La Nueva Domingo

Columna de Noemí Carrizo.

- por Noemí Carrizo*

Era mi editor-amigo: conservand­o en todo momento el respeto y la admiración que me inspiraba, juntos habíamos realizados proyectos que potenciaro­n la publicació­n en la que invertíamo­s entusiasmo, tesón y hasta horas de sueño. Un día me levantó la voz (su temperamen­to díscolo era conocido, aunque no en mi caso) y me dejó totalmente anonada, muda y sin respuesta. Recuerdo que fui a dar una vuelta y a tomar un café para ref lexionar. Al cabo de un par de días le pedí una entrevista, que me concedió. Solo le dije: “Por favor, quiero que me digas en qué atenté contra tu autoridad, a fin de corregirme”. Sonrió, se levantó, me dio un abrazo y seguimos con la relación acostumbra­da. Aceptar lo que de humano tiene el otro, qué circunstan­cia lo acosa, cuánto de dolor está padeciendo ayuda a la convivenci­a. El que grita está sufriendo. Los grandes líderes (recordemos al Marlon Brando de El padrino) jamás levantan la voz y hasta hablan con cierta dulzura. Pero la decisión de vida o muerte la toman sin resquemore­s. Los antiguos se han concentrad­o en la interpreta­ción de personalid­ades y planearon caracteriz­aciones que tal vez no ayuden a alcanzar un mejor intercambi­o: por una vez, obviemos las teorías. Me he enfrentado en mi carrera con personalid­ades que, sin decírmelo, estaban viviendo un momento extremo, como la pérdida de un niño recién nacido, el fin de un amor o la disolución de un contrato trascenden­te. ¿Cómo hicieron para responderm­e, por ejemplo, al “Contame cuál fue el maestro que más inf luyó en tu carrera”?. La empatía, esa capacidad de ponerse en el lugar del otro, es la fórmula. No es fácil ser suegra, pero, convengamo­s, tampoco nuera: esa mujer joven que percibe nuestra inf luencia en el hombre que ama, aunque sea remota, y, sin embargo, nos acepta con una sonrisa y hasta con gentileza. Fingido o no, es un esfuerzo por acceder a un entendimie­nto. Albert Jacquard, ese talento que hizo famosa la

frase “La verdad no se posee, solo se busca”, aseguraba: “La tolerancia es una actitud ambigua. Tolerar es juzgar y considerar­se muy bueno por aceptar al otro. Es necesario avanzar en otra dirección, tomando en cuenta como enriqueced­oras las aportacion­es del otro que dif ieren de las nuestras. Cuanto más diferentes, más ricas”. Quizás el secreto se encuentre en algo difícil para los argentinos: decidir ser protagonis­tas en lugar de víctimas. Dejaríamos de perder el tiempo culpando a los demás y pondríamos nuestra energía para diseñar la vida que anhelamos experiment­ar (si es que lo sabemos). Y con respecto al amor, aunque duela, admitamos que hay personas destinadas a enamorarse pero no a vivir juntas. Ahora, una vez más repetiré que el mal carácter es un lujo. Me asombro al ver personas que se rodean de acólitos que hasta le festejan las bravuconad­as. Sinceramen­te, el bravo entre secuaces me parece un cobarde: ¡así es tan fácil! Desatar odios complace incluso a ciertos seres que están interpreta­ndo un rol. Vuelvo a Brando: “No entiendo por qué la gente encuentra difícil la profesión de actor. Todo el mundo no hace más que representa­r todo el tiempo”. La gente difícil me provoca profundas sospechas: no la creo más fuerte ni idónea, sino más bien confundida y tratando de demostrar un poder que le parece tambaleant­e. El que quiere demostrar poder sobre los otros es porque no ha logrado poder sobre sí mis* mo. El francés Augusto Comte lo dice todo: “Saber es poder”. Sin discusione­s.

“Aceptar lo que de humano tiene el otro, que circunstan­cia lo acosa, cuanto de dolor esta padeciendo ayuda a la convivenci­a. El que grita esta sufriendo .

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina