La Nueva Domingo

La muerte que cubrió de espanto a Bahía y la encolumnó en el reclamo

“Es duro ver crecer a tus hijos sin un padre que los guíe”, asegura Lorena Zennaro, a casi nueve años del homicidio de su marido Ricardo Pelayes, ocurrido durante un asalto en un corralón ubicado en Vieytes al 2200.

- CASOS QUE DEJARON HUELLA

El 24 de abril de 2009 los bahienses sacudieron su aparente letargo y salieron a la calle.

La muerte de Ricardo Gualberto Pelayes (42), ocurrida como consecuenc­ia de las graves lesiones que sufrió al recibir un disparo durante un asalto en el corralón Lacimen, ubicado por entonces en Vieytes 2246, motivó que alrededor de cuatro mil personas se movilizara­n reclamando seguridad y el esclarecim­iento del hecho.

La vida sigue pero su tránsito por ella es “muy difícil”, según califica hoy, casi nueve años después, Lorena Zennaro, esposa de "Ata".

“La verdad, es duro ver crecer a tus hijos (los mellizos Gastón y Matías) sin un padre que los guíe. Pero, bueno, siempre le puse el pecho a las balas, y voy a seguir por ellos”.

La mujer reconoce que “es muy dificil salir adelante. Hace un año y medio tuve un principio de ACV a causa de todo lo que vine guardando, y de un trabajo que tenía y que terminó superándom­e hasta que me echaron cuando me enfermé. Por todo eso se me desarrolló una depresión, pánico, fobia, estrés. Estuve seis meses en una cama, sin levantarme. No podía abrir los ojos. Sentía que se me caían encima los árboles, el techo. Fue una situación muy fea, pero nunca bajé los brazos. Voy a seguir luchando por mis hijos y por mí, porque mi vida continúa”.

Lorena era costurera solidaria y trabajaba con una diputada.

“Hacíamos muchos trabajos para jardines y otros lugares de bajos recursos y el año pasado, a causa de todo esto, llegó un momento en que el cuerpo dijo basta. Muchos me ven y me dicen 'que bien que estás, que linda', pero no pasa por ahí; pasa por lo que uno tiene en el corazón y a mi me lo partieron. Pero acá estoy y voy a seguir luchando, dando la vida por mis hijos”.

Consecuenc­ias

El lenguaje gestual y su expresión verbal indican que el duelo continúa y está impactando muy fuerte en los mellizos, que actualment­e tienen 19 años y “recién ahora, uno de ellos (Gastón) está con psicólogo y el otro lo reemplaza con el trabajo”.

Gastón, quien en todo momento escuchó en silencio a su madre salvo un instante en que se retiró, luego de un fuerte y prolongado abrazo con su abuela materna, para enjugar las lágrimas que no pudo contener, “abandonó la universida­d, porque decía que faltaba su padre, que le faltaba esa contención”.

“Están en una edad difícil, en la que una quiere que hagan lo mejor, que sean buenas personas, que estudien; pero lamentable­mente tuvieron que salir los dos a trabajar, porque yo no los puedo mantener. Estoy desocupada y el estudio les lleva mucho dinero. Yo vivo de la pensión y de manualidad­es, y cosas de costura que hago y es lo que me tiene la mente ocupada”.

De todos modos, por aquella complicaci­ón cerebrovas­cular “el año pasado tuve tratamient­o psicológic­o; con neurólogo y medicación que hasta hoy estoy tomando, aunque en menos dosis. La lucha del día a día es difícil, tratando que los chicos no se metan en cosas raras”, dice Lorena, quien reconoce que los mellizos cuentan con “amigos que son de 'fierro', chicos que se han aferrado a ellos y son incondicio­nales; que están desde el día que les pasó eso”.

Condenas

Por las terribles consecuenc­ias del episodio registrado en el corralón Lacimen, Claudio Guillermo Morales fue condenado a 25 años de prisión por homicidio en ocasión de robo, portación de arma de fuego de uso civil sin autorizaci­ón legal y robo agravado por el uso de armas, ya que también se le sumó un ilícito cometido diez días antes en el quiosco ubicado en Córdoba y Zapiola, y por el cual estuvo aprehendid­o hasta dos días antes del asesinato.

En tanto, Manuel Ángel Ló- pez, cómplice en el robo, recibió la pena de nueve años y medio de prisión en un juicio abreviado, ya que no se lo vinculó con la autoría del crimen.

Por encima del monto de las penas, Lorena, con toda la razón que le otorga semejante dolor, asume una postura absolutame­nte crítica.

“No sé si son las leyes las que están mal hechas, pero creo que esta persona que cometió el asesinato tendría que haber estado preso. La señora (jueza Susana) Calcinelli lo largó dos días antes. Esta persona (por la magistrada) se mandó muchas macanas en otros casos y contra ella no podemos hacer nada, es palabra mayor, manda”.

Lorena comenta que “el cómplice (por López) está con salidas transitori­as y yo no quiero que mis hijos vean a esas personas. Dentro de unos años los vemos a los dos libres y yo no quiero eso”.

Al mismo tiempo asegura que “yo no estoy pendiente” de la causa, “lo sé por informacio­nes que me llegan. Yo estoy pendiende de mis hijos. El caso lo cerré, pero quiero creer que siguen presos; aunque dentro de unos años los tenemos en la calle de nuevo y no van a salir a trabajar, van a salir a hacer lo mismo: robar o mandar a hacerlo a los familiares más chicos”.

A la distancia, y con la voz quebrada, la mujer considera que “en nuestra convocator­ia se movilizó toda Bahía Blanca, que se vio tocada; porque (la victima) era alguien que iba a trabajar, rompiéndos­e el alma para llevar la comida a su casa y te encontrás con que una basura de éstas, porque a una señora se le ocurrió largarlo, te destruye la vida”.

Lorena afirma que “de 'Ata' tengo los mejores recuerdos. Fue un excelente padre, un excelente yerno. Estuvimos 16 años juntos y después de 3 de casados buscamos los nenes, luego de hacer un tratamient­o porque no podía quedar embarazada. Nos costó muchísimo tenerlos y por eso digo que los voy a cuidar hasta el último día de mi vida. Y gracias a Dios los dos son sanos, buenas personas y, sobre todo, educados; pero, bueno, están enojados con la vida porque no pueden tener lo mismo que tienen otros compañeros, con su familia formada por la madre y el padre”.

“En nuestra convocator­ia se movilizó toda Bahía, que se vio tocada porque era alguien que iba a trabajar, rompiéndos­e el alma para llevar la comida a su casa”.

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SEBASTIÁN CORTÉS-LA NUEVA. Lorena Zennaro asegura no querer que sus hijos “sigan creciendo con rencor, pero ese rencor lo tenemos todos”.
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