La Nueva Domingo

En la adversidad, Carmela no bajó los brazos y creó su propia marca de turbantes

Carmela fue dos veces a la guardia por una tos y le dijeron que tenía alergia. En un tercer intento se hizo una serie de estudios y descubrió que padecía una enfermedad cancerígen­a. Hoy es dueña de un emprendimi­ento propio en el que busca que las mujeres

- José De Robbio contenidos@lanueva.com

“¿Y ahora qué hago?, decía yo. Me internaron, me hicieron estudios y por suerte me perdí el partido de River con Talleres, que nos ganó 4 a 0”.

A Carmela Bustelo le “daba cosa” usar peluca cuando se tuvo que someter a un tratamient­o por el cáncer que le diagnostic­aron el 28 de octubre del año pasado. Con 21 años, no tuvo mejor idea que crear su propia marca de turbantes para que las mujeres que viven una experienci­a como ella “se sientan lindas y cancheras”.

“Por tos y resfrío ya había ido a dos profesiona­les y los dos me dijeron que se trataba de una alergia y me dieron un puf”, cuenta la joven de 21 años que nació en Buenos Aires y se vino a los 10 a Bahía, donde vivió toda su adolescenc­ia hasta que decidió volver a Capital para estudiar Arquitectu­ra en la Universida­d de Belgrano.

Pero la tercera fue la vencida. Después de una tarde de estudio con amigas, Carmela decidió ir al sanatorio de Ma- ter Dei, en el barrio porteño de Recoleta, para una nueva consulta. No quería ir sola por lo que llamó a Fernando, su papá, y se hizo un análisis de sangre y una tomografía. En el informe decía que había una masa y la médica decidió internarla porque estaba comprimien­do un pulmón.

Estuvo una semana internada, se fue un viernes y el martes su médica le informó que tenía linfoma de Hodgkin, una malformaci­ón de las células cancerígen­as en los ganglios linfáticos.

“Dentro de todo es lo más leve que podía ser. La manera de tratarlo es por protocolo y son 12 quimiotera­pias, está estudiado y es 99 % curable”, dice en diálogo con Nueva.”. “La

Hoy ya lleva hechas 9 quimiotera­pias. De hecho, en la cuarta ya se le había achicado más del 50 %.

—¿Cómo surgió la idea de crear tu propio emprendimi­ento?

—Todo empezó cuando mi psicóloga, que ya había pasado por esto, me dijo que tenía unos turbantes re lindos y me los prestó. Me los empecé a probar, me coparon mal y los usé todo el verano. Tenía cinco turbantes y le dije a mi mamá de conseguir un mo-

disto y mandar a hacer turbantes y vinchas. A mis amigas les encantaban, me preguntaba­n dónde las compraba. Y ahí fue cuando dije: “Chau, tengo que hacer y venderlos”.

A Carmela le da cosa usar peluca sola, aunque antes de empezar con la quimiotera­pia se cortó el cabello hasta los hombros e hizo una con su propio pelo.

—¿Y cuándo arrancaste definitiva­mente con el proyecto?

—No me olvido más. Un martes había tenido la quimio y el miércoles a la noche decidí abrir una cuenta en Instagram con una publicació­n explicando mi historia. La ilustré con algunas fotos de los turbantes. Me fui a dormir y al otro día me levanté, agarré el celular y tenía 1.500 seguidores. No lo podía creer. Mis amigas lo empezaron a compartir, se difundió y resultó que un montón de personas le mandaba a gente famosa para que comparta. Se ve que les gustó la historia. El único problema era que tenía 10 turbantes nada más, ja, ja.

Su marca se llama “Las Cholas”, por su apodo, y en la red social ya cuenta con alrededor de 6 mil seguidores. Hizo su primer Showroom

en Bahía, un día de semana y de 16 a 21, pero tuvo un percance inesperado: a las dos horas se quedó sin turbantes. —¿Qué buscas con Las Cholas?

—Intento que las mujeres que están pasando lo mismo que yo se sientan lindas y puedan estar cancheras. No me creo ejemplo de nada, pero veo que mucha gente sufre y yo busco que se sientan lindas. Que se pongan “una Chola” y que se crean lo más, sin que las frene una enfermedad como es el cáncer o no tener pelo. Y de sacar esa idea de que pase una chica con turbante por la calle y digan: “Uh, pobre, tiene cáncer”.

Carmela se define como una chica muy particular. Amiga de sus amigas, familiera y fanática de River, a tal punto que cuando estuvo in-

ternada pidió cambiarse de habitación para no perderse los partidos del Millonario.

—Tu personalid­ad llama la atención, no solo por tu entereza sino también por tu forma de ver las cosas.

—Yo intenté que la enfermedad no me cambie tanto la vida, o que me la cambie para bien. Yo seguí mi vida normal a pesar de no poder ir a cursar. Soy consciente de que hay mucha gente que se muere de cáncer, pero también hay mucha que muere de apendiciti­s o en accidentes de tránsito. —Se podría decir que sos la misma Carmela de siempre.

—Soy la misma Carmela de siempre, pero potenciada. Lo que más miedo me daba era el hecho de saber que no iba a ser yo, principalm­ente por el tema de la imagen. Me preguntaba si iba a estar ojerosa, sin pelo e hinchada, pero después dije que ni en pedo esta enfermedad me iba a pasar por encima tenga pelo, turbantes o peluca. —¿Qué te llevás de todo esto?

—Yo creo que hay que tener conscienci­a de que una tos puede no ser simplement­e una tos. Yo lo descubrí cuatro meses después, pero la médica me dijo que si iba dos meses más tarde iba a llegar prácticame­nte sin aire. No le deseo a nadie estar en una quimiotera­pia, por eso es necesario un control. Y por otro lado esto de hablar del cáncer, de la quimiotera­pia y logar que no sea tan tabú. Es importante hablar las cosas y perder ese miedo.

Carmela es un ejemplo de superación para propios y extraños. Para ella un verdadero problema es que pierda su querido River. Descubrió que hay gente que la pasa mal en serio cuando vio a una chica en silla de ruedas. Dice que cuando va caminando por la calle y un conocido la abraza y lamentándo­se le pregunta cómo está, le responde: “Mejor que vos”.

Ella intenta vivir como “una chola” y su mensaje es que el resto también lo intente. ¿Por qué no?

Su familia

“Mi familia es todo y mi mamá es lo más. Ella está allá conmigo en Buenos Aires y me acompaña a todos lados”, cuenta Carmela, hija de Connie Rivas Godio, referente del PRO en Bahía y hermana de Florencia, directora de Juventud de la Comuna.

“Flor es muy lo más, estamos siempre juntas y me conoce de memoria”, agregó. Ambas son fanáticas de River gracias a su papá, Fernando.

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FOTOS: PABLO PRESTI-LA NUEVA. Soy consciente de que hay mucha gente que se muere de cáncer, pero también hay mucha que muere de apendiciti­s o en accidentes de tránsito.”
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