El caso Santos disparó el debate
Justiciero o asesino. El caso Santos dividió al país. Fue la tarde del 16 de junio de 1990, cuando el ingeniero Horacio Santos, en un arranque de furia, ultimó a dos ladrones que le habían robado el pasacasetes de su cupé Renault Fuego, en el barrio porteño de Villa Devoto.
Cuando Osvaldo “El Topo” Aguirre, de 29 años, y Carlos “El Pollo” González, de 31, se aproximaron al vehículo, el profesional se encontraba en un negocio. Su mujer escuchó la alarma del auto, salió corriendo y vio a los delincuentes en fuga.
Cansado de sufrir robos, Santos abordó la Fuego y persiguió a los ladrones, que iban en una cupé Chevy. Cuando les dio alcance, los ejecutó a cada uno de un disparo en la cabeza.
En septiembre de 1994, Santos fue condenado a 12 años de prisión por los homicidios, aunque la Cámara Penal redujo la sanción a 3 años en suspenso, al entender que había actuado con exceso en la legítima defensa.
Luego del proceso judicial, el ingeniero ya no fue el mismo de antes. Junto a su familia debió abandonar el chalet que ocupaban en la calle Espinosa al 3.500 para radicarse en el barrio de Florida. Por temor a ser víctima de una venganza, pasó al anonimato e intentó hacer una vida normal.
¿Por qué Santos portaba un arma de fuego? porque temía por su seguridad. Le habían robado 12 veces el autoestéreo.
Para unos fue un héroe; para otros, villano. Santos y su conducta abrieron un debate social que todavía persiste.
Y que se reanuda cuando surgen otros casos de fuerte repercusión mediática, como el que sucedió durante 2016 con el médico Lino Villar Cataldo, en Loma Hermosa, o con el carnicero Daniel Oyarzún, en la ciudad de Zárate.
Santos, víctima de múltiples delitos, persiguió a quienes le robaron el autoestéreo y los ejecutó. Fue en 1990 y lo condenaron por exceso en la legítima defensa.