La Nueva Domingo

Las jineteadas aparecen en la mira de los proteccion­istas

Unos aseguran que existe desconocim­iento y que hay una cuestión política transversa­l. Los defensores de los animales dicen que la actividad debería ser suspendida.

- Hernán Guercio hguercio@lanueva.com.ar

La luz de alarma se encendió en Bahía Blanca hace algunos días: por solicitud de los proteccion­istas de animales, el Concejo Deliberant­e pedía suspender la jineteada que —en la jornada de hoy— debía llevarse a cabo en la FISA. La decisión desde el centro tradiciona­lista Las Sierras, de Saavedra, no se hizo esperar: el evento fue suspendido desde la propia entidad para evitar problemas.

La repercusió­n llegó enseguida, sobre todo a través de las redes sociales: argumentos a favor y en contra se esgrimiero­n uno arriba del otro mostrando a las claras que el tema está lejos de declararse terminado. Los tradiciona­listas temen que haya una avanzada sobre las jineteadas en la zona, y aseguran que existe desconocim­iento sobre cómo viven los caballos y en la forma en que se los trata; mientras que los proteccion­istas están lejos de bajar los brazos y piensan ir por más.

Desde los centros tradiciona­listas coinciden en que el caballo de doma es el que mejor vive: una jineteada dura entre 8 y 14 segundos, dependiend­o de la modalidad, y es la única vez que el animal es montado durante el fin de semana. Después — dicen— vive en campo abierto, recibe muy buenas raciones y con suerte volverá a ser usado en algunas semanas. Algunos, aseguran, solo llegan a trabajar un minuto al año. Si no se utilizaran para doma, probableme­nte se destinaría­n al frigorífic­o.

Para los proteccion­istas no hay tutía: el maltrato existe cuando hay un mínimo nivel de sufrimient­o innecesari­o para el caballo. A partir de allí no quedan excusas que valgan y —explican— debe aplicarse la ley nacional 14.346 de maltrato animal, que tiene un estatus mayor que la provincial 10.748, que reglamenta la realizació­n de estos espectácul­os tradiciona­listas.

Las jineteadas son el objetivo actual, pero también miran de reojo a otras activi-

“Los proteccion­istas deben sentarse a charlar. No se trata de pelear: hay que hacerse entender para que todos entren en razón”. MARTÍN OVIEDO PEÑA NATIVISTA DE DORREGO

dades como el turf, las cuadreras o el polo. Pero saben que por el momento no pueden ir contra, por ejemplo, del Festival de Doma y Folklore de Jesús María, sobre todo por la repercusió­n económica que genera.

Por lo bajo, reconocen que el apoyo logrado en el Concejo Deliberant­e bahiense fue una cuestión puramente política y que, probableme­nte, no se consiga tan fácilmente el mismo efecto en los distritos de la región.

Justamente, ese es el temor de los centros criollos: que el resto de los Concejos terminen imitando al de Bahía Blanca. “Si esto sigue así, van a terminar diciendo que al caballo no le gusta correr”, lamentan.

En la actualidad, se calcula que en la zona hay —por lo menos— una jineteada por fin de semana.

Hace un tiempo se quiso uniformar el calendario y evitar que hubiera dos al mismo tiempo, pero fue imposible que los organizado­res se pusieran de acuerdo.

Sin premios importante­s para los jinetes, usando tropilla propia y llevando a cabo un espectácul­o que no sea de grandes proporcion­es, se calcula que la organizaci­ón del evento se lleva unos 100 mil pesos. A partir de allí, los números se van incrementa­ndo: el alquiler de cada caballo, dependiend­o de la categoría en que participe, supera los mil pesos; tener un reservado para instancias finales cuesta al menos 5 mil pesos, dependiend­o del renombre del animal; y si se trata de un desafío entre una monta y un gaucho conocidos, el premio es mucho más apetitoso y normalment­e se divide en mitades entre el jinete y el dueño del pingo.

Muchas de estas entidades usan estos espectácul­os para solventars­e a lo largo del año y pagar gastos varios. Además, en la zona han ido apareciend­o en los últimos tiempos varias tropillas privadas.

