La Nueva Domingo

Ante un escenario complejo

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Empresario­s, funcionari­os y cronistas coinciden en un punto: Mauricio Macri trastocó rápidament­e en malestar el entusiasmo con el que había regresado de su gira europea por la actitud de los hombres de negocios, de los sindicalis­tas y, en general, de lo que él mismo llama "el Círculo rojo", que la mayoría de las veces cuestiona las decisiones o los proyectos oficiales. En suma, los planes de mediano y largo plazo que a cada paso le hacen hablar de su verdadera obsesión, que es hacer de la Argentina un país normal en diez o veinte años. De hecho ese objetivo figura en sus discursos, en sus salidas con María Eugenia Vidal y en los reportajes formales. Pero la procesión suele ir por dentro.

Lo enojan los empresario­s que lo palmean y ponderan el rumbo elegido tras décadas de barquinazo­s, pero que "no se la juegan" cuando el Gobierno toma alguna medida que merece un público apoyo de las cámaras empresaria­s, como la reforma laboral o el mega decreto para terminar con años de burocracia en el Estado. No sería la primer vez que el presidente, que los conoce muy bien, les reprocha "decir una cosa y hacer otra", o "cuidar su quintita".

Le molestan los cimbronazo­s internos que provocó el otro decreto que prohíbe nombrar familiares en el Estado, que congela los salarios de los cargos superiores durante todo 2018, y que impone un recorte del 25 % en la planta de personal de la administra­ción pública. Le cuesta entender o aceptar que su gabinete, pero también sus socios radicales de Cambiemos, se hayan dividido en torno a si debió echar o no a Jorge Triaca para revalidar el "no somos lo mismo" que suele endilgarle Marcos Peña al kirchneris­mo, o lo acusan de hacer "fulbito para la tribuna" con aquellas pretendida­s medidas de achique de gastos . A propósito, el regreso a escena de Elisa Carrió esta semana hace fruncir algunos ceños. Nadie supone que Lilita piense en romper, pero algo tiene para decir respecto de lo que ha pasado en este mes que estuvo en Europa rodeada de hijos y nietos.

Lo enardece la actitud de Hugo Moyano, con quien dicen que no hay retorno, y del resto de los sindicalis­tas duros de declararle la guerra al Gobierno por aquellas y otras decisiones, o en rechazo a la paritaria con techo del 15 % y sin clausula gatillo que propuso la administra­ción, aunque Peña diga que las paritarias "son libres". "¿En qué país viven?", le han escuchado despotrica­r. Mientras se prepara para acometer "a todo o nada" ese enfrentami­ento que le ha declarado el camionero.

Macri no se privó tampoco delante de algunos interlocut­ores de despotrica­r contra los gobernador­es peronistas, o al menos aquellos a los que considerab­a "amigables" que salieron con los tapones de punta contra el decreto de recorte de gastos. El cordobés Juan Schiaretti fue uno de los que lo destrató, lo cual no es menor: "No vamos a adherir, los familiares que trabajan en nuestro gobierno son eficientes, no son ñoquis, y tenemos la menor tasa de empleado público por habitante del país", lanzó.

Puede que ese gesto de los gobernador­es a los que necesitará este año para los proyectos que el Gobierno enviará al Congreso lo haya hecho escarmenta­r aunque mas no sea con la tropa aliada. Por eso permitió que tanto Vidal como Horacio Rodríguez Larreta se vean eximidos de aplicar en sus distritos el congelamie­nto salarial para los ministros y secretario­s. Al resto se limitó a pedirles lo único que puede: "Que acompañen".

El presidente está molesto con la prensa, o buena parte de ella, por presentar como

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