Entre dos planos bien diferentes
El Gobierno se ha movido en los últimos días en dos planos bien diferentes, que tienen algo en común: la necesidad de recuperar el favor de sectores sociales que se alejaron de las playas macristas, afectados por la tardanza en la recuperación de la economía y por el hecho de que esa demora afecta directamente sus bolsillos. Y, por el otro, la búsqueda de una oposición acorde con sus aspiraciones para acomodar los tantos a su favor de cara al objetivo de máxima, que se ubica por encima de cualquiera otra consideración, plan o estrategia, que es conseguir la reelección de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales del año que viene.
Podría echarse mano para entender algunos pasos dados por el macrismo a un refrán común, nada rebuscado: "La necesidad tiene cara de hereje". Veamos. Por un lado, queda claro que el Gobierno y el presidente están necesitados de salir a repechar la cuesta, a recuperar los entre 10 y 12 puntos de imagen positiva que perdieron desde mediados de diciembre como consecuencia de la pírrica victoria obtenida en el Congreso con la ley que modificó el cálculo de las jubilaciones.
En ese intento deberían verse primero aquella polémica curva en materia de seguridad hacia una doctrina más dura y menos permisiva para los delincuentes, que tuvo sus picos altos a partir del caso del policía Luis Chocobar.
La jugada se aposentó en los consejos del asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien con encuestas en la mano y resultados de algunos focus group, aseguró que buena parte de la sociedad hasta reclamaba la pena de muerte para los delincuentes.
La actitud -para algunos ministros, apresurada- de Macri de felicitar a Chocobar cuando nada estaba claro, fue un gesto mayor en esa di- rección. Y la posterior salida a escena de la ministra Patricia Bullrich en defensa de algunas permisividades para las fuerzas de seguridad y el anuncio de modificaciones en el Código Penal. La oposición dura los acusó de impulsar el gatillo fácil y de instalar la doctrina de seguridad de la dictadura.
El siguiente capítulo de aquel cambio en busca de captar otra vez el favor de sectores sociales que están enojados o se alejaron del espacio macrista acaba de ocurrir. Es el profundo cambio de Macri en una materia quemante y que goza de tener su propia grieta como es la despenalización del aborto.
El presidente -tal como pasó con Cristina Fernández y el grueso del kirchnerismo en sus 12 años de gestión- así como la mayoría de sus propios ministros y buena parte de su tropa parlamentaria, sin dejar de recordar los tiempos del expresidente Carlos Menem, es absolutamente antiabortista.
Para más datos, durante los dos años de gestión hubo siete proyectos para despenalizar el aborto que durmieron en un cajón del Senado. Ahora el presidente viró 180 grados y si bien no se pone a la cabeza, o no pone al Gobierno al frente de un proyecto de despenalización, dio vía libre para que se instale el debate en el Parlamento y libertad de acción y de conciencia a sus diputados y senadores de Cambiemos.
El tema -decían fuentes de la Jefatura de Gabinete, en medio del revulsivo que provocó el cambio de rumboirá para largo. "Solo se trata de la necesidad de instalarlo (al debate), después lo iremos piloteando", se escuchó.
De movida hay que olvidarse de una sesión especial para el 8 de marzo como reclaman los movimientos proabortistas que harán ese día una marcha. Pero el cambio de Macri sucede a 48