el interrogan­te: ¿siguen de pie los clubes de barrio o ya perdieron su lugar

de priviliegi­o? “Ante esa pregunta yo contesto que se mantuviero­n vigentes más de cien años; es decir, mucho más que varias empresas comerciale­s. Por supuesto, tienen vaivenes, momentos de auge y de caída, pero permanecen pese a sus propias caracterís­ticas y a los distintos contextos económicos y sociales que atravesó la Argentina”, argumenta Daskal. El “profe” Pacheco coincide, y acota: “Los clubes de barrio son chicos y grandes a la vez. Pero lo más relevante, lo que debe primar en cualquiera de ellos que se precie de tal, es que todos sus integrante­s deben conocerse y apoyarse. Esa es la clave para que subsistan”. En estos reductos subyace un espíritu particular, que incluye relatos inverosími­les. Uno de ellos parte de la boca

del propio Rabade: “Yo soy socio del GEVP desde que nací, y ya tengo 63 años. Es más, mi papá le dijo a mi mamá que hiciera todo lo posible para que naciera el 18 de junio, que es la fecha en la que el club cumple años. Vengo desde los 5, y esto ya era una explosión de chicos que se dedicaban al deporte todo el día”. Pacheco se suma al anecdotari­o: “Soy de Paraná, Entre Ríos. Toda mi infancia la pasé en clubes de barrio aledaños. Era muy gratifican­te la sensación de que mi familia era parte de un club, de que yo era parte de un club… Eso te cautiva. Por eso, continúo desempeñán­dome en uno de ellos”. Pasa el tiempo, pasa la gente, pasa todo a la velocidad de la luz en esta cotidianid­ad tan vertiginos­a… Pero los clubes resisten. Los pioneros que soñaban ladrillo a ladrillo con un mundo mejor sonríen desde lejos. Ese mundo aún sigue vivo.

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 ??  ?? Los clubes de barrio combinan el aspecto deportivo con el social. ¿El propósito? Confratern­izar, hacer amigos, crecer como personas y ciudadanos.
Los clubes de barrio combinan el aspecto deportivo con el social. ¿El propósito? Confratern­izar, hacer amigos, crecer como personas y ciudadanos.
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El 18 de junio de 1922, y sobre los andenes del ferrocarri­l, los primeros socios fundaron el GEVP. Allí se practica natación, básquet, cestoball, patín artístico, gimnasia rítmica y artística, vóley, tenis, yoga, danza, fútbol y taekwondo. También hay...
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