La Nueva Domingo

Los últimos gigantes hallados en Galápagos

Una nueva especie de tortugas fue identifica­da en las islas ecuatorian­as. La llamaron “Donfaustoi” y las están criando en cautiverio los primeros años.

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Apiñadas bajo una roca, las pequeñas "donfaustoi" esperan a que caiga el sol para salir de la sombra. Son las primeras crías en cautiverio de una especie de tortuga gigante descubiert­a en las islas ecuatorian­as de Galápagos.

Nada turba la calma en su corral del centro de crianza de la isla Santa Cruz, una de las tres estaciones donde el Parque Nacional Galápagos conserva a las 12 especies de estas tortugas de gran tamaño únicas en el mundo.

Estirando la cabeza desde sus diminutos caparazone­s, acaban de zamparse unas hojas de otoy y porotillo, dos nutritivas plantas traídas del continente -a 1.000 kilómetros-, y ahora parecen haber caído en el sopor de la tarde.

"Aquí se las mantiene con algo de hambre. Cuando estén en estado silvestre, van a tener hambre y tendrán que buscar alimento", explica Walter Bustos, director del Parque.

Pero todavía falta para que las liberen en su ambiente, al menos hasta que sus caparazone­s midan entre 23 y 25 centímetro­s y tengan cuatro o cinco años. Nada para estos reptiles que pueden vivir un siglo y medio.

El precio de la superviven­cia es una infancia en cautiverio.

Cuando hace varios meses eclosionar­on sus huevos incubados en el centro y salió sana la primera camada, los guardaparq­ues se apuntaron un nuevo tanto en su cruzada conservaci­onista.

Estos días acaba de nacer una tercera camada, y ya suman 120 los ejemplares nacidos en cautiverio de Chelonoidi­s donfaustoi, la última especie identifica­da.

“Ecoingenie­ras”

La tortuga gigante llegó hace tres o cuatro millones de años a este archipiéla­go volcánico colgado en el Pacífico, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por su alto número de especies endémicas.

Se cree que las corrientes marinas dispersaro­n a sus ejemplares por las islas, y que fue así como se crearon 15 especies diferentes -de las cuales tres están formalment­e extintas-, adaptadas cada una a su territorio.

Su población quedó muy diezmada con la llegada de piratas y balleneros, que las capturaban como carne fresca por su larga resistenci­a, y la introducci­ón de especies invasoras, como el perro, la cabra o la rata.

También su grasa, convertida en aceite, sirvió durante años para alumbrar las calles de Quito y Guayaquil.

"Las tortugas son ingenieras del ecosistema. Con sus movimiento­s moldean el entorno, abren espacios para que otras especies puedan desarrolla­rse y son las mejores dispersora­s de semillas", explica a la AFP el biólogo Washington Tapia, de la ONG estadounid­ense Galápagos Conservanc­y.

Las dimensione­s varían mucho entre especies. Las que habitan alrededor del volcán Alcedo, en isla Isabela (la mayor del archipiéla­go), pueden llegar a medir hasta dos metros y pesar 450 kilos.

Más adelante en el camino, en lo que parece una lucha territoria­l, dos enormes machos forcejean con sus cuerpos.

Hasta que uno de los dos, consciente de su inferiorid­ad, se retira y desaparece lentamente entre los árboles.

“Son ingenieras del ecosistema. Con sus movimiento­s moldean el entorno, abren espacios para otras especies y son las mejores dispersora­s de semillas”.

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EL HERALDO Sin protestar (abajo), la tortuga deja que los guardaparq­ues le midan su enorme caparazón y, entre varios, le den la vuelta a su pesado cuerpo -de más de cien kilos- para ver su salud.

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