La Nueva Domingo

Un caso emblemátic­o: la muerte del soldado Hugo Eizaguirre

- Por Adrián Luciani aluciani@lanueva.com

Ala hora de hablar de altruismo, de preocupars­e y ocuparse por el otro, el caso del soldado Eizaguirre continúa siendo emblemátic­o.

El 2 de julio de 1986 murió al ser apuñalado mientras intentaba recuperar la cartera que un ladrón le había arrebatado a una mujer en pleno centro.

Con 19 años de edad, Hugo Daniel Eizaguirre era muy conocido en Villa Rosas, donde vivía con su familia. Miembro de los scouts de San Roque, trabajaba con su padre en un negocio de repuestos y el servicio militar lo había alejado circunstan­cialmente de la parroquia.

Los hechos a los que hacemos alusión se originaron en calle O'Higgins, frente a la entonces plaza Lavalle. Pocos minutos habían pasado de las 19 cuando Hugo escuchó los gritos de una mujer y acudió en su auxilio. Tras advertir lo que había pasado comenzó a perseguir al ladrón hasta que terminó alcanzándo­lo en Brown, a metros de la avenida Colón.

Todo duró apenas unos segundos. El delincuent­e, para evitar ser apresado, se dio vuelta e hirió gravemente a Eizaguirre con un arma blanca. Este permaneció varios minutos tirado en la vereda sin que nadie le prestara auxilio. Según el relato de algunos amigos, hubo varios automovili­stas que no detuvieron su marcha para llevarlo al hospital.

El soldado, pese a las heridas, logró caminar con la ayuda de un amigo has- ta el local que la Cruz Roja tenía en las inmediacio­nes. Luego fue trasladado al Hospital Municipal, donde murió a causa de una hemorragia intraabdom­inal.

Su agresor, Juan Edgardo Villanueva Norambuena, fue detenido días más tarde en Cipolletti y a fines de 1987 condenado a prisión perpetua.

En octubre de 1992, el Concejo Deliberant­e llamó Hugo Daniel Eizaguirre a una plaza ubicada en el barrio Palihue, donde un busto honra su memoria, y en septiembre de 1994 dio su nombre a una pequeña peatonal en Villa Rosas. También recibió reconocimi­entos similares en varias agrupacion­es de scouts.

La acción de Eizaguirre y los hechos que rodearon a su muerte, con automovili­stas que lo ignoraron mientras estaba herido -incluso la mujer víctima del robo tardó mucho tiempo en dar la cara-, sirven para sacar varias conclusion­es.

Por ejemplo, que los valores solidarios, por un lado, y el egoísmo y la despreocup­ación, por el otro, no son patrimonio exclusivo de ciertas generacion­es.

Los adultos deberíamos dejar de estigmatiz­ar a los jóvenes haciéndolo­s víctimas de un supuesto desinterés hacia el prójimo. Aunque no de la talla de Eizaguirre, Bahía Blanca está poblada de ejemplos solidarios.

El tema es cómo la sociedad se ocupa de cultivar, fomentar y reconocer este tipo de virtudes.

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