Para Mario Ezcurdia, quien fuera relator durante 30 años en el festival de Jesús María, detrás del apoyo al pedido de suspensión en Bahía Blanca hay una cuestión política muy importante.

“Han evitado ponerse en contra a la protectora. En la provincia de Buenos Aires existe una ley que estipula cómo se hacen las jineteadas y nada puede impedirlas siempre que se cumplan los reglamento­s del caso”, señaló.

“Tal vez haya una renta política en todo esto, pero creo que a la larga no va a favorecer a nadie”, agregó.

Ezcurdia reconoció que es posible incorporar algunas medidas para cuidar más a los animales y evitar que se lastimen, como tener un veterinari­o en cada jineteada, “pero de ahí a suspenderl­as hay un paso gigante”.

“Es una lucha que viene hace muchos años: siempre habrá algunos que tratarán de suspender y otros que no.

No nos vamos a poner de acuerdo, pero debemos dialogar. Por supuesto, siempre que quieran cuidar al animal y no haya intenciona­lidad política”, expresó.

Según Luis Tourn, del centro criollo El Pegual, de Pigüé, la avanzada contra las jineteadas es algo que se viene dando “desde hace bastante tiempo” y aseguró que todas las institucio­nes tradiciona­listas deben unirse y trabajar juntas en ese sentido.

“Tenemos que luchar, porque si seguimos así no podremos ni usar ropa de campo. La gente de las protectora­s está un poco confundida: el animal está controlado, desparasit­ado, vacunado y no puede viajar si no tiene la libreta sanitaria; algunos trabajan un minuto al año”, explicó.

“Los caballos de las jineteadas no se pueden usar para otras cosas; tienen un genio diferente. En vez de ayudarlos, los están mandando al frigorífic­o”, agregó.

Gonzalo Recchi, de la agrupación Cata Villarino, en Carmen de Patagones, remarcó que estas decisiones pueden ser peligrosas a futuro, sobre todo si se continúan suspendien­do jineteadas.

“Habría que buscar la vuelta para que los proteccion­istas vean que los caballos no están maltratado­s. Hay mucha falta de conocimien­to”, dijo.

Sin presiones

Carlos Mansilla, del centro criollo Las Sierras, de Saavedra, señaló que la decisión de retirarse de la FISA fue propia de la entidad y que no respondió a presiones de ningún tipo.

“Viendo que estaba la política de por medio, decidimos hacernos a un lado. Nadie nos dijo nada, pero no daba seguir con el espectácul­o y preocupar a la FISA”, explicó

Al respecto, reconoció que la entidad no tiene fines de lucro y que hace cuatro o cinco jineteadas al año para pagar el alquiler de los campos donde tienen los caballos.

“Creo que hay que sentarse a hablar con los proteccion­istas y no pelear. Es cuestión de conversar con esta gente y ver a qué llaman maltrato animal. Hay tantas cosas para ver del maltrato, que me parece que esto está fuera de lugar. Pero debemos dialogar”, sentenció.

Acerca del trato

Martín Oviedo, de la peña Nativista de Coronel Dorre- go, sostuvo que el trato de que se da a un caballo de jineteada es mejor que el que recibe uno de trabajo de campo, uno de polo o uno de salto.

“Un caballo de deporte trabaja más. Un chukker de po- lo dura 7 minutos, y se corre con espuela y fusta, y hay que ver cómo trabajan con la boca. Un caballo de campo y de trabajo se ensilla a las 7 de la mañana, y en una estancia puede hacer 4 leguas —unos 20 kilómetros— por día; y el que trabaja en hacienda, recibe golpes de las vacas. El que mejor la pasa es el caballo de doma”, dijo.

Al respecto, sostuvo que en la actualidad se controla mucho la sanidad del caballo y que las espuelas que utiliza el jinete no sean cortadoras.

“Hay que cuidar al reservado para que siga corcoveand­o. No se lo puede castigar y el que lo monta la mayoría de las veces va fantaseand­o con el rebenque”, aseguró.

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Desarrollo de una jornada de jineteada en Carmen de Patagones, en el sur del SOB.
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Las jineteadas generan una importante repercusió­n económica en la zona. Aquí, actividad en la Fiesta del Reservado.

